De cómo tuvimos, al fin, una etapa con unas condiciones para poder disfrutar rodando.
El día amaneció con un cielo azul que, después de los días anteriores, presagiaba una buena jornada ciclista.
Después de desayunar en el albergue, comida que venía incluida en el precio, nos abrigamos bien y partimos buscando la vía verde que abandonamos el día anterior. Pero antes nos acercamos a la localidad de Hervás, famosa por su judería, donde nos encontramos con la salida de una carrera de trail. Observamos el espectáculo atlético e incluso Paco y Salva tomaron la salida con todo el grupo, ante las risas generalizadas.
Al quedar despejada la parte antigua de la población, dimos una vuelta en bici para contemplar sus estrechas callejuelas.
Allí mismo retomamos la vía verde que abandonamos el día anterior. Es domingo y el camino está repleto de gente que camina o pasea en bicicleta. Incluso vemos algunos mochileros que buscan con la mirada. a lo lejos, la sierra de Béjar.
Ciclamos por la vía hasta más allá de Casas del Monte, donde cruzamos la carretera y tomamos una parcelaria y unas carreteras locales no en demasiadas buenas condiciones, pero sin tráfico.
Buscamos, y encontramos, la antigua ciudad romana de Cáparra, hito fundamental de La Plata.
Allí observamos los restos de la esplendorosa ciudad que un día fue y departimos con un par de parejas que andan haciendo turismo por la zona. Y como es de recibo nos hicimos la obligada fotografía bajo el arco de entrada a la ciudad.
Tras unas dudas sobre la salida, el típico problema que te encuentras cuando la señalización está orientada hacia el otro lado, recorremos unos kilómetros entre fincas valladas para proteger las ganaderías.
Al sobrepasar Oliva de Plasencia, en un descenso, el grupo se separa y no atiende a la señalización, así que tenemos que reagrupar un poco más adelante y volver a ascender lo descendido.
Existe una nueva señalización, que no aparece en los tracks antiguos, de "Euroveló" que ha variado el trazado anterior, más cercano a la actual autovía. Toma una carretera de servicio junto a una acequia que rodea el valle en dirección a Carcaboso. Es muy sencilla de recorrer y el paisaje lejano es muy apreciable, aunque al final acaba siendo un poco aburrida.
Nos plantamos en Carcaboso cuando el calor, por primera vez, empieza a apretar y decidimos parar a descansar y avituallarnos. Mientras estamos sentados en la terraza aparecen un grupo de ciclistas, sin alforjas, que dicen dirigirse hoy a Cáceres. Creíamos que seríamos originales, pero ya vemos que no somos los únicos que pedalean hacia el sur. Su porte y sus monturas poco tienen que ver con las nuestras, pero no les envidiamos no poder disfrutar sin prisa del refrigerio y de la ruta.
En el bar la gente está en el vermut del mediodía del domingo y un tipo, que se ha tomado ya el vermut de toda la semana o de todo el mes, se nos acerca a hablar sobre sus buenos tiempos como boxeador amateur.
Bar Zapp 2.0 es el local que elegimos. Al principio el bar está a tope y el servicio es muy lento, pero al final el camarero, más relajado, nos da un buen servicio. El menú es muy amplio con raciones, hamburguesas, platos combinados y bocadillos y el precio es muy de la zona, muy económico para los que venimos de ciudades más grandes. Raciones generosas y un producto más que decente, así que una buena experiencia.
El típico bar de pueblo que satisface a todos los públicos y una buena elección para una comida informal en el camino.
Al salir de Carcaboso nos volvemos a cruzar con el grupo de ciclistas "pro". Se han perdido y buscan la ruta hacia Galisteo. Por un momento nuestras rebufos se alternan, pero nos sobrepasan con facilidad, y sin casi saludar. Es lo malo de tener prisas para todo. No hemos puesto ya de corto y ciclamos sin prisa. Nadie nos espera y se atisba a lo lejos el final de la etapa. La carretera sube y baja sin descanso y sin apenas desnivel.
Finalmente observamos la muralla de Galisteo y tras cruzar el puente medieval nos acercamos hasta nuestro alojamiento.
La pensión del Parador es un lugar muy apropiado para los peregrinos sibaritas. Unas instalaciones muy nuevas, unas habitaciones muy cómodas y un muy buen trato para el cliente. Nos proporcionaron un garaje para dejar las bicicletas y todas las facilidades del mundo. Las habitaciones eran como las de un hotel de al menos 3 estrellas, lo que agradecieron nuestro cansados espíritus. El único "pero" es que apenas cuenta con dos baños compartido, más bonitos que funcionales. El precio era muy ajustado, viendo lo que se estila en ciertos albergues con habitaciones compartidas y literas. El café de la mañana también estaba incluido, lo cual siempre es un detalle no tener que ir a buscar una cafetería a ciertas horas intempestivas.
Una gran recomendación para todo peregrino que se pueda permitir un lujo pequeño.
Después de adecentarnos, nos dirigimos a la gasolinera donde pudimos lavar convenientemente las bicicletas y desprenderlas de los últimos restos de la borrasca pasada. Una vez cumplimentadas las obligaciones, nos acercamos a la ciudadela para recorrer sus vetustas murallas. Apenas había gente en la calle ni en la plaza. A lo lejos comenzamos a oír una música y al acercarnos descubrimos que era de un músico de verbena que estaba ensayando sus "grandes éxitos" en su sintetizador.
La parada de la cerveza, siempre obligada, fue en el local más animado, el Hogar del jubilado, aunque no parecía que nadie de allí cobrara la pensión todavía.
Para cenar nos decidimos por la Cervecería Las picotas por su agradable terraza, aunque cuando nos sentamos notamos un frío y una humedad incompatible con el disfrute, así que entramos en el local. Una bufanda de la Real Sociedad, y una posterior charla, nos indica que se trata de un migrante de ida y vuelta provocado por la industrialización norteña. La carta de hamburguesas y platos combinados es amplia y las viandas están cocinadas con gusto. El precio es muy asequible y el servicio es cálido y eficiente.
Un bar de pueblo de toda la vida reinventado como hamburguesería "txuri urdin".
El largo día llega a su final con un agradable paseo nocturna bajo la muralla de Galisteo en dirección a la cama.




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