Camino Canario Etapa #3 Tejeda-Gáldar

 De como todo lo que sube baja y de todo isla que empieza acaba.

Madrugamos para evitar el calor un día más. Isidro y Auxi lo hacen aún más para llevarnos desde Tejeda hasta el alto de la Cruz de Tejeda en coche. Realmente la etapa de ayer acababa en el alto, pero no nos daba el presupuesto para dormir en el parador, así que apañamos el desvío para ir directamente al pueblo.

Subimos en coche la curvada y empinada cuesta hasta llegar a la zona del parador donde nos espera Auxi. Comenzamos la marcha con una niebla y un frío desconocidos por nosotros desde que aterrizamos en la isla. La ruta, muy frondosa en esa zona, pica hacia arriba, pero la temperatura hace muy agradable el paseo. Nos vamos reencontrando continuamente con Isidro que va moviendo el coche de ubicación en ubicación acercándolo a Gáldar.

Llegados al mirador degollada de las palomas, la ruta, que discurre por un pinar como el día anterior, comienza a deslizarse hacia el mar que se atisba a lo lejos, hacia el norte. Andamos a buen ritmo, descendiendo, entretenidos por la conversación sobre la situación del turno de oficio en la isla. La jornada se presenta animada un día más y los kilómetros pasan casi sin enterarnos.


Llegados a un punto, cerca del mirador Picos de Gáldar, la tierra cambia, se vuelve más oscura, las más de las veces  negra y las montañas, sin el sustento de los altos pinos, parecen gigantescas dunas de lava. Es un paisaje nuevo para algunos de nosotros y por ello lo disfrutamos mucho más. Al fondo podemos ver la capital y su puerto comercial. Miramos sorprendidos nuestros GPS porque apenas quedan unos kilómetros para llegar a Gáldar y, a pesar de que llevamos un buen tiempo en claro descenso, todavía permanecemos a más de mil metros de altura. Parece como si para llegar al mar tendríamos que descender por un acantilado.

El trayecto se vuelve más pesado y mucho menos atractivo cuando pisamos el asfalto. Comenzamos a atisbar nuestro objetivo a lo lejos, pero ahora sí que las piernas parecen pesar algo más. Jesús nos va contando sus sensaciones acerca de las reuniones de exalumnos de su colegio de primaria y charlamos largo y tendido sobre la impunidad, el bullying, la perversión humana y sobre cómo tratamos de edulcorar el pasado por muy terrible que haya sido, o por eso mismo.

Isidro aparece y desaparece en las curvas de la carretera para acompañar al grupo al menos durante un instante. Esta vez no puede hacer sus gracietas sobre la bici así que se dedica a juguetear con el coche de su mujer. Se muestra divertido, como es él, como un niño grande que disfruta y hace disfrutar.

En una esquina, junto a un parque atestado de basura de campistas, encontramos el típico mojón del Camino de Santiago lo que indica cuánto y cómo de serio se han tomado los canarios la señalización de esta ruta. Sin duda la mejor señalizada de las que hemos realizado y eso que las conocemos casi todas. Pero de este tipo de monolito, tan peculiar, será el primero y el último que veamos y por supuesto se merece la foto de rigor.

A media altura comienza un ecosistema totalmente diferente a los que hemos conocido en la isla. La hierba inunda las praderas en cuesta y el paisaje semeja por un instante más al Cantábrico que a Gran Canaria. Incluso, en el barranco de Anzofe, vemos agricultura de regadío, como una plantación de lechugas, y algunas granjas de animales, sobre todo ovejas. Parece que estamos en otro planeta, después de haber pisado lava hace tan solo unos pocos kilómetros. Apenas encontramos núcleos grandes ni ningún lugar donde tomar un hamaiketako o un refrigerio o tan solo unas cervezas, así que seguimos hacia abajo con devoción y ganas de lograr el objetivo del día.

En una cuesta abajo ya muy pronunciada, retomando la carretera, llegamos al barrio de Anzo ya en el municipio de Gáldar. El centro de la ciudad se divisa todavía lejos, aunque el rutometro indica que está a apenas unos pocos kilómetros. Hacemos un rápido descenso hasta llegar a los suburbios de Gáldar. Allí encontramos multitud de construcciones derruidas, aparentemente fabriles. Muros de piedra y adobe derribados porque ya el futuro no es tan halagüeño como fue el pasado en la zona. Los plataneros tardan en aparecer porque están desapareciendo por esa zona que sufre un proceso de aridez notable. Aún así, Paco no puede evitar acercarse a la primera plantación que ve accesible y el resto de godos, como buenos turistas, no podemos negarnos a esa postal tan canaria.

El resto del camino hasta llegar al centro de Gáldar es poco reseñable. Zonas abandonadas y ruinas por doquier, así que de vez en cuando volvemos la vista atrás para volver a observar las enormes y preciosas montañas desde donde venimos. Isidro nos cuenta que hay una carrera muy importante en la isla que sale de Gáldar y que asciende inmisericorde el colosal puerto de montaña que hemos descendido... y otros peores. 

Entramos a Gáldar ayudando, como buenos samaritanos, a empujar un coche que se había quedado averiado en la calzada. El sol aprieta con fuerza y buscamos dónde refugiarnos. Recorremos los últimos metro del día callejeando por el precioso casco histórico de la ciudad. De estilo colonial cuenta con sitios tan emblemáticos como la Plaza de Santiago, la oficina de turismo, que oculta un espectacular drago, o la iglesia dedicado al Santo Iago.

Tomamos unas cervezas en un local regentado por asiáticos, pero  la gastronomía deja bastante que desear así que buscamos otro sitio para comer. Después de hacer una buena prospección nos decidimos por el restaurante La Cuarta situado en una esquina de la plaza. Las mesas de fuera estaban abarrotadas, así que nos colocaron en el interior del local y tuvimos que esperar un poco para que nos atendieran, pero luego el servicio fue de maravilla. Pedimos un plato cada uno para poder probar un poco de todo y la verdad es que estaba bastante bien. Es un local para turistas, pero respetan la cocina local sin hacer demasiadas barbaridades como estamos acostumbrados. El precio era un poco más caro para lo que se estila, pero la verdad es que estuvo muy bien.


Una vez llenos nuestro estómagos, nos despedimos de nuestros anfitriones canarios hasta el día siguiente, y fuimos hasta el alojamiento. En este caso habíamos alquilado un par de habitaciones en la Casa el Terrero. El nombre hace referencia al terreno circular de tierra donde se lleva a cabo la lucha canaria y oda la casa estaba decorada con esos motivos. Un pasillo empedrado dejaba a ambos lados las puertas de las habitaciones para dirigirse a un pario interior por donde se colaba las últimas luces del día. Las habitaciones estaban muy bien, pero no estaban cerradas del todo y se colaban los ronquidos de unos y las conversaciones de otros, pero por lo demás era un sitio fenomenal. Además de la cocina con todo lo necesario para un buen desayuno y un esplendido centro frutal, en las habitaciones disponíamos de chocolatinas, cafetera y otros pequeños placeres que hacían complicado salir de allí y volver al centro urbano. Por ello cuando quisimos acceder al museo de la Cueva Pintada nos encontramos que estaba ya cerrado. En otra ocasión será.

Así que la tarde la pasamos deambulando por el centro del pueblo, observando las estatuas que recuerdan a los habitantes autóctonos de la isla, los guanches, y tomando unas cañas en un centro de Gáldar al que le costaba desperezarse de la siesta, al igual que nos había sucedido a nosotros.
No deseábamos cenas copiosas así que nos decidimos por un bar al lado del mercado que estaba frecuentado por clientes locales. La camarera muy "echada palante" y dicharachera disfruto de tener a unos clientes tan peculiares y nos vaciló durante un rato bueno. Eso sí no supimos lo que pedíamos porque ni había carta ni ella estaba demasiado interesada en recitarla. Nos comimos unos bocatas variados, algunos recomendados por ella, y la verdad es que estaban bastante bien, sin echar cohetes, pero calidad/precio de cine en la dulcería Joyocayo, aunque según San Google está ya cerrada permanentemente, así que no hagan esfuerzos en ir a buscarla. En cuanto pasó Salva por allí decidieron dejar el negocio, desesperados.

Y sin más ni más decidimos retirarnos para poder descansar de cara a la siguiente jornada.


Comentarios