ETAPA 4: GALISTEO-CACERES


De cómo recorrimos una etapa de transición, con poco atractivo, pero siempre necesarias en estos viajes.


Nada más desayunar en Galisteo tomamos dirección a Cáceres por una pista parcelaria, buscando la carretera general N-630. La mañana era fresca pero luminosa. La carretera apenas tiene tráfico y ciclamos por ella hasta Cañaveral. 
Esta parada de Cañaveral resulta obligatoria para los kangrenas. Para Jesús porque le recuerda una de sus "Madrid-Lisboa non stop" y para el resto por ser la cuna del término "mereketengoa", acuñado por el simpar Salva para referirse, en su particular vascuence, al almuerzo, allá por el lejano 2009. Allí tomamos un refrigerio y nos aprovisionamos de agua, sabedores que en los siguientes kilómetros no encontraremos nada.
Descendemos en dirección al pantano, por la misma carretera, y circulamos por sus márgenes unos interminables kilómetros. La sequía ha hecho estragos y ha sacado a la superficie estructuras y tierras anegadas hace años. La marcha se hace pesada con la vista puesta en la escasa cantidad de agua en nuestro flanco derecho. 


Pasamos de largo la señalización de la Vía porque parece que el camino no es demasiado ciclable y tenemos que retomarlo superando un terreno particular vallado, donde se encuentra las antiguas marcas. Parece que en ese tramo la autovía ha modificado por completo el trayecto.
Una vez alcanzado un pequeño otero ya encontramos la señal correcta y circulamos por una desierta pista forestal. La vegetación es escasa y el terreno muy seco, así que se levanta constantemente polvo. Apenas unas pequeñas lomas frenan la marcha del grupo que, ahora sí, circula unido.
Llegamos al mediodía a Casar de Cáceres y buscamos un local donde comer un menú que sentimos habernos ganado con creces. Preguntamos a varias personas por un lugar adecuado y nos señalan uno al final del pueblo, en nuestra dirección, pero al ser lunes está cerrado.

Restaurante El secreto ofrece un menú del día muy económico. La terraza está casi completa y la mayoría de la clientela ya ha comido. El servicio es bueno, sin alardes, y la comida suficiente, sin ostentaciones. No lo recordamos por ser demasiado bueno ni demasiado malo, así que nos ha costado recordarlo.
Menú del día para salir del paso.

Mientras tomamos el café, un parroquiano nos advierte que una de las bicicletas tiene una rueda pinchada. Nos levantamos a repararla y cometemos uno de los mayores errores posibles: tratar de arreglarla dando la vuelta con las alforjas puestas. Pero de eso nos daremos cuenta poco más adelante cuando salta uno de los pulpos que estabilizan las alforjas de Jon y están a punto de dar con este en el suelo y doblar la piñonera. Trata de ajustarla, pero no lo consigue, así que los ultimas pedaladas en ascenso en dirección a Cáceres suponen una tortura, por la imposibilidad de cambiar la marcha y el miedo a romper la bicicleta. Marcha en solitario, rompiendo la unidad del grupo, en busca del apartamento y de un mecánico.

Apartamento 3 de damas está estratégicamente situado en el centro histórico de la ciudad. Tiene una curiosa estructura como de una cueva, con habitaciones que se comunican entre ellas directamente y un pasillo prácticamente ciego. Resultó un poco justo para cinco, ya que Jesús tuvo que dormir en el sofá, pero muy adecuado para cuatro. Tuvieron que compartir cama Salva y Paco y como resultado el jubilado se pasó la noche "en blanco". La cocina-salón-comedor era pequeña, pero allí nos apañamos para cenar unas viandas locales compradas en el supermercado.
Ideal para turistas que quieran visitar Cáceres y que tengan muy buena relación entre ellos.

Las bicicletas necesitaban un buen repaso y nos dirigimos a Bicicletas Cáceres. El trato fue increíble, rápido y barato. Por allí anduvo trasteando Salva, interesado en que el mecánico le enseñara cómo cambiar las pastillas de freno de su bicicleta. En esas situaciones desesperadas, que de vez en cuando se dan en nuestro viajes en bici, resulta imprescindible encontrar un trato humano que entienda lo crucial del momento y normalmente eso se suele encontrar en las pequeñas tiendas como esta de Cáceres. Mucho más que recomendable si necesitáis ayuda en la ciudad.
 

Una vez solucionados los problemas técnicos nos encaminamos a esa maravilla de la humanidad que es el centro histórico de Cáceres. Recorrimos sus calles, sus callejuelas y sus plazas. Observamos la devoción mariana en la Concatedral, donde por un momento se perdió Salva en busca de un sello para nuestra credencial. Disfrutamos con el ir y venir de la gente por la maravillosa Plaza Mayor de la ciudad y nos quedamos embelesados con el bello color de las piedras al atardecer. Una mañana prescindible, pero, sin duda, una tarde inolvidable.
Picamos algo en la Plaza Mayor, cómodamente acomodados, y nos dirigimos al apartamento donde acabaría la tarde con una cena a base de embutidos y quesos locales.


 

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