ETAPA 0: BURGOS-VIVAR DEL CID

Burgos, la vieja capital castellana, era el punto de encuentro. Meses de preparativos, sueños y entrenos desembarcaban en la vetusta estación de autobuses. Bicicletas y kangrenas con el freno de disco echado ante la ansiedad del momento. El reencuentro se produce, la marcha tendrá que esperar aún unas horas más.
Isidro, impaciente e hiperentrenado, apenas pisa el suelo burgalés, monta con presteza su Specialized y ayuda a que Auxi esté preparada. Vivar del Cid espera. Apenas nueve kilómetros que salvar. Allí serán investidos como caballero, y dama, humillandose ante la Tizona. La espada les proclama aptos para la labor encomendada, seguir los pasos del Sidi Rodrigo, que en aquel lugar vino a nacer. Los salvoconductos les serán de ayuda en los polvorientos caminos para encontrar refugio y comida, con los que reponer las fuerzas menguadas por la dureza del trayecto.
El Cid convoca a sus vasallos; éstos se destierran con él.
Adiós del Cid a Vivar.


Desde Madrid arriban Xabi, Juanjo y Jesus, el novicio kangrena. En el mismo anden confluyen con Jon, que ya ha montado las alforjas en su burra. La decisión está tomada: Vivar puede esperar, el burgo, con sus callejuelas estrechas, su magna catedral y sus especialidades culinarias les esperan.  Paso previo, estabular las monturas en el albergue peregrino. Lugar previamente elegido para pernoctar, que in situ no es muy del agrado de los caballeros mesetarios por su incomodidad y masificación. El diligente Jesús pronto encontrará una fonda que mejor se adapte a la calidad de los viajeros. El modesto Payi, así como la guanche pareja, sí que disfrutaran de los olores y ruidos corporales de los cansados peregrinos.

Así acampó Mío Cid cual si anduviera en montaña.
Prohibido tiene el rey que en Burgos le vendan nada
de todas aquellas cosas que le sirvan de vianda.
No se atreven a venderle ni la ración más menguada(...)


La cena es el punto de encuentro de los dos grupos. Anécdotas pretéritas y horizontes venideros comparten mesa con un modesto menú servido con diligencia y premura, ya que el hospitalero marca fuertes restriciones para facilitar el reposo de los romeros de Santiago. La campana suena y la puerta inexorable se cierra. Mañana será otro día.

Habló Martín Antolínez, escuchad bien lo que ha dicho:
"Mío Cid Campeador que en tan buen hora ha nacido,
descansemos esta noche y mañana ¡de camino!
porque he de ser acusado, Cid, por haberos servido
y en la cólera del rey también me veré metido (...)


Mientras, en los dominios del comte de Barcelona, los kangrenas cuatribarrados aprestan sus cabalgaduras para el largo viaje nocturno. Castilla se les presentará con su cara más oscura y fría. En duros bancos tendrán que esperar el alba del primer día. Alguna fonda tempranera les reconforta con sus viandas ,mientras tratan de contener el sueño con los deseos de aventura. El sol rompe por el levante, huerfano de mar en estas tierras. La tediosa y gélida espera termina. Es hora de partir.

"Campeador que en bendita hora ceñiste la espada,
el rey lo ha vedado, anoche a Burgos llegó su carta,
con severas prevenciones y fuertemente sellada.
No nos atrevemos, Cid, a darte asilo por nada,
porque si no perderíamos los haberes y las casas,
perderíamos también los ojos de nuestras caras.
Cid, en el mal de nosotros vos no vais ganando nada (...)



Comentarios

  1. Qué gran trabajo ir enlazando nuestra pequeña aventura con los pasajes del Cantar... Eres un maestro, Jon. Algún día tendrás que dar el paso y hacer un relato largo que puedas publicar.
    Espero con ansiedad el resto del relato.
    JotaPé

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