ETAPA 6: ROQUE DE LOS MUCHACHOS-REFUGIO DEL PILAR

 24 km

Dificultad media

Etapa con un claro perfil de descenso que se complicó por las condiciones meteorológicas.

Comenzamos la jornada en el mismo parking que acabamos la anterior. Pero esta vez la niebla y el frío eran más protagonistas que el cuervo "gorrilla" del aparcamiento. La temperatura era realmente baja y el viento la rebaja todavía más.

Auxi e Isidro deciden no salir, debido a las condiciones, y nos instan repetidas veces a que entremos de nuevo en el auto, pero esto a los demás lejos de resultarnos un problema nos resulta un acicate.

Decidimos trotar para entrar rápidamente en calor, pero las manos no se activan y apenas tenemos cómo protegerlas. La primera media hora resulta complicada en ese sentido, pero muy divertida. Sobre todo porque los más runners se despachan a gusto por la sencilla ladera por el que transita el camino.

Lo peor es que la niebla impide que veamos el espectáculo de la Caldera de Taburiente que dejamos pendiente el día anterior. Apenas vemos los pequeños montículos que transitamos y notamos el vacío a nuestros pies por la intensidad del viento en algunas de las zonas expuestas al oeste. 

Observamos los picos de La Cruz y de La Nieve antes de dejar el pedregoso camino e internarnos en un bosque de coniferas. El descenso empieza a ser pronunciado cuando encontramos por casualidad, en una curva de la senda, el refugio de Punta de los Roques.

Nos refugiamos en la cabaña, que nos sorprende por su comodidad y limpieza. Aprovechamos la larga mesa con bancos para comer y descansar por un momento. Hubiera sido sin duda una buena opción para pasar la noche sin tanto viaje en carro. Después de trastear  por la cabaña decidimos retomar nuestra ruta.

La niebla comienza a difuminarse poco a poco y comienzan a aparecer corredores de trail que están preparando la ultra. Uno de ellos nos dice que prepara la intermedia, que sale desde el Pilar y llega hasta Tazacorte. A nosotros, visto lo visto estos días, tampoco nos parece para tanto. ¡Pero es que los kangrenas somos así!

En un momento de la ruta nos cruzamos con un corredor de montaña acompañado de un perro. Un par de kilómetros después sabremos que el perro no era suyo sino de un senderista que desesperado sube mucho más rápido de lo que hubiera deseado para encontrar a su mascota. El perro decidió que el ritmo y la compañía adecuados eran los de otro. Nos pregunta si hemos visto al can y al contestarle afirmativamente lanza un exabrupto y acelera aún más el paso.

Finalmente nos encontramos con Auxi e Isidro que suben sin prisa desde el refugio de el Pilar, donde dejaron aparcado el auto. Han subido un buen tramo de etapa, pero a pesar de todo se nota que están pasando frío todavía. Cuando nos encontramos dan media vuelta para retornar por donde han venido.

El último tramo del día resulta bastante llano y con el suelo muy húmedo, pero lo transitamos rápido y sin ningún problema. La única pena, de nuevo, es que esperábamos ver la boca del volcán Cumbre Vieja desde arriba y las nubes nos lo han impedido. Ahora ya circulamos por el collado, pero mucho más al sur. Quizás en otra ocasión.

Llegamos finalmente al aparcamiento. A pesar de que las condiciones no son las más adecuadas, está repleto de turistas, senderistas, ciclistas y cualquier otro -ista al que le apasione la naturaleza. Es un sitio precioso y el recorrido ha sido muy disfrutón.

Decidimos, tras hidratarnos y cambiarnos de ropa, bajar por la ladera este e ir a comer a un guachinche cerca de la casa. elegimos uno que hemos visto al pasar varias veces. Llamamos antes para reservar mesa, pero realmente luego no había demasiado problema.

El guachinche Suancar & Bea resulta bastante tradicional, casero y sin demasiadas ínfulas. Comida sencilla, a un precio económico, pero tampoco es una de esas experiencias para recordar toda la vida. Los platos estaban bien ejecutados, pero tampoco ninguno resultaba demasiado espectacular. El servicio es un poco lento al principio, pero en cuanto nos toman nota enseguida comienzan a parecer los numerosos platos. 

Retornamos a la base después para poder descansar. Otro nuevo día, el último, nos espera.



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