La etapa reina. Quizás la etapa más dura, por trazado y condiciones, de la historia kangrena.
Con los problemas físicos que arrastraba Paco, y los
mecánicos del Payi, hubo que tomar una primera decisión inédita:
dividir el grupo kangrenero en tres: por una parte Salva y Paco irían por la
carretera, para evitar los baches que pudieran dañar más la mano de Paco; por
otro Jon e Isidro esperarían a que abriera la tienda de bicis en Córdoba,
porque sin frenos no podría superar el día; y por ultimo el resto que irían por
el camino, sin forzar para que pudiera llegar a ellos los más rezagados.
En esas condiciones salimos de Córdoba. Primero separándonos
de Paco y Salva y después, de salir del casco urbano, los otros dos grupos.
Mientras Jesús, Aythami y Auxi, en el grupo cabecero,
atacaban las primeras estribaciones de Cerro Muriano, Jon e Isidro se
encontraban en un semáforo con Paco y Salva (bastante perdidos intentando salir
de la ciudad). Los despistados partieron
mientras los del mecánico esperaban desayunando a que abrieran Ciclos Castillo.
En el bar de al lado se interesaron, los parroquianos, por sus aventuras
ciclistas. Llegó el dueño pronto, pero priorizó su desayuno a la urgente
reparación. Eso sí luego fue muy efectivo una vez roto su ayuno. En resumen, a
las 10 de la mañana, más de una hora después de que saliera el primer grupo,
atacaban las primeras rampas del Cerro Muriano. Con un conocimiento necesario:
por el camino había varias zonas no ciclables que el grupo cabecero había
tenido que superar bicicleta en mano, o al hombro, lo que había retrasado mucho
su marcha. Así, Jon e Isidro comenzaron una “persecución”, para llegar al grupo
cabecero, que duraría todo el día y que traería consecuencias.
Después de superar una urbanización, muy en el extrarradio
de Córdoba, accedemos a la carretera secundaria que asciende al Cerro. Es un
puerto largo, casi 10 kilómetros, pero de porcentajes no muy elevados. La carretera nacional 432, con mucho tráfico pesado,
circula a la izquierda de la vía de servicio que apenas tiene tráfico. Después
de la salida de la nacional hacia el Cerro, se ataca el último tramo, quizás el
más complicado por desnivel y cansancio acumulado. Jon e Isidro suben rápido,
forzando un poco la máquina, mientras Jesús, Aythami y auxi, que han desayunado
en el pueblo, están ya saliendo de la localidad.
Después del Cerro se circula por una pista paralela a la
carretera, pero la querencia de Isidro por las piedras y el arbusto hace que
circulen por la serpenteante senda. Llegado un momento, más allá de Estación de
Obejo, superamos la N-432 por arriba y la dejamos a la derecha, mientras
circulamos por el asfalto roto del trazado anterior de la misma nacional. La
pista es ancha, con algunos tramos de piso en buen estado, y se circula bastante
rápido.

Una breve parada, para comprar agua en El Vacar, y una
llamada que confirma que el grupo cabecero está a menos de media hora de distancia. Jon e Isidro, a pesar de los consejos de no forzar, se confabulan para
unificar los dos grupos cuanto antes. Siempre es más útil ir lo más juntos
posibles, para solucionar contratiempos del Camino como sucedió en el
accidente de Paco.
Auxi, Jesús y Aythami toman un tentempié en Villaharta, pero
el dúo trasero, notando ya un poco el cansancio, no acaba de llegar así que
deciden continuar. Una vez superada esta localidad de Villaharta empieza la
verdadera dificultad de la etapa. 35 kilómetros muy exigentes, con duras rampas
de subida y descensos rápidos y técnicos. El paisaje que lo enmarca es
maravilloso, un bosque enorme de dehesa, pero otra de las complicaciones es que
al no haber localidades no puedes avituallarse de agua en mitad de ese tramo y
el desgaste del esfuerzo, más el ambiente caluroso, hace muy necesario la
ingesta de líquidos para poder superar el reto.
A ambos grupos nos sucedió parecido. No habíamos calculado
que el tramo fuera tan largo, en tiempo, y sin posibilidad de disponer de agua
potable, porque se superan varios riachuelos. Así que ambos grupos acabamos
pidiendo agua al único pastor que vimos por el recorrido, que nos informó que
apenas nos separaban unos quince minutos. Isidro para combatir el calor,
después de insistir en quitar las zapatillas al vadear un río, decide tomarse
un refrescante baño. Apenas descansamos un par de momentos y la mañana da paso
a un mediodía sin agua y sin comida a la vista, pero con un par de horas de
recorrido todavía.
Mientras Paco y Salva, a los que se les había diseñado un
recorrido alternativo por carreteras secundarias, suben al Cerro Muriano por la Nacional y continúan un tramo más por la peligrosa carretera. Acuciados por la
falta de agua, como todos, deciden entrar en una granja donde, aparte de
aguarles, les señalan una carretera secundaria más corta por donde llegar hasta
Hinojosa del Duque, final de etapa.
Pero recuperemos las
penosas condiciones de los que transitan por el Camino. Alcaracejos es un oasis
al que nunca acabamos de llegar. Los kilómetros pasan muy lentos y el hambre
empieza a pasar factura. El Payi que está haciendo un sobreesfuerzo para
llegar al grupo delantero, y que sufre un poco de resaca por la noche
Cordobesa, pedalea ya con más inercia que energía. Al poco, cuando llegan ya a
una carretera secundaria, creen estar cerca pero un motorista les saca de su
error, al menos quedan cinco kilómetros para Alcaracejos. Hablan con Jesús, recuperada la cobertura móvil, que
les informa que ellos ya están comiendo pero que la cocina cierra en breve, a
las cuatro de la tarde. Quedan quince minutos así que si quieren comer en
condiciones tendrán que hacer un sobreesfuerzo más. Finalmente, tras una
pequeña subida y una carretera más favorable, llegan al pueblo y acabarán
recibiendo su recompensa.
Bar Restaurante Estefani, Alcaracejos

Ese día
comimos divididos en tres grupos: Paco y Salva por su cuenta; Auxi, Aythami y
Jesús por delante; e Isidro y Jon sobre la campana de la cocina. Después de un
par de horas sin bebida, y de 5 horas sin comer, este bar nos apareció como un auténtico oasis. No dábamos tiempo a que el señor nos repusiera las bebidas de
la sed que teníamos, así que optamos por aprovechar los restos de las mesas
abandonadas. Agua, vino, gaseosa, limonada…cualquier cosa valía, aunque nada
parecía calmar una sed colosal provocada por el calor, el esfuerzo y la falta
de líquido para hidratarnos. La comida estaba bien, un menú del día al que no
le quedaban varias cosas cuando llegamos. Elegimos viandas ligeras porque el
día no invitaba al cocido. El servicio fue sin duda lo peor. Un pobre señor
sobrepasado por las circunstancias y que no dejaba de lamentarse porque no le
avisaban de las cosas que faltaban. Como siempre Isi, el buen samaritano, se
acercó para echar una mano y sisar algún postre de paso.
Ideal para
osados ciclistas sin avituallamiento previo y orondos camioneros de la zona.
Tras la comida nos preparamos para el último tramo, todavía
quedaban unos cuantos kilómetros para llegar al destino. Por la carretera es más rápido.
Es una enorme recta, con algo de tráfico, aunque el viento era bastante
contrario. La pista circula paralela pero tiene muchos bancos de arena, que
retrasan la marcha y cargan aún más las fatigadas piernas. Una vez más se parte
el grupo: Auxi y Jon deciden ir por la carretera; Jesús y los dos hermanos
guanches por el camino.
Paco y Salva ya han llegado al alojamiento. Han comido de
maravilla (no podemos especificar donde) y nos esperan descansando en la
Hípica. Auxi y Jon serán los siguientes en llegar. El tramo final, al que hay
que sumar los tres kilómetros fuera de ruta del acceso al alojamiento, se les
ha hecho muy duros y llegan bastante exhaustos. Los más “puristas” llegan los
últimos, con Jesús y Aythami bastante tocados por el esfuerzo titánico del día.
EL OFF ROAD
Después de la paliza del día, y del calor asfixiante, un bañito en la piscina parecía un paraíso en la tierra. Y así uno de los empleados descorrió la lona que protegía la piscina y pudimos sumergirnos por turnos en sus gélidas aguas. Los más "hormiguitas" limpiaban las bicis con interés, para quitarles todo la arena y la suciedad acumulada, mientras las "cigarras" se solazaban tomando unos quintos de Estrella Galicia. También hubo tiempo para darse un paseo por las caballerizas y admirar los magníficos ejemplares que allí se guardaban. Un ambiente bucólico para descansar, después de uno de los días kangrenas más complicados.
Hípica Hotel La Jara, Hinojosa del Duque

El
alojamiento de la hípica era de auténtico lujo. Habitaciones con mucho detalle,
y muy bien preparadas, zonas comunes decoradas con gusto con motivos campestres
y taurinos. El precio, nada caro, no correspondía para nada con el nivel del
lugar. Como único lunar es que estaba un poco alejado del pueblo. Un servicio
de auténtico lujo, muy atento a las necesidades de los únicos clientes del
lugar, los kangrenas. Nos abrieron la piscina, nos dieron todo tipo de
facilidades y la verdad es que se estaba tan bien que decidimos cenar en el
mismo sitio. Cena de picoteo con unas raciones bien preparadas y con platos de
pasta para rellenar el “tanque” de cara a la siguiente etapa. Todo estaba bien preparado y amablemente
servido (otra cosa hubiera sido inentendible al ser los únicos clientes). El
precio total no lo se bien porque con todas las cervezas que nos tomamos,
aquella larga tarde de mayo, debió de subir la cuenta a hotel de cinco
estrellas.
Ideal para parejas, aficionadas a la tauromaquia, en primera fase de la relación que deseen
montar y practicar hípica.


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