De cómo siempre el final siempre acarrea alegría y tristeza a partes iguales, pero en una Sevilla en "preferia" no puede más que traer jolgorio y algarabía.
Desayunamos bastante bien en un pequeño bar de Almadén y nos aprestamos a montar las alforjas por última vez.
La ruta resultó bastante rural para acercarnos a una ciudad grande y circulamos por una sierra, arriba y abajo, hasta observar Sevilla en lontananza. Una vez que descendimos hasta Guillena, circulamos por una zona de huertas y caminos rurales.
Pisamos asfalto para superar una complicada rotonda de la autovía y nos adentramos en el intenso tráfico en la zona de Itálica.
Al llegar a Camas pisamos el rojo asfalto del carril bici sevillano. Nosotros, que ya lo sabíamos, habíamos aprovechado para limpiar las bicicletas en un área de servicio cercano. El polvo del camino quedó, mayoritariamente, allí.
El carril bici se hizo pesado porque ya estábamos deseando llegar a la ciudad y porque la hora rondaba esa zona límite entre comer y no comer.
Nos dirigimos a la Catedral para sacar la foto de rigor y dar finalizada nuestra aventura anual, mientras algunos turistas observaban, entre curiosos y desconcertados, la escena.
Finalmente nos volvemos a poner en marcha para cruzar el Guadalquivir en busca de nuestro hostel en el barrio de Triana.
Hostel Triana es un moderno establecimiento que guarda el encanto de Sevilla y de Triana. El personal resultó muy amable y dispuesto. Nos instalaron en una habitación de cuatro un tanto estrecha, pero que contaba con bastantes comodidades como taquillas o aire acondicionado. También cuenta con servicio gratuito de desayuno y una terraza cubierta con jacuzzi y hamacas para poder recuperarse de la noche sevillana. Ni que decir tiene que probamos ambas opciones y las disfrutamos mucho. El ambiente es muy juvenil y se hacen fiestas en la terraza, pero no notamos ruidos excesivos por la noche.
Ideal para disfrutar de un descanso con encanto en el barrio más popular de Sevilla.
Aconsejados por la recepcionista nos dirigimos a un establecimiento a comer un menú y acabamos en un bar de tapas.
Casa Remesal es un lugar típico del barrio, pero la experiencia fue bastante mala. El servicio lento no, lo siguiente la comida tampoco era para echar cohetes y el precio era muy alto. Entendemos que no había personal suficiente y que la Semana Santa y la Feria desgastan al personal, pero no debemos pagar los clientes por ello.
Mejor no volver.
Lo primero es la obligación y eso, el último día en bici, significa embalar los enseres y enviarlos por correo. Muy amables en la oficina de Triana donde nos facilitaron cinta y un lugar adecuado para realizar la ardua tarea de soltar las bicicletas para que quepan en la caja. La verdad que el servicio de envío de Correos ha mejorado mucho y con la particularidad que tienen, por el momento, oficinas en casi cualquier punto del país.
Después regresamos al hotel y pasamos un rato descansando en la terraza. Una vez recuperados fuimos a dar un paseo por los alrededores de la Catedral. Como siempre, Sevilla estaba muy animada y mucho más cuando la gente salió de la Maestranza. El barrio de Santa Cruz hervía entre turistas y vecinos con ganas de que comenzara la feria al día siguiente, después de un par de años de pandemia.
Seguimos tomando cervezas, acompañadas de alguna mollete, hasta que nos decidimos por hacernos un sitio en una atestada freiduría.
Freiduría El Arenal es un lugar muy popular y populoso junto a la plaza de toros. En cuanto te acostumbras, después de las restricciones COVID, a estar rodeado de gente vociferando y comiendo se disfruta mucho la experiencia. La fritura era excelente y tuvimos que repetir ronda de marisco rebozado y Cruzcampo (no había cerveza) .
Ideal para rebozarse en el ambiente taurino y la sevillanía.
Los planes para el 2023 están ya marcados. Menorca y su Camí de cavalls nos esperan.
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