23 km.
Dificultad media, más por larga que por dura (6 horas).
Comenzamos por cuestiones logísticas en la capital palmera la primera etapa del Camino del año 25, tercer año consecutivo que nos decidimos por una isla tras los viajes a Gran Canaria-Tenerife y Menorca.
Como es tradición, la salida de la ciudad fue un caos y nos perdimos. La culpa fue nuestra al dejar a un lado las indicaciones y avanzar por el reformado paseo marítimo de la capital.
Nada más abandonar el casco urbano nos internamos en una pista de tierra rojiza y comenzamos la primera, de numerosas, ascensiones. El sol todavía da tregua y resolvemos la primera cota sin demasiado problema.
Después recorremos un tramo largo de arcén de la carretera LP1, que a pesar de ser la vía principal de la isla apenas tiene tráfico.
En el kilómetro 5 dejamos la carretera, cruzando al lado izquierda, y comenzamos una nueva ascensión. Una tachuela dura que resuelve una curva de la LP1 ascendiendo casi 300 metros. Todavía no lo sabemos, pero estamos entrenando para lo que será el senderismo en la isla de La Palma, un sube y baja tan continuo como duro. Unas cuevas enormes en la base de la colina son lo más remarcable de una ascensión tan empinada como constante.Llaneamos unos kilómetros hasta otra segunda cota en el kilómetro 8, muy parecida a la anterior. El ánimo es bueno y la resolvemos gracias a los habituales toques de humor de Paco.
Al retomar la carretera en el kilómetro 10 cruzamos al margen derecho de la misma, el más cercano al mar al ir en dirección norte, y el paisaje cambiará radicalmente. Pero antes hacemos una parada en Puntallana. En este punto es donde las guías fijan el fin de la primera etapa, pero nosotros hemos decidido estirarla sabedores de nuestra constancia y capacidad física. Aunque después entendimos la recomendación, teniendo en cuenta lo que quedaba por llegar.
No encontramos un bar adecuado donde beber algo y comer el bocadillo que preparamos a la mañana en la casa. Al final nos decidimos por un banco cerca del super del pueblo. Unas bebidas azucaradas, unos "dulcitos", el bocadillo y a seguir.El asfalto es sustituido por las retamas y los arbustos y comenzamos a ver plataneras y aguacateros. El canto de los pájaros es continuo en una zona muy poco transitada, por no decir nada transitada, y se respira más tranquilidad. El ánimo mejora y el andar es rápido ya que la senda es buena, aunque poco cuidada y transitada y la vegetación se ha hecho dueña de la misma.
En general hay que remarcar que la señalización del GR es muy bueno, pero la falta de senderistas y de cuidado ha "cerrado" el paso en algunos tramos y entra dudas si ese es el camino correcto ya que la hierba domina muchos de los tramos. En esa zona, además el plástico que cubre algunas plataneras desluce el paisaje, maravillosamente enmarcado por ese mar y esa costa tan agreste como fascinante.
En un momento de la marcha, Paco le pide a unos agricultores que estaban recogiendo aguacates que nos regalen algunos frutos y estos, muy amables, le arrojan unos cuantos.El barranco de la Galga es el primero de este tipo que gestionamos esa semana y quizás uno de los más sencillos. Apenas 200 metros de descenso para remontarlos de nuevo sin solución de continuidad en menos de 2 kilómetros. De esa forma, más o menos, se repetirá varias veces hasta llegar a la meta ese primer día..
Llegamos a buena hora al final, a la misma puerta de nuestro hogar por unos cuantos días, y resulta un placer poder ducharse, comer y descansar nada más finalizar la jornada y sin tener que hacer "chek-in" ni dar explicaciones a nadie.
La tarde la dedicamos a conocer un poco más Santa Cruz, recorrer sus maravillosas calles coloniales y a hacer algunas compras para poder cocinar una cena gustosa en la casa.
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