18 Km
Dificultad alta (+1.200m).
Etapa dura por las dificultades orográficas, con continuos descensos y ascensos a profundos barrancos y acantilados y a la inexistencia de puntos de avituallamiento en la ruta, pero bellísima por su naturaleza salvaje y su nivel deportivo.
Nos despedimos de la costa norte de la isla por todo lo alto. Salimos pronto para recorrer con el coche los apenas 60 kilómetros de distancia entre la casa y Franceses, que realmente se convierten en más de una hora de trayecto. Aparcamos en la plaza de la localidad y rápidamente nos ponemos manos a la obra, abandonamos el camino asfaltado y nos dirigimos a la primera barranca del día.
Sin solución de continuidad descendemos por una senda pedregosa, 400 metros de desnivel para ascender otros 200 "a pico", volver a bajarlos y ascender otros 500 metros de desnivel. Todo esto en apenas 9 kilómetros.
En mitad de la ruta recibimos el aviso de que se ha producido un apagón general en la península, pero no podremos saber si la isla de La Palma está afectada porque no encontraremos ningún núcleo poblacional en las próximas horas.
Tras remontar una última cota de 100 metros acumulados comenzamos el descenso, nada sencillo tampoco, mientras observamos el cabo que marca el límite costero entre el norte y el oeste de la isla.
El paisaje se ha vuelto árido y no encontramos una sombre donde pararnos un momento a descansar y a comer el bocadillo, así que elegimos una curva de la carretera sin ninguna comodidad para avituallarnos. Mientras estamos con el emparedado, Paco se dedica a tirar piedras porque no le ha gustado la decisión de parar en un lugar tan inhóspito.
Un par de barrancos mucho más benignos nos separan de nuestro destino. Al divisar las calles de la localidad sentimos alivio al ver que la energía eléctrica no ha sufrido ninguna avería en la isla.
Nos refugiamos en el primer bar que encontramos mientras decidimos si es mejor continuar unos kilómetros más o dejarlo para la siguiente jornada. Finalmente decidimos que, debido principalmente a las dificultades logísticas, regresamos a la casa después de comer.
Comemos en la Cafetería bar La Plaza, donde la amable camarera eslava nos habilita una mesa a la sombra. Pedimos algunos platos típicos isleños y nos dejamos aconsejar por ella. El vacile camarera-clientes es continuo y el buen ambiente en la plaza se contagia. El refrigerio resulta apetecible y a un precio muy competitivo y eso que, como siempre, la cuenta de las cervezas es mayor que la de la comida.
El servicio regular de autobuses de la isla, TILP, es un lujo, pero en esta ocasión la previsión del horario falla y tenemos que esperar al minibús que nos llevará a Franceses durante más de media hora.
Al entrar en el transporte observamos una fauna local y foránea de lo más variada. El conductor charla amigablemente con otro compañero fuera de servicio mientras gestiona con solvencia las numerosas curvas y contracurvas de la carretera.
A nosotros el trayecto andando nos ha costado más de cinco horas realizarlo, pero al autobús tarda más de 45 minutos que se nos hacen eternos.
Al fin llegamos a Franceses, tomamos el coche y después de otra hora de viaje llegamos exhaustos a la casa de alquiler. Nadie tiene demasiadas ganas de salir, así que nos quedamos en la casa descansando.
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