No siempre lo más sencillo es lo más fácil, ni lo más corto lo menos duro.


Bar Santos, Córdoba

Después del accidente del día anterior decidimos partir el
grupo: por una parte iría el grupo principal por el camino; y por otra Salva y
Paco por la carretera, para tratar de recuperarse y evitar la bacheada senda.

Nos pusimos en camino, dirección Espejo, y al poco, mientras
circulamos por un túnel, vimos pasar por encima nuestro a Paco y Salva. El
camino era bastante llano, muy rápido y sin demasiados baches. A lo lejos
distinguimos la primera localidad a visitar que, como los días anteriores,
había que prácticamente escalar hasta la zona histórica. Más de un kilómetro de
rampa muy dura, una vez más. Llegamos tan exhaustos que no nos paramos ni a
vislumbrar el castillo situado en su punto más alto. Inmediatamente comenzamos
un empinado descenso para llegar doscientos metros más al oeste de donde
habíamos comenzado el ascenso. Trabajo bastante inútil por tanto.
A partir de allí un enorme despoblado de parcelas de cereal
que solo abandonamos, brevemente, para tomar la N-432 en un tramo de ascenso
hasta Santa Cruz. Allí debimos parar a descansar un poco, pero, como no
habíamos reparado que el camino no transita por otra localidad hasta Córdoba, pasamos de
largo. El paisaje de este día cambia bastante de lo que veníamos estando
acostumbrados. El verde y los mil tonos de amarillos del cereal maduro han
sustituido al olivar. El valle es más amplio y el horizonte más lejano.
Continuamos por una carretera apenas transitada. Jesús me
cuenta sus vicisitudes con un partido político que está interesado en ficharle
para las próximas elecciones. Un giro radical de 90º nos hace abandonar esta
carretera y tomar un camino de tierra. No lo abandonaremos ya hasta entrar en
la ciudad de Córdoba. Es una vía bastante polvorienta y muy bacheada, que pone
a prueba a nuestras monturas. Más de uno nos acordamos de no haber puesto a
punto la bici el día anterior en Castro, donde tuvimos todo el tiempo para
hacerlo y la tienda al lado mismo del alojamiento. Jon se quedó sin pastilla de
freno y su parrilla, que ya venía tocada desde la etapa primera, sufrió mucho
para llegar viva a la capital califal.
El terreno, árido y con un piso muy irregular, va cargando
las piernas y no resulta nada sencillo ciclar en esas condiciones. Hace mucho
que no hemos recargado de agua y nos comienza a faltar. El camino es muy
monótono y de vez en cuando aparece un coche perdido, buscando una finca, que levanta más polvo y dificulta
más el tránsito. Con los brazos agotados por las vibraciones sobre el manillar,
contemplamos al fin la capital del califato Omeya. Un ciclista le advierte a
Aythami que no es demasiado recomendable parar en los barrios por donde vamos a
entrar a la ciudad, así que nos dirigimos directamente al puente romano sobre
el río Guadalquivir para sacarnos una de las fotos más icónicas del viaje.
Después, entre el gentío de turistas, cruzamos el puente
para, callejeando por la ciudad, buscar la casa donde nos vamos a hospedar.
Está cerca del Palacio de Viana y tanto Salva como Paco nos esperan allí.
EL OFF ROAD
Es primero de mayo y en
Córdoba se celebra la fiesta de “las Cruces de Mayo”. Está toda la ciudad
engalanada, con cruces de flores en cada plaza, y casetas donde se sirve bebida
y comida. Ya conocíamos este hecho porque nos resultó complicado encontrar
alojamiento en la ciudad. El ambiente, aparte de muy caluroso, es de fiesta intensa.
Una rara combinación de religiosidad y jaraneo que resulta sumamente curioso a nosotros los foráneos.
Casa gamboa, Córdoba.
La dueña de la casa de
alquiler nos recomendó este lugar. En un día tan
complicado parecía misión imposible encontrar un lugar donde comer tanta gente. Hicimos la reserva sin problema, a pesar de que ya era hora de comer, y
esperamos tomando una cerveza en la plaza.
A la hora de entrar en el
comedor vimos que la mesa era un tanto pequeña para los que éramos, a pesar de
que no había más gente en el sector donde estábamos. Al pedirle a la camarera poner otra mesa, nos dijo que estaban reservadas. Varias personas
entraron en el local con deseo de comer pero obtuvieron la misma respuesta.
Están reservadas. Todavía hoy no sabemos por quién porque por allí no apareció nadie en el
par de horas que estuvimos sentados.
Así que bien apelotonados
nos dispusimos a pedir la comanda. Bebidas de todo tipo y los platos más
populares de la ciudad servidos “al medio”, para compartir. Estaba todo muy, muy bueno. Un indicativo es que de varios platos, como el de salmorejo, hubo que
pedir otra nueva ración. La verdad es
que la disfrutamos mucho.
El punto negativo fue la
tardanza en servir los platos, que hizo que la comida se alargara horas, pero a
veces la espera merece la pena y en este caso así sucedió. Muy satisfechos con
la comida, y bien bebidos, nos dispusimos a afrontar el sol hasta el apartamento
para poder digerir todo en una siesta tan típica.
Ideal para gente con
reserva, y sin prisa, que desee disfrutar de los platos más típicos de Córdoba.

Con el calor veraniego
del día, se hizo inevitable la siesta. Tan a gusto estábamos que cuando nos
pusimos, nuevamente, en marcha ya nos habían cerrado la Mezquita. Aún así
disfrutamos de los muchos rincones con historia que posee la ciudad. Una
maravilla de ciudad.
En este caso habíamos
sido previsores y habíamos reservado entradas para visitar el espectáculo
nocturno de los Alcázares de los Reyes Católicos. Un entorno espectacular para
una exhibición de fuentes de color y música de Andrea Bocelli. El entorno,
quizás, pedía otro tipo de acompañamiento musical menos pretenciosamente hortera
Bar Santos, Córdoba
Después de la copiosa
comida, y con el calor que hacía, decidimos volver a la informalidad comiendo
en la calle, junto a la mezquita, en uno de los lugares más míticos de la ciudad. Enormes porciones de tortilla, servida en platos de plástico, como
base a la que se unió tomate aliñado, aceitunas y alguna tapa más. La tortilla
nada tiene que ver con la tan en boga ahora (babosa con mil huevos), es un
bloque de patata de un espesor considerable que hace necesario una cerveza
enorme para empujarla hacia el estómago. También hubo quien la encontró salada,
lo que viene a reforzar la idea de la cerveza para comerla. Barato, muy barato,
e ideal para deportistas pero con muy poco glamour. Aunque, la verdad, comer en la escalera
misma de un monumento nacional sí
que es glamuroso.
Ideal para amantes
informales de los monumentos que no desean separarse de ellos ni para comer, y
para odiadores de la tortilla estilo Betanzos.

Tras salir de los
Alcázares nos fuimos dando un paseo hasta el apartamento. La noche era calurosa
y las calles, vaciadas de la horda turista, pertenecían por fin a los
lugareños. Paco, Aythami y Jon decidieron alargar la noche visitando el Cristo
de los Faroles, muy cercanos al alojamiento. Allí, por casualidad, encuentran
una escalinata repleta de jóvenes que disfrutan de la música y del “rebujito”.
Deciden sumarse a ellos compartiendo tanto bailes como bebidas espirituosas. La
oportunidad es única y el cuadro es tan curioso como bello: por una parte la
caseta, con esa mezcla de vírgenes, cristos y precios de bebidas y bocadillos;
y por otra las mujeres cordobesas, sumun del mestizaje de diversas etnias,
religiones y culturas durante siglos, tan admiradas por pintores y poetas.
Con el deseo de seguir disfrutando de la noche, pero con
la conciencia de la obligación de madrugar al día siguiente para recorrer la
“etapa reina” de este año, se retiran los fiesteros kangrenas a descansar.
Apartamento en Córdoba
“Las cruces de mayo” es un día complicado en Cordoba. De las mucha
opciones, generalmente, que ofrece la ciudad califal ese día quedan bastante
reducidas. Alquilamos un apartamento en la zona del palacio de Viana. La dueña,
al entrar, nos pidió que no utilizáramos el patio interior de la comunidad, o
que lo hiciéramos rápidamente ya que los vecinos debían de haberse quejado de
inquilinos anteriores. Lo de meter las bicis por un hall tan estrecho, y con la
cantidad de polvo que arrastrábamos, quizás fue lo más complicado.
El apartamento en sí
estaba bien, sin lujos, aunque apenas lo disfrutamos. Una cocina bien equipada,
un salón invadido por las bicis, y unos dormitorios con literas. Por primera vez
echamos de menos el aire acondicionado ya que el calor aquel día fue bastante
severo. Comidas, cenas y desayunos se hicieron fuera y apenas una siesta para
poder disfrutarlo.
Ideal para despedidas de
soltero muy ruidosas y para familias que pagan sus consecuencias, a posteriori.




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