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Afirmó Séneca, el filósofo romano, que “ la voluntad es la que da valor a las cosas pequeñas”. Estos dos años de pandemia mundial podíamos habernos quedado en casa (total con todo lo que vemos y oímos en los medios un viaje no parece lo más importante), pero en vez de eso elegimos continuar nuestras experiencias juntos que, aún siendo pequeñas en apariencia, hacen más grande nuestra vida.

La labor de organización se mostró complicada esta vez. Reuniones por videoconferencia (ay, ¡cuánto hemos cambiado!) para decidir fechas, recorridos, valorar los estados de ánimo y de entrenamiento. El objetivo deseado era ciclar hacia el sur, desde la fría Zamora hasta la cálida Hispalis, atravesando la ardiente Extremadura. La Vía de la Plata en sentido inverso ya que tenemos tantos caminos encima que resulta complicado encontrar algo original o al menos con una perspectiva diferente.

En esas estábamos, entrenando duro sobre flamantes o ajadas bicicletas, cuando los contratiempos empezaron a surgir. El hombro de Paco, martirizado de tanto ayudar al prójimo, dijo basta; el riñón de Xabi, tan martirizado de ayudar a su dueño a digerir caldos riojanos, empezó a dar avisos… Así que, a última hora, decidimos dar un giro de 180 grados (que no de 360), abandonar las bicicletas hasta nuevo aviso y preparar las mochilas para cargar lo necesario.

Debía de ser un viaje corto, para no dejar rutas a medias, y que permitiera al “Doc” incorporarse fácilmente desde su Alta ruta pirenaica ́21. En otras ocasiones andarinas las rutas cantábricas habían sido las elegidas. Mirando un mapa de los Caminos, descubrimos la Ruta de San Salvador que une León con Oviedo en 4 o 5 jornadas, perfecto para nuestros intereses. El problema era cómo sumarle tres etapas más. Burgo Ranero o Mansilla de las Mulas no están entre los destinos más solicitados en las agencias de viaje y tampoco suelen ser muy valorados por los peregrinos en su transitar por los llanos andaderos de la zona. Así que unas cuantas etapas por el Norte resultaban más atractivas. El problema es que el Camino partía de León, aunque esto ya nos importaba poco cuando decidimos recorrer hacia el sur la Vía de la Plata. Al final los caminos, todos, tienen dos direcciones y los peregrinos del siglo XII o del XIX no regresaban a casa en avión precisamente.

Así que diseñamos tres etapas en el Camino del Norte (en realidad cuatro según las guías) desde Ribadesella hasta la bifurcación del Camino (Xixón u Ovieu) y tomar dirección a la capital asturiana para iniciar el Salvador. Las dos primeras etapas serían maratonianas, pero con un grupo pequeño y bien aleccionado se salvarían y resultarían un estímulo deportivo, además de peregrino.


Nos citamos en Ribadesella, para comenzar la aventura, Paco, Salva y Jon. Los dos primeros abrieron el aeropuerto de Barcelona para ahorrar un poco y el tercero se decidió por el transporte público favorito y único de los norteños, el autobús de Alsa. Paco y Salva llegaron a Oviedo pronto, muy pronto, y se dedicaron a visitar la Oficina de Turismo, que apenas se desperezaba. Allí les regalaron unas credenciales “ad hoc”, un gesto de sorpresa por el itinerario que teníamos pensado realizar y unos consejos para su estancia en la ciudad. Al mediodía tomaron el autobús que, recorriendo medio principado, llevaba a Ribadesella.

Al mediodía, y con un sol magnífico, nos encontramos en la añeja estación de autobuses. Después de los saludos y los abrazos post covid, nos dirigimos a comer antes de hacer el checkin en el hotel.


MESÓN EL LABRADOR


Nos habían recomendado el sitio para comer un menú del día y la verdad es que nos gustó.
Nos instalaron en un comedor interior que estaba vacío y pudimos yantar bien a gusto. La televisión tronaba con las noticias del Tele 5.

El menú constaba de sopa de cocido, un primer plato y un segundo a elegir y un postre. Raciones grandes y en general muy buenas. La fabada, la primera de muchas, estaba buena y los segundos platos también. Los postres caseros, a pesar de llegar un poco justos de apetito, los disfrutamos mucho.

Ideal para tragaldabas con devoción por la comida casera

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Después de reponer fuerzas, nos acercamos a la atalaya. El cielo azul había dado paso a uno gris plomizo que amenazaba con agua. El mar se mostraba, por el contrario, en calma total. Por la ría del Sella subían y bajaban numerosas canoas como demostrando que la Bajada del Sella no es sólo un acontecimiento puntual, ni un reclamo turístico, sino algo que se vive en el día a día de la zona. El mediterraneo Salva se asombra con la marea cantábrica que hace aparecer y desaparecer, a conveniencia, un árbol arrancado por alguna riada.


Paseamos. La tarde pasa lenta, plomiza como el cielo, hasta que una enorme tormenta irrumpe desde el oeste, obligandonos a guarecernos en una terraza medio anegada. Desde ese momento vagamos sin rumbo en los ratos que la lluvia lo permite, haciendo tiempo hasta la cena.


SIDRERÍA CASA GASPAR


Después del homenaje del mediodía, y de no haber gastado demasiadas fuerzas por la tarde, decidimos comer algunas raciones para matar el tiempo y alimentarnos, más de cara al día siguiente. Elegimos esta sidrería tradicional por su enorme terraza cubierta, que en esos momentos de pandemia parecía más aconsejable que el interior. De hecho, a pesar del frío, estaba repleta de clientes locales bebiendo sidra. 

Pedimos unas raciones que resultaron escasas, caras y poco gustosas. Así que nos fuimos de allí con una sensación de turistas engañados. 

Ideal para bebedores de sidra que no necesiten coartadas gastronómicas.






Nos acostamos pronto, disponiendo con mimo la ropa a utilizar al día siguiente.


HOTEL ARGÜELLES


El hotel está situado muy céntrico, pero a la vez un poco apartado del ruido de las calles con más hostelería. Hicimos la reserva apenas quince días antes, solicitando una habitación
triple. La habitación resultó espaciosa, limpia y cómoda, distribuida en dos piezas con una y dos camas respectivamente. Quizás como únicas pegas podríamos decir que el baño no era demasiado grande, como las zonas comunes que estaban cerradas por protocolo COVID. 





Ideal para tomar un buen descanso de las sidrerías y regresar rápidamente a las mismas.


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