OVIEDO-POLA DE LENA
El día se despierta frío y gris, pero no lluvioso. Cubrimos las mochilas con su inseparable chubasquero y salimos a las vacías calles de la Vetusta de Clarín. Es día de fiesta, así que la ciudad parece abandonada.
En apenas un kilómetro salimos del área urbana y nos adentramos en unos pequeños barrios con aspecto más rural. Comienza la cuesta arriba y Paco, como siempre, ya va abriendo camino a bastante distancia del resto. Los “nuevos” tratan de ajustar el paso al de “El Hierro”. Seguimos ascendiendo por unas barriadas rurales hasta que en un cruce surge la primera duda.
La dificultad, y la novedad, es tener que viajar con las flechas amarillas apuntando hacia la otra dirección. Al principio nos cuesta determinar en los cruces en qué dirección viene el camino, pero en unos días nos convertimos en auténticos expertos. Además disponemos de modernos sistemas y aplicaciones GPS que nos indican la ruta correcta, aunque a veces surgirá la disconformidad de opiniones.
En Olloniego nos encontramos con los primeros peregrinos del Salvador. Un brasileñ y un español que quieren llegar a Oviedo para la misa del mediodía. Intercambiamos pareceres sobre el Camino en una breve conversación, debido a sus prisas, nos deseamos suerte y seguimos nuestra ruta.
En El Padrun salimos al alto de una carretera de montaña, muy transitada por ciclistas. Aprovechamos para quitarnos algo de ropa de abrigo, mientras Paco roba una vara apoyada en un portal aparentemente abandonado. El Camino nos lleva por el margen de la carretera sin arcén, aunque siempre en descenso, hasta Mieres. La señalización indica que la Ruta de la Plata, nuestra primera intención para este 2021, transita por el mismo lugar que nosotros. Parece que no estamos tan lejos de nuestro objetivo inicial.
A lo lejos comenzamos a observar las bocas de algunas minas y las chimeneas de las industrias ligadas al sector del carbón. A pesar de que el desnivel nos es favorable, la dureza del asfalto comienza a cansar nuestras articulaciones.
Una vez llegados a la base de la montaña, entramos en un ambiente totalmente fabril. Las fábricas nos rodean por arriba, con trenes aéreos y puentes, y por los costados, limitados por grises paredes de polígonos, mientras andamos por una acera infinita, sin apenas gente. La entrada en Mieres es una larga recta sin ningún interés turístico. Decidimos darnos un respiro en la plaza del Requexu. Hace frío, pero por mantener las distancias de seguridad, debido al COVID, nos instalamos en una mesa exterior.
Pedimos unas cervezas y damos cuenta de las sobras de la cena del día anterior. La humedad no nos hace demasiado agradable la estancia y partimos enseguida.
Nos ponemos en marcha y giramos bruscamente a la derecha por una calle muy transitada. Nos volvemos a colocar las mascarillas porque no se puede mantener la distancia de seguridad. Es casi la una del mediodía y una multitud espera a la salida de los niños de la escuela pública.
Giramos a la izquierda y salimos del tumulto. Barriadas humildes y algún pabellón jalonan ambas aceras. El paisaje sigue siendo poco evocador. Llegado un momento, giramos a la derecha y subimos unas escaleras para salvar la A 66 y el río Caudal por arriba. En el otro lado descubrimos un parque que discurre paralelo a ambas vías, la fluvial y la de automoción, que seguiremos durante varios kilómetros, muchos kilómetros, demasiados kilómetros. En Ujo dejamos la visión del río, pero la de la carretera A 66 nos sigue acompañando durante unos kilómetros. Volvemos a cruzar de nuevo el cauce, esta vez del río Lena, y caminamos por el arcén de la carretera hasta llegar a Pola de Lena.
Agotados por el esfuerzo, decidimos acercarnos al hostal y comer algo informal en un establecimiento situado justo al lado. Mientras estamos comiendo aparece la dueña del hostal, que regenta el local un poco más arriba de la calle. Quedamos para hacer el “check in” después de comer.
BÜ 77 BISTRÓ
Tampoco es que buscaramos demasiado para comer ese día. La terraza exterior y la cercanía con el hotel fueron los argumentos necesarios para aposentarnos en el local. No teníamos muchas esperanzas por la tardía hora y lo vacío que se encontraba el local. Quizás por ello el resultado nos satisfizo aún más. Platos combinados y una carta de picoteo bastante extensa. Raciones generosas y presentadas con gusto. Tratamos de salir de los recurrentes menús de fabada y cachopo, eligiendo ensaladas y viandas más digeribles. El servicio fue correcto, aunque comprendimos que, como no había demasiado personal, tuviéramos que esperar un poco.
Ideal para salir de la rutina grasienta habitual y comer algo informal.
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Después de acomodarnos y descansar, vamos a la parada de taxi y nos trasladamos en coche hasta una de las maravillas del prerrománico asturiano, Santa Cristina de Lena. Somos conscientes que el Camino transcurre por sus inmediaciones, pero al día siguiente no estará abierto a las tempranas horas que pasemos nosotros. El escaso espacio de la nave principal alberga decenas de preguntas, por parte de Salva, que son respondidas por la guardesa del templo, Inés, primero con desgana y después, tras romper su norteño muro de frialdad, con pasión por la joya arquitectónica que ha marcado su vida. Nos habla con orgullo de sus particularidades y de los grandes maestros de la pintura, la escultura y la arquitectura que han visitado las escasas dimensiones de Santa Cristina.
La ciudad no da para mucho y, después de un día tan largo y feo en lo referente a la ruta, no apetece demasiado deambular por la misma. El tiempo nos da un respiro y nos permite tomar una cerveza en una terraza local mientras algunos kangrenas acaban de hacer sus recados. Salva busca una venda muy específica para su dañada pierna, que ha sufrido con el duro asfalto de la jornada. Nos narra una estrambótica anécdota que le sucede en el centro de salud de Pola de Lena. Las trabajadoras del centro de salud no saben cómo lidiar con una urgencia que se produce en su misma puerta, ante el apremio de varias ciudadanas que deciden llamar a una ambulancia por su cuenta. Se echa rápidamente la noche encima y decidimos ir a cenar.
HAMBURGUESERÍA CAZAMPOLA
Unos jóvenes clientes de un bar, en el que estábamos tomando una cerveza, nos aconsejaron el local y no nos lo pensamos. El local, con las suspicacias derivadas del periodo Covid, nos pareció pequeño y lleno de gente, pero nos hicieron un hueco enseguida. Carta de hamburguesas y “perritos calientes” con varios premios, que miramos con recelo en un primer momento porque nadie espera que en ese apartado lugar aparezca algo extraordinario. Pero, una vez más, nos equivocamos. Las hamburguesas eran increíbles, realizadas con gusto y combinando perfectamente los atrevidos ingredientes. La carne era de calidad, muy alejada de los precocinados habituales, y el pan era esponjoso. En concreto la “Canalla” estaba increíble y resultaba justo su premio, a nivel regional, como mejor hamburguesa. Las raciones estaban perfectas y el servicio, así como el precio, más que satisfactorio.
Ideal para disfrutar de una gran hamburguesa poco convencional.
HOSTAL LA PAYARETA
Si la amabilidad contara para puntuar los locales de hostelería, La Payareta sería un cinco estrellas superior. Es cierto que sus instalaciones no son demasiado modernas, ni los juegos de sábanas de diseño, pero lo compensan con una gran simpatía y enorme interés por el viajero. Nos instalaron en dos espaciosas habitaciones que anteriormente tenían cocina. Suponemos que la crisis industrial alejó de allí a los clientes habituales. Poco a poco van capeando el temporal y ven, sin duda, con buenos ojos a los peregrinos del Salvador. Las habitaciones estaban limpias, aunque el mobiliario no había sido renovado hace décadas. Poco importó. Descansamos plácidamente y a la mañana siguiente disfrutamos de un generoso desayuno incluido en el precio. De nuevo, las mujeres que se encargaban del negocio destilaron simpatía e interés por las vicisitudes de los clientes. No paramos de recomendar el local a los peregrinos que nos encontrábamos en dirección contraria, la buena, aunque la mayoría ya había reservado habitación en el hostal previamente.
Ideal para reconciliarse con el buen trato al cliente de paso.






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