ETAPA 5: CASTRO DEL RÍO-CÓRDOBA

No siempre lo más sencillo es lo más fácil, ni lo más corto lo menos duro.


Después del accidente del día anterior decidimos partir el grupo: por una parte iría el grupo principal por el camino; y por otra Salva y Paco por la carretera, para tratar de recuperarse y evitar la bacheada senda.

Nos pusimos en camino, dirección Espejo, y al poco, mientras circulamos por un túnel, vimos pasar por encima nuestro a Paco y Salva. El camino era bastante llano, muy rápido y sin demasiados baches. A lo lejos distinguimos la primera localidad a visitar que, como los días anteriores, había que prácticamente escalar hasta la zona histórica. Más de un kilómetro de rampa muy dura, una vez más. Llegamos tan exhaustos que no nos paramos ni a vislumbrar el castillo situado en su punto más alto. Inmediatamente comenzamos un empinado descenso para llegar doscientos metros más al oeste de donde habíamos comenzado el ascenso. Trabajo bastante inútil por tanto.

A partir de allí un enorme despoblado de parcelas de cereal que solo abandonamos, brevemente, para tomar la N-432 en un tramo de ascenso hasta Santa Cruz. Allí debimos parar a descansar un poco, pero, como no habíamos reparado que el camino no transita por otra localidad hasta Córdoba, pasamos de largo. El paisaje de este día cambia bastante de lo que veníamos estando acostumbrados. El verde y los mil tonos de amarillos del cereal maduro han sustituido al olivar. El valle es más amplio y el horizonte más lejano.
Continuamos por una carretera apenas transitada. Jesús me cuenta sus vicisitudes con un partido político que está interesado en ficharle para las próximas elecciones. Un giro radical de 90º nos hace abandonar esta carretera y tomar un camino de tierra. No lo abandonaremos ya hasta entrar en la ciudad de Córdoba. Es una vía bastante polvorienta y muy bacheada, que pone a prueba a nuestras monturas. Más de uno nos acordamos de no haber puesto a punto la bici el día anterior en Castro, donde tuvimos todo el tiempo para hacerlo y la tienda al lado mismo del alojamiento. Jon se quedó sin pastilla de freno y su parrilla, que ya venía tocada desde la etapa primera, sufrió mucho para llegar viva a la capital califal.
El terreno, árido y con un piso muy irregular, va cargando las piernas y no resulta nada sencillo ciclar en esas condiciones. Hace mucho que no hemos recargado de agua y nos comienza a faltar. El camino es muy monótono y de vez en cuando aparece un coche perdido, buscando una finca, que levanta más polvo y dificulta más el tránsito. Con los brazos agotados por las vibraciones sobre el manillar, contemplamos al fin la capital del califato Omeya. Un ciclista le advierte a Aythami que no es demasiado recomendable parar en los barrios por donde vamos a entrar a la ciudad, así que nos dirigimos directamente al puente romano sobre el río Guadalquivir para sacarnos una de las fotos más icónicas del viaje.
Después, entre el gentío de turistas, cruzamos el puente para, callejeando por la ciudad, buscar la casa donde nos vamos a hospedar. Está cerca del Palacio de Viana y tanto Salva como Paco nos esperan allí.

EL OFF ROAD

Es primero de mayo y en Córdoba se celebra la fiesta de “las Cruces de Mayo”. Está toda la ciudad engalanada, con cruces de flores en cada plaza, y casetas donde se sirve bebida y comida. Ya conocíamos este hecho porque nos resultó complicado encontrar alojamiento en la ciudad. El ambiente, aparte de muy caluroso, es de fiesta intensa. Una rara combinación de religiosidad y jaraneo que resulta sumamente curioso a nosotros los foráneos.

Casa gamboa, Córdoba.

La dueña de la casa de alquiler nos recomendó este lugar. En un día tan complicado parecía misión imposible encontrar un lugar donde comer tanta gente. Hicimos la reserva sin problema, a pesar de que ya era hora de comer, y esperamos tomando una cerveza en la plaza.

A la hora de entrar en el comedor vimos que la mesa era un tanto pequeña para los que éramos, a pesar de que no había más gente en el sector donde estábamos. Al pedirle a la camarera poner otra mesa, nos dijo que estaban reservadas. Varias personas entraron en el local con deseo de comer pero obtuvieron la misma respuesta. Están reservadas. Todavía hoy no sabemos por quién porque por allí no apareció nadie en el par de horas que estuvimos sentados. 
Así que bien apelotonados nos dispusimos a pedir la comanda. Bebidas de todo tipo y los platos más populares de la ciudad servidos “al medio”, para compartir. Estaba todo muy, muy bueno. Un indicativo es que de varios platos, como el de salmorejo, hubo que pedir otra nueva ración.  La verdad es que la disfrutamos mucho.
El punto negativo fue la tardanza en servir los platos, que hizo que la comida se alargara horas, pero a veces la espera merece la pena y en este caso así sucedió. Muy satisfechos con la comida, y bien bebidos, nos dispusimos a afrontar el sol hasta el apartamento para poder digerir todo en una siesta tan típica.


Ideal para gente con reserva, y sin prisa, que desee disfrutar de los platos más típicos de Córdoba.



Con el calor veraniego del día, se hizo inevitable la siesta. Tan a gusto estábamos que cuando nos pusimos, nuevamente, en marcha ya nos habían cerrado la Mezquita. Aún así disfrutamos de los muchos rincones con historia que posee la ciudad. Una maravilla de ciudad.
En este caso habíamos sido previsores y habíamos reservado entradas para visitar el espectáculo nocturno de los Alcázares de los Reyes Católicos. Un entorno espectacular para una exhibición de fuentes de color y música de Andrea Bocelli. El entorno, quizás, pedía otro tipo de acompañamiento musical menos pretenciosamente hortera

Bar Santos, Córdoba

Después de la copiosa comida, y con el calor que hacía, decidimos volver a la informalidad comiendo en la calle, junto a la mezquita, en uno de los lugares más míticos de la ciudad. Enormes porciones de tortilla, servida en platos de plástico, como base a la que se unió tomate aliñado, aceitunas y alguna tapa más. La tortilla nada tiene que ver con la tan en boga ahora (babosa con mil huevos), es un bloque de patata de un espesor considerable que hace necesario una cerveza enorme para empujarla hacia el estómago. También hubo quien la encontró salada, lo que viene a reforzar la idea de la cerveza para comerla. Barato, muy barato, e ideal para deportistas pero con muy poco glamour. Aunque, la verdad, comer en la escalera misma de un monumento nacional sí que es glamuroso.


Ideal para amantes informales de los monumentos que no desean separarse de ellos ni para comer, y para odiadores de la tortilla estilo Betanzos.




Tras salir de los Alcázares nos fuimos dando un paseo hasta el apartamento. La noche era calurosa y las calles, vaciadas de la horda turista, pertenecían por fin a los lugareños. Paco, Aythami y Jon decidieron alargar la noche visitando el Cristo de los Faroles, muy cercanos al alojamiento. Allí, por casualidad, encuentran una escalinata repleta de jóvenes que disfrutan de la música y del “rebujito”. Deciden sumarse a ellos compartiendo tanto bailes como bebidas espirituosas. La oportunidad es única y el cuadro es tan curioso como bello: por una parte la caseta, con esa mezcla de vírgenes, cristos y precios de bebidas y bocadillos; y por otra las mujeres cordobesas, sumun del mestizaje de diversas etnias, religiones y culturas durante siglos, tan admiradas por pintores y poetas.
Con el deseo de seguir disfrutando de la noche, pero con la conciencia de la obligación de madrugar al día siguiente para recorrer la “etapa reina” de este año, se retiran los fiesteros kangrenas a descansar.


Apartamento en Córdoba

“Las cruces de mayo”  es un día complicado en Cordoba. De las mucha opciones, generalmente, que ofrece la ciudad califal ese día quedan bastante reducidas. Alquilamos un apartamento en la zona del palacio de Viana. La dueña, al entrar, nos pidió que no utilizáramos el patio interior de la comunidad, o que lo hiciéramos rápidamente ya que los vecinos debían de haberse quejado de inquilinos anteriores. Lo de meter las bicis por un hall tan estrecho, y con la cantidad de polvo que arrastrábamos, quizás fue lo más complicado.

El apartamento en sí estaba bien, sin lujos, aunque apenas lo disfrutamos. Una cocina bien equipada, un salón invadido por las bicis, y unos dormitorios con literas. Por primera vez echamos de menos el aire acondicionado ya que el calor aquel día fue bastante severo. Comidas, cenas y desayunos se hicieron fuera y apenas una siesta para poder disfrutarlo.


Ideal para despedidas de soltero muy ruidosas y para familias que pagan sus consecuencias, a posteriori.



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