El final y el principio.



La última etapa, esa mezcla inenarrable entre el deseo de
llegar y el de seguir pedaleando, al menos unas cuantas horas más.

Acabaremos el Camino Mozárabe como lo hemos ido haciendo
estos días, en dos grupos. A Paco le sigue molestando su dañada mano y como
pudimos volver a comprobar ayer el terreno es duro hasta para las extremidades
sanas. Así que hará, junto a su fiel Salva, los últimos kilómetros del año por
carretera. Nos despedimos en una rotonda. Nosotros, el resto, trataremos de
seguir las flechas.
Nada más salir del pueblo, en una zona industrial, nos
detenemos a desayunar en un bar. Tanto el servicio como la comanda de diez. Una
vez más acertamos en este viaje.
Circulamos paralelos a la EX 206 con el impresionante
castillo de Medellín a nuestra derecha. Como en la etapa anterior el perfil es
muy llano y la única dificultad es el estado de la pista, pero nos desplazamos
muy rápidos.
Al llegar a Santa Amalia nos confundimos. Un mojón con una
flecha indica la dirección contraria y nos confunde. El GPS no acaba de sacarnos
de nuestro error y por un momento vagamos en ambas direcciones. Al final
cruzamos la carretera N-430 por un puente y llegamos al pueblo.

Desde ese punto nuestra etapa transcurrirá paralela a esa
vía, reconvertida en A-5, por una vía de servicio. Sólo la subida a San Pedro
de Mérida rompe la monotonía de la jornada. No es que sea un puerto de montaña,
ni nada parecido, pero hace días que no ascendemos durante más de un kilómetro
y las piernas se han desacostumbrado. Paramos en San Pedro a tomar una Coca
Cola en el colmado local. El ambiente es eufórico y las bromas se suceden. Ya casi hemos llegado y
hay que aprovechar las últimas gotas del, tan esperado durante el año, Camino.
Seguimos por la vía de servicio hasta la entrada misma en la
capital extremeña. Antes de desmontar definitivamente, Isidro nos tiene un buen
rato esperando mientras limpia, cuidadosamente, la bici en una gasolinera.
Estamos deseando llegar y se hace inacabable esa pulcra espera. Nos volvemos a
poner en marcha y pedaleamos entre los restos arqueológicos de Emerita Augusta,
en busca del alojamiento. Tras una última pedalada juntos junto al teatro romano nos
separamos para poder cumplimentar, a tiempo, los trámites del regreso. Quizás
no es muy sublime, pero sí que es práctico. El reencuentro con Paco y Salva,
que ya han llegado, así como la última foto juntos tendrán que esperar.
EL OFF ROAD
Viajar en bici da muchas satisfacciones, pero tiene muchos
incordios. Sobre todo si te tienes que desplazar lejos de tu lugar de origen.
Así que lo primero que hacemos, algunos de nosotros, es enviar las bicis por
mensajería (con el engorroso trámite de meter una 29¨ en una caja diminuta,
para lo que hay que soltarla entera). Mientras otros van a por los coches de
alquiler con los que nos desplazamos, unos a Madrid y otros a Barcelona. Las
agencias, tanto de transporte como de alquiler de coches, cierran pronto y el
sábado a la tarde no funcionan así que es lo más urgente.
Una vez de regreso todos en el alojamiento, y bien comidos,
nos disponemos para el paseo. Pasamos toda la tarde del sábado vagando por el
centro histórico de Mérida. Visitamos los restos romanos, el teatro y el anfiteatro,
con Jon de guía improvisado. Resulta un marco magnífico para hablar de próximos
proyectos y hacer balance de este duro, e intenso, Camino Mozárabe. Quizás uno
de los más exigentes físicamente, no solo por los perfiles que es lo primero
que solemos apreciar, sino por el desgaste que produce el continuo traqueteo
del bacheado camino. Eso sí los paisajes tan maravillosos que hemos disfrutado,
así como la convivencia, han sido inolvidables. Aunque siempre nos cuesta
recorrer un tramo o empatizar con otro, los kangrenas siempre lo superan.
Casa Turística Termas, Merida

Para este último día los organizadores habían alquilado una
casa alquilada. Estaba muy bien, muy céntrica y enorme. Tres pisos divididos en: uno para la recepción, otro para los lugares comunes, otro para las habitaciones
(con dos baños grandes), e incluso una último con una pequeña terraza,
tendedero y lavadero. Demasiado azulejo quizás pero por lo demás un pequeño
lujo. Sobre todo la cocina y el enorme salón comedor, de tal manera que
decidimos comer y cenar allí mismo, después de comprar las viandas en el
colmado de al lado. Sobre la calidad de las comidas que opinen otros, ya que
fuimos varios los que trabajamos en su elaboración y servicio y el que es parte
no suele tener un criterio objetivo para hablar de ello. Solo decir que la
velada resultó amena e inolvidable, así como un gran colofón a una semana dura
pero, una vez más, llena de vivencias y recuerdos para toda la vida
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