Lo peor ya ha pasado pero las secuelas continúan.





La salida de la hípica, con desgana y apatía, revela
claramente el estado del grupo. Los kilómetros se acumulan y el cansancio se
hace presente. En apenas un par de kilómetros, los que separan el alojamiento
del pueblo de Hinojosa, las diferencias entre los primeros y los últimos ponen, aún más a
las claras, que el grupo está partido tanto anímicamente como por nivel
deportivo. Se produce un cambio de opiniones en el cruce de Hinojosa y se
decide que Paco, que no se ha conseguido recuperar de su dolencia en la mano, y Salva irán por la carretera. Los demás por el camino. Pronto descubriremos que
ha sido un acierto ya que el camino, extremadamente bacheado, hubiera acabado
de romper la mano dañada del “Hierro”.

No resulta sencilla la senda, pero circulamos muy rápido.
Hay varias huertas en el camino y de una de ellas sale un perro que nos
despista lo justo para perder la flecha. Tendremos que recuperarla por la
carretera.
Pasamos el límite de la Comunidad de Extremadura circulando
por una carretera sin nada de tráfico. Nos hubiera gustado acceder al camino,
pero varias señales indican que en esa zona el camino no es ciclable. Así que
continuamos por la A-3280 hasta Monterrubio. El ritmo es muy alto y el Payi se descuelga en los últimos
kilómetros. Al llegar a Monterrubio paramos a tomar una Coca Cola en la
gasolinera, que resulta estar la mar de animada. Jon le reprocha a Isidro que
ponga un ritmo tan alto y el canario, que ve las cosas desde otro prisma,
responde que si ve un rezagado él acaba por bajar para acompañarlo, así que el
ritmo le parece el correcto. No llegan a un acuerdo, pero en el siguiente tramo
el ritmo bajará un poco y los más justos de fuerzas, Jon y Jesús, podrán circular incluso
compatibilizando con una animada charla futbolera.
El paisaje, totalmente llano y de horizontes infinitos, poco
tiene que ver con lo disfrutado hasta ahora. Aparte del mal estado de algunos
tramos de la senda el recorrido permite hacer muchos kilómetros con facilidad.
La carretera hasta Castuera apenas tiene circulación y a ambos lados de la
calzada solo observamos campos labrados.
En Castuera aprovechamos para avituallarnos convenientemente
(bancos y supermercado), así como contactar con el otro grupo kangrena. Va un
poco más retrasado, pero quedamos a comer un poco más adelante, en Campanario.
Continuamos marcha. El paisaje no cambia y las condiciones
de la marcha tampoco. Mucho ritmo y carreteras bastante propicias. Nuestro
objetivo era llegar a Campanario y lo alcanzamos sin ver casi a ningún alma por
los caminos que atravesamos. El Mozárabe resulta un camino solitario, con mucha
distancia entre núcleos, y por tanto muy complicado para cubrirlo a pie, y
menos sin compañía.
Entramos en Campanario con hambre y ganas de protegernos del
duro sol del mediodía.
Bar Restaurante La Piscina, Campanario

Después de una parada infructuosa, acabamos en este lugar
quizás animados a que el nombre
reflejara la posibilidad de un refrescante
baño. No fue así. Las piscinas municipales nada tenían que ver con el bar
restaurante, aparte de ser vecinos.
Un amplio comedor vacío nos recibió mientras esperábamos a
Salva y a Paco, que estaban al llegar. Pedimos la comida. Un menú corto pero
variado. La comida se hizo esperar un poco pero finalmente resultó muy
satisfactoria. Raciones buenas, buen producto y bien cocinado, poco malo se puede decir
porque el camarero también era muy amable.
Así que la visita resultó muy afortunada.
Ideal para gourmets sin dinero y sin aprecio por los baños
en pileta.
Después de comer retomamos la senda con las ganas justas.
Cuesta arrancar y estamos un buen rato esperando en la acera a estar todos
preparados. De nuevo nos separamos. Esta vez nos encontraremos en la meta, Don
Benito.

El camino, totalmente llano, nos lleva hacia una localidad
escarpada que observamos desde muy lejos. Magacela es otro de esos pueblos de
la zona construido en el alto de un risco en mitad de la planicie. Isidro ataca
la cuesta rápidamente, Aythami le seguirá poco después. Los demás, menos
interesados en el “maillot de la montaña” decidimos dar un rodeo y evitar la
cuesta. Primero hacia abajo, en dirección incorrecta, y luego encontramos un
paso, muy pedregoso, que conecta el camino a ambos lados del pueblo. Las
piedras son enormes y acaban por romper el transportin de Jon y hacen caer a
Auxi. Una vez llegados al otro lado, ambos grupos seguiremos separados al no encontrarnos.
Los más escaladores han rebasado con facilidad el “muro” del pueblo y siguen su
camino, esperando ser alcanzados en cualquier momento. Los más “llaneadores” no
los ven y se detienen a esperarlos. Al no verlos deciden continuar.
Desde La Haba el terreno cambia. Pequeñas colinas de terreno
muy árido. El viento gira hasta ponerse de cara y levanta mucho polvo. En esas condiciones no
tan favorables afrontamos en silencio, cada uno con las fuerzas que le quedan,
los últimos kilómetros de etapa. La visión de Don Benito nos reconforta. Han
sido dos días seguidos de muchas horas encima de la bici y las hemos superado
con sacrificio y buena nota. Ahora nos espera el descanso y la última etapa,
mucho más corta.
EL OFF ROAD
Nada más entrar por la puerta del bar de la pensión, una horda de sedientos ciclistas arrasa con todas las jarras de cerveza con limón que es capaz de servir una superada camarera. El viento contrario ha secado el gaznate y serán necesarias varios "cañones" para apaciguar esa desagradable sensación.
Después de la ducha, terraceo, descanso y un pequeño paseo hasta el lugar de la
cena. Seguro que Don Benito ofrece muchas maravillas para visitar, pero el
ánimo exhausto del grupo no pide otra cosa que la vil pereza y la ociosidad. Algunos estamos más cerca del limite de lo que nos gustaría admitir.
Bar El Maestre, Don Benito

Una vez más, y ya fueron unas cuantas, nos dejamos
influenciar por las notas de los internautas afines
al Tripadvisor. Uno de los
destacados era este local, recientemente reformado por una conocidísima, y mal valorada, empresa
cervecera de Sevilla. No había mucha gente, pero la que había (una mesa de
madres y niños) era de lo más ruidosa. La carta era extensísima y cada uno
quería una cosa, así que optamos por varias opciones para compartir. La
camarera, muy amable por cierto, nos indicó que quizás fuera demasiada comida. No
nos conoce bien pero ella hizo magníficamente su trabajo. Las patatas fritas
aparecieron por todos los lados en un mix entre hamburguesería, comida local y
restaurante de tapeo con poca personalidad. La comida estaba bien presentada,
era abundante y estaba bastante buena. Poco sobró, o nada, así que la camarera,
aún más alucinada, nos despidió con una sonrisa amable y una incredulidad ante
tamaño despliegue de glotonería.
Ideal para los amantes de las patatas fritas acompañados de
cualquier otra cosa que vuele, nade o germine.
Pensión Galicia, Don Benito

Una de las muchas pensiones que pueblan la península. A
veces es difícil distinguir unas de otras
. Mismos muebles, mismas decoraciones,
mismas ropas de cama… todo se quedó anclado en los 70, menos el precio. El
trato fue correcto, sin aspavientos, y
nos dejaron una cochera para guardar las bicis. La señora que nos
atendió a la llegada se sintió un poco superada por la cantidad de cervezas que
podíamos llegar a beber, así que no nos quiso enojar demasiado. El local posee
una terraza enorme, que ha fagocitado la plaza de enfrente, y que a pesar del
calor reinante resultó muy agradable.
Ideal para viajar atrás en el tiempo (rancio), en el espacio
(peninsular) sin moverse de un edredón de flores mustias.
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