Camino Canario Etapa #1 Maspalomas-Tunte

Ni un año sin una situación rocambolesca y en este año tan especial iba a ser muy pronto. La primera noche antes de la salida. Porque no todos los inicios tiene que ser ideales. O sí.

Auxi hizo de maravillosa anfitriona para los catalanes, Paco y Salva, que descubrieron con ella los placeres de la gastronomía local y los rincones más especiales de la costa este de la isla de Gran canaria.

Tanto Jon como Jesús llegaron ya de noche siendo guiados hasta Maspalomas por Aythami en su doble papel de taxista y padre. Nos reencontramos un año más en la puerta de la pensión San Fernando. El lugar nos hizo retrotraernos a los viejos tiempos en los que descubríamos los hostales más cutres de la península. Paco y Salva habían escogido, para mal, primero habitación y por los olores más parecía que estaban en la cocina del kebab de abajo que en un lugar de descanso. Así que de descansar poco o nada.

El Hostal San Fernando es tan cutre que las 3 cucarachas se quedan cortas. El recepcionista fue bastante desagradable y nos obligaban a identificarnos todo el tiempo para poder acceder a la habitación. Esta era muy sencilla, sin aire acondicionado, que para el calor que hacía en esas fechas, era un hándicap, y lo del olor en la habitación ya fue demasiado para los catalanes. Mira que conocemos sitios, pero este tiene premio.

Para ir a tomar algo elegimos un bar dentro de la galería comercial situada enfrente del hostal. Era la noche de Halloween y para amenizar la tarde tocaba un grupo muy particular, disfrazado para la ocasión de bailarinas de can can o algo así. Entre el grupo de baile destacaban un enorme cuerpo masculino y otro barbudo a las voces. El cuadro se completaba con una mujer entrada en años que bailaba sola las versiones que tocaban con el órgano. Fue una entrada en la realidad canaria un poco exagerada, curiosa, grotesca, pero muy, muy divertida.


Cenamos con Aythami una hamburguesa en un local de una franquicia, 200 gramos, donde la camarera fue muy simpática y la comida  estuvo bastante bien. Disertamos, y mucho, sobre la casualidad y la causalidad que es un tema perfecto para plantear en un restaurante de comida rápida.

Nos despedimos de nuestros dos anfitriones, porque no son horas para los niños ni para los viejos, y nos dirigimos a la habitación. A la mañana siguiente nos despertamos con un calor ya sofocante, nos despedimos del hostal y, después de desayunar unas pulgas de jamón, fuimos en busca de un taxi que nos llevara al faro de Maspalomas, punto de salida.

A pesar de llevar meses preparando este viaje, la imprevisión hace acto de presencia desde el primer día. No tenemos en cuenta el cambio de hora, no planeamos madrugar y nos tomamos el desayuno con paciencia, así que a las 9 de la mañana, y con el sol pegando ya de plano, comenzamos la andadura, después de tomarnos la foto de rigor.

El primer tramo del recorrido es totalmente urbano. Vamos alegremente conversando mientras desciframos el track para cruzar la acera, atravesar una carretera o superar una rotonda. Urbanizaciones y campos de golf hasta salir a una zona muy descampada donde a lo lejos se avistan ya las montañas.

Tomamos la senda del Barranco de Fataga que al principio es bastante llano. Apenas hay vegetación, está muy seco por la reiterada falta de lluvias y el terreno es poco atractivo. Poco a poco las paredes a nuestro alrededor se van haciendo más y más altas. El terreno es bastante monótono y solo cambia de sentido al acercarnos a la necrópolis de Arteara. El descenso hasta la base del cañón es sencillo, aunque hay bastante piedra suelta. En la necrópolis guanche es bastante difícil distinguir los túmulos de piedra del resto de clastos apilados allí por la erosión de la montaña. Aún así es el punto más significativo del recorrido del día. 

Atravesamos Arteara, que no tiene ningún establecimiento, al mediodía. Cruzamos la carretera, muy concurrida por ser domingo, y comenzamos a ascender buscando Fataga. El sol aprieta bien y hay que hidratarse continuamente, así como llevar un ritmo medio bajo que evite la transpiración excesiva. Es sin duda una situación y un terreno desconocido para muchos de nosotros.

Nada más salir de Arteara, subiendo una loma, Paco siente que su cuerpo no funciona correctamente. Él, más acostumbrado al calor, lo achaca al mismo, pero el resto a una alimentación deficiente. Paramos a descansar para que se recupere con la idea de llegar a Fataga a almorzar.

Poco a poco va superando sus problemas y consigue, con más sufrimiento del esperado para el primer día, recorrer el escaso kilometro y medio que le separa del único pueblo con bar de la zona. 

Tenemos que atravesar todo el pueblo hasta llegar a una cafetería junto a la estación de servicio del pueblo, la cafetería Los Giles. Tomamos bebidas frías con desesperación: agua, cerveza, vino con gaseosa, de todo. Pedimos unas raciones, principalmente ensaladas, y quedamos bastante satisfechos, sobre todo por la calidad/precio. Pudimos recuperarnos satisfactoriamente. La camarera, muy simpática, nos sacó de dudas sobre dónde poner el acento en el nombre del pueblo y cómo romper y comer el pan bizcochado o bizcocho.


En ese momento hizo acto de presencia, de riguroso mono negro y a lomos de su moto, el simpar Muyayo, Isidro. Nos contó todas sus peripecias en su nuevo trabajo y nos emplazó para compartir jornada al día siguiente junto a Auxi. 

Al salir del bar, nos desviamos por una callejuela antes de la iglesia y aparece de imprevisto Isidro acelerando su moto. Salva se lleva un buen susto y el travieso Isidro se ríe con ganas.


Retomamos la ruta con un poco de urgencia porque este año hemos elegido el mes de octubre y anochece mucho antes de lo que estamos acostumbrados en nuestros viajes. 

El recorrido, pica definitivamente hacia arriba para superar el puerto de Fataga a la altura del mirador. Podemos divisar como el pedregoso valle que hemos superado lleva directamente a un mal en calma.

Una vez llegados a ese punto, la ruta se adentra en un pinar bastante llano hasta llegar a la localidad de Tunte o San Bartolomé de Tirajana, lugar de destino del día.

Apenas encontramos gente ni en este tramo ni en ningún otro, pero hay que destacar que la señalización es nueva y mejor que en otros caminos de Santiago con mucho más nombre. Lo que dice mucho del interés por la ruta por parte del Cabildo.

Nos adentramos en la localidad de Tunte y desde lo alto podemos ver también el valle de Tirajana, que se dirige a unos molinos eólicos situados junto al mar en Vecindario.

Llegamos cansados hasta el alojamiento para poder descansar y ducharnos. Hemos reservado en Vista Tunte y la verdad es que quedamos muy satisfechos. El apartamento era pequeño pero con todas las comodidades. El detalle del desayuno, para unos peregrinos como nosotros que madrugamos, es importante porque nos quita una preocupación a primera hora. Además pudimos lavar y secar la ropa a tiempo para el día siguiente en la bonita terraza que tiene en la azotea. 

Domingo noche y casi todo cerrado en el pueblo así que nos apalancamos en una terraza y no nos movemos ni para cenar. El tiempo, a esas horas y a esa altura, es increíble y disfrutamos de una noche entretenida entre risas y cervezas. La emprendedora dueña del bar Santiago de Tunte es la misma que la del bar Cuatro esquinas situado justo enfrente. Nos prepara unas raciones para cenar y una pizza. Todo está bastante bien, aunque quizás el precio es un poco elevado para la zona. aún más caro resulta el otro bar, que visitamos para poder avituallarnos de agua para el día siguiente. El cuatro esquinas tiene una parroquia muy particular, muy animada para ser un domingo a la noche. El local huele a rancio y vino barato, pero los precios están bien adaptados a la inflación del momento.


Por fin, después de una noche sin dormir, una larga caminata y unas cuantas cervezas, caemos dormidos, extenuados. Mañana será otro largo día.


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