Buffet libre, peligrosas palabras para los kangrenas. Así comenzamos el día, con un largo desayuno para coger fuerzas de cara a la segunda etapa, que se preveía más tranquila pero con nosotros nunca se sabe...
Después de salir de Chipiona, volvimos a enlazar con la vía verde del Noroeste, que nos llevaría hasta Rota. Camino estrecho, con bastante vegetación a los costados, pero muy agradable. Varios puentes atraviesan las carreteras más importantes por arriba. En una de las bajadas, donde estaba un poco oculta la señalización, perdimos el enlace con el siguiente tramo y una vez acabada la vía tuvimos que recuperar por el arcén de la carretera.
Una vez alcanzada la A-491, que rodea la base naval de Rota, el camino discurre por la carretera de servicio del lado izquierdo, que casi no tiene trafico. En el cruce con la carretera que va a Jerez tuvimos que recuperar el arcén de la vía principal. Allí se acabaron los excesos sonoros, y de testosterona, de los domingueros aficionados a las dos ruedas.
Como el margen está en obras, para ensanchar la calzada, pudimos recorrer ese tramo sin la molestia del trafico hasta El Puerto de Santa María.
Un breve transito por la ciudad, con susto incluido a una despistada conductora que no sabía lo que hacía al salir de su coche sin mirar que venían los kangrenas, buscando el puente que cruza el río Guadalete. No acertamos a encontrar el del carril bici pero bien nos valió el otro.
El carril bici en esa zona carece de indicaciones así que tras consultar con varios ciclistas locales encontramos la entrada al Parque de los Toruños.
Este parque es un sitio ideal para pasar el domingo, con unas pistas de tierra compactada anchisimas, en donde conviven peatones y ciclistas sin aparentes problemas. Aunque el calor apretaba el aire marino que se respira en esta marisma aliviaba bastante.
Al llegar a un cruce hacemos una "parada técnica" en un chiringuito. Refrescos y tapa para cada uno, espantando a algún cliente con nuestras risotadas, tras los habituales chistes de Paco.
Como la parada se alargó en exceso, como siempre, luego hubo que arrear, como siempre. cruzamos el puente buscando la salida del parque y al llegar al asfalto, de nuevo, la falta de señalización nos equivocó varías veces. Había que cruzar la Autovía de Cadiz, por arriba, para llegar hasta Puerto Real.
La magnifica, y en otro tiempo industrial, bahía de Cadiz se mostraba ante nosotros. La marea baja dejaba una postal curiosa. Allí Salva descubrió lo que era la marea, lo que teniendo en cuenta su edad resulta bastante chocante. Pero así es nuestro Salva, siempre lleno de sorpresas.
Una grupeta de ciclistas nos indicaron, magnificamente, como llegar a enlazar con la siguiente vía verde, el Corredor de las Dos Bahías. De todas formas tuvimos tiempo para liarla cuando, al llegar al final del paseo marítimo de Puerto Real, alguno decidió que se podía acceder a la carretera escalando por una pared de tres metros con la bici al hombro. Un desastre, aunque se superó gracias al trabajo en equipo.
Por carretera hasta el hospital y allí entramos en la vía: un pinar con arena en el suelo, bastante mal señalizado, pero agradable de ciclar a esas horas del mediodía. Era difícil encontrar el camino adecuado entre el laberinto de senderos.
De repente, una aparición. Una bella mujer, montada en un precioso caballo. Se detiene e intercambia algunas palabras con nosotros, mientras el colectivo masculino kangrena trata de aprehender su belleza en un instante.Esos segundos eternos que dejarán un vivido recuerdo en los que somos desde entonces sus más fervientes seguidores de su belleza y porte. Ella nunca envejecerá en este, su blog.
Alcanzamos la pequeña carretera y ya no vemos más accesos a la vía verde, así que seguimos su trazado. Con un buen piso y sin trafico.
El problema llega cuando nos acercamos al Marquesado. Más trafico, sin arcén y sin sombra, por una zona de urbanización tan constante como ilegal, que crece con un orden que solo los de allí comprenden. Una carretera pestosa que parecía no acabar nunca.
Llegamos, al fin, a la entrada de Chiclana donde comeremos.
CRÍTICA CHICOTERA: Mesón Aderezo (Chiclana) Elegimos este sitio por estar enfrente del Mc Donalds y más nos hubiera valido ir a la mega cadena de burgers, para alimentarnos con fundamento. Nos instalaron en la acera, que no terraza, y enseguida observamos que había poco personal, por lo que armados con paciencia (y la bolsa de chicotes a punto), nos aprestamos a esperar nuestro turno. Nos tomaron nota, nos bebimos el Guadalquivir. Nos sacaron el primer plato, nos bebimos el Guadaira. Nos sacaron el segundo plato, nos bebimos el Guadiaro... Total un desastre.
El menú tenía buena pinta, pero la cocina era pésima y todos los platos eran similares, aprovechando las cazuelas de tapas que tenían en la barra. Las patatas fritas estaban incomibles y la proteína era escasa y cortada en daditos (solo faltó que nos regalaran la coronita de papel del menú infantil). Eso sí todos los platos estaban bien surtidos de verduras, lo mejor de la comida.
Por asesinar a las pobre patatas fritas:
Después de la peculiar parada para comer, recorremos los arrabales de la localidad de Chiclana de la Frontera, buscando la urbanización Novo Santi Petri.
Una vez allí nos saluda un desagradable compañero de viaje, el peor para un ciclista, que nos acompañará los próximo días. El viento.
La urbanización está desierta y las casas apenas permiten divisar el mar. El recorrido, con la modorra siestera, se hace monótono y aburrido.
El camino se desvía por un pinar, buscando huir de la civilización al menos minimamente, pero nosotros decidimos seguir por la carretera hasta el faro de Roche. Allí parada para divisar nuestro destino Conil y toda su bahía hasta el cabo Trafalgar. Hermosa vista que nos reconforta después del esfuerzo realizado.
Cuando creemos que Conil está cercano, que tan solo hay que tomarlo con un descenso, aparecen los habituales toboganes costeros, que separan playas y acantilados, siempre con fuerte pendiente. Uno de ello sirvió como rompe piernas para los más justos de fuerzas, y como terreno de juego para las competiciones de los más en forma.
Al fin entramos en la localidad donde, tras visitar el hostal, disfrutaremos de su playa en un día casi veraniego. Así como de su parte vieja, tan turística, al caer el sol, justo después de cenar.
CRÍTICA CHICOTERA: Cervecería Los 3 hermanos (Conil) lugar de tapeo, surgido al calor del éxito de la cervecería Los Hermanos, un clásico en el pueblo. Estaba bien el sitio, con una buena y variada carta de raciones y montaditos, servidos con diligencia y cocinados con gusto. A destacar la hamburguesita de Retinto, muy sabrosa. Lo peor es que para poder cenar con fundamento hay que comerse media carta, pero bueno eso también pasa en Donosti y a los turistas les encanta.
Motando, montando nos hacemos una ración:
0 CHICOTES
CRÍTICA CHICOTERA: Hostal el Yunque pasamos del frío albergue de Chipiona, al calor familiar de este hostal. Muy simpática y atenta la dueña, que nos atendió de maravilla. Las habitaciones eran un poco pequeñas (las triples), con el mobiliario un poco viejo. Sin embargo los baños estaban bien, y disponían de geles de ducha y champús, tan codiciados por los viajeros más cleptómanos o fetichistas. Lo peor es que no tenía un lugar especifico para dejar las bicicletas y tuvimos que subirlas al primer piso, a un patio interior.
Nos hizo la colada y nos nos quiso cobrar, lo que teniendo en cuenta que eramos 11, es más que un detalle. Chapeau
Caí por la madruga, como me huele a sal mi Caí (La Niña Pastori):
0 CHICOTES
Después de salir de Chipiona, volvimos a enlazar con la vía verde del Noroeste, que nos llevaría hasta Rota. Camino estrecho, con bastante vegetación a los costados, pero muy agradable. Varios puentes atraviesan las carreteras más importantes por arriba. En una de las bajadas, donde estaba un poco oculta la señalización, perdimos el enlace con el siguiente tramo y una vez acabada la vía tuvimos que recuperar por el arcén de la carretera.
Una vez alcanzada la A-491, que rodea la base naval de Rota, el camino discurre por la carretera de servicio del lado izquierdo, que casi no tiene trafico. En el cruce con la carretera que va a Jerez tuvimos que recuperar el arcén de la vía principal. Allí se acabaron los excesos sonoros, y de testosterona, de los domingueros aficionados a las dos ruedas.
Como el margen está en obras, para ensanchar la calzada, pudimos recorrer ese tramo sin la molestia del trafico hasta El Puerto de Santa María.
Un breve transito por la ciudad, con susto incluido a una despistada conductora que no sabía lo que hacía al salir de su coche sin mirar que venían los kangrenas, buscando el puente que cruza el río Guadalete. No acertamos a encontrar el del carril bici pero bien nos valió el otro.

Este parque es un sitio ideal para pasar el domingo, con unas pistas de tierra compactada anchisimas, en donde conviven peatones y ciclistas sin aparentes problemas. Aunque el calor apretaba el aire marino que se respira en esta marisma aliviaba bastante.
Al llegar a un cruce hacemos una "parada técnica" en un chiringuito. Refrescos y tapa para cada uno, espantando a algún cliente con nuestras risotadas, tras los habituales chistes de Paco.
Como la parada se alargó en exceso, como siempre, luego hubo que arrear, como siempre. cruzamos el puente buscando la salida del parque y al llegar al asfalto, de nuevo, la falta de señalización nos equivocó varías veces. Había que cruzar la Autovía de Cadiz, por arriba, para llegar hasta Puerto Real.
La magnifica, y en otro tiempo industrial, bahía de Cadiz se mostraba ante nosotros. La marea baja dejaba una postal curiosa. Allí Salva descubrió lo que era la marea, lo que teniendo en cuenta su edad resulta bastante chocante. Pero así es nuestro Salva, siempre lleno de sorpresas.
Una grupeta de ciclistas nos indicaron, magnificamente, como llegar a enlazar con la siguiente vía verde, el Corredor de las Dos Bahías. De todas formas tuvimos tiempo para liarla cuando, al llegar al final del paseo marítimo de Puerto Real, alguno decidió que se podía acceder a la carretera escalando por una pared de tres metros con la bici al hombro. Un desastre, aunque se superó gracias al trabajo en equipo.
Por carretera hasta el hospital y allí entramos en la vía: un pinar con arena en el suelo, bastante mal señalizado, pero agradable de ciclar a esas horas del mediodía. Era difícil encontrar el camino adecuado entre el laberinto de senderos.
De repente, una aparición. Una bella mujer, montada en un precioso caballo. Se detiene e intercambia algunas palabras con nosotros, mientras el colectivo masculino kangrena trata de aprehender su belleza en un instante.Esos segundos eternos que dejarán un vivido recuerdo en los que somos desde entonces sus más fervientes seguidores de su belleza y porte. Ella nunca envejecerá en este, su blog.
Alcanzamos la pequeña carretera y ya no vemos más accesos a la vía verde, así que seguimos su trazado. Con un buen piso y sin trafico.
El problema llega cuando nos acercamos al Marquesado. Más trafico, sin arcén y sin sombra, por una zona de urbanización tan constante como ilegal, que crece con un orden que solo los de allí comprenden. Una carretera pestosa que parecía no acabar nunca.
Llegamos, al fin, a la entrada de Chiclana donde comeremos.
CRÍTICA CHICOTERA: Mesón Aderezo (Chiclana) Elegimos este sitio por estar enfrente del Mc Donalds y más nos hubiera valido ir a la mega cadena de burgers, para alimentarnos con fundamento. Nos instalaron en la acera, que no terraza, y enseguida observamos que había poco personal, por lo que armados con paciencia (y la bolsa de chicotes a punto), nos aprestamos a esperar nuestro turno. Nos tomaron nota, nos bebimos el Guadalquivir. Nos sacaron el primer plato, nos bebimos el Guadaira. Nos sacaron el segundo plato, nos bebimos el Guadiaro... Total un desastre.
El menú tenía buena pinta, pero la cocina era pésima y todos los platos eran similares, aprovechando las cazuelas de tapas que tenían en la barra. Las patatas fritas estaban incomibles y la proteína era escasa y cortada en daditos (solo faltó que nos regalaran la coronita de papel del menú infantil). Eso sí todos los platos estaban bien surtidos de verduras, lo mejor de la comida.
Por asesinar a las pobre patatas fritas:
Después de la peculiar parada para comer, recorremos los arrabales de la localidad de Chiclana de la Frontera, buscando la urbanización Novo Santi Petri.
Una vez allí nos saluda un desagradable compañero de viaje, el peor para un ciclista, que nos acompañará los próximo días. El viento.
La urbanización está desierta y las casas apenas permiten divisar el mar. El recorrido, con la modorra siestera, se hace monótono y aburrido.
El camino se desvía por un pinar, buscando huir de la civilización al menos minimamente, pero nosotros decidimos seguir por la carretera hasta el faro de Roche. Allí parada para divisar nuestro destino Conil y toda su bahía hasta el cabo Trafalgar. Hermosa vista que nos reconforta después del esfuerzo realizado.
Cuando creemos que Conil está cercano, que tan solo hay que tomarlo con un descenso, aparecen los habituales toboganes costeros, que separan playas y acantilados, siempre con fuerte pendiente. Uno de ello sirvió como rompe piernas para los más justos de fuerzas, y como terreno de juego para las competiciones de los más en forma.
Al fin entramos en la localidad donde, tras visitar el hostal, disfrutaremos de su playa en un día casi veraniego. Así como de su parte vieja, tan turística, al caer el sol, justo después de cenar.
CRÍTICA CHICOTERA: Cervecería Los 3 hermanos (Conil) lugar de tapeo, surgido al calor del éxito de la cervecería Los Hermanos, un clásico en el pueblo. Estaba bien el sitio, con una buena y variada carta de raciones y montaditos, servidos con diligencia y cocinados con gusto. A destacar la hamburguesita de Retinto, muy sabrosa. Lo peor es que para poder cenar con fundamento hay que comerse media carta, pero bueno eso también pasa en Donosti y a los turistas les encanta.
Motando, montando nos hacemos una ración:
0 CHICOTES
CRÍTICA CHICOTERA: Hostal el Yunque pasamos del frío albergue de Chipiona, al calor familiar de este hostal. Muy simpática y atenta la dueña, que nos atendió de maravilla. Las habitaciones eran un poco pequeñas (las triples), con el mobiliario un poco viejo. Sin embargo los baños estaban bien, y disponían de geles de ducha y champús, tan codiciados por los viajeros más cleptómanos o fetichistas. Lo peor es que no tenía un lugar especifico para dejar las bicicletas y tuvimos que subirlas al primer piso, a un patio interior.
Nos hizo la colada y nos nos quiso cobrar, lo que teniendo en cuenta que eramos 11, es más que un detalle. Chapeau
Caí por la madruga, como me huele a sal mi Caí (La Niña Pastori):
0 CHICOTES
Qué buena la apelación a la musa amazona.
ResponderEliminarEntonces ¿vosotros también la visteis? ¿No es sólo fruto de mi calenturienta imaginación?