ETAPA 2: QUÉNTAR-GRANADA

De ruta cicloturista por la sierra de Granada y por los pubs de Graná.


Después de solucionar los problemas técnicos, desayunar en el bar Los Ángeles, y renovar fuerzas, nos disponemos a atacar la segunda etapa. En principio estaba diseñada para llegar hasta Granada, (apenas 15 kilómetros) pero se rediseñó para alargarla, haciendo noche en la capital Nazarí.

Salimos de Quéntar deshaciendo los últimos kilómetros del día anterior. Tratamos de acceder al track, que habíamos preparado, por los caminos pero al salir del pueblo un lugareño nos informa que están cerrados con vallas y que es mejor subir por la carretera. Esos primeros kilómetros del puerto son muy sencillos y el fresco de la mañana ayudan a ciclarlos con alegría. Se ven bastantes ciclistas, y algo de tráfico de coches, pero enseguida nos desviamos hacia el pantano. Pasamos por su presa y enseguida cambia la carretera. El terreno se empina mucho más y el asfalto se acaba convirtiendo en una pista de tierra, más exigente por los desniveles que por la dificultad técnica. Observamos varios grupos de excursionistas por la zona. Las vistas son preciosas y  compensan la dureza de la ascensión. Llegamos hasta una finca, y como nos había señalado el lugareño de Quéntar, el camino se convierte otra vez en asfalto. Llevamos casi una hora de ascenso continuo y a algunos se les empieza a hacer demasiado larga. La carretera es menos motivadora y no se atisba el final de la ascensión.


Por fín llegamos a la cima y descendemos rápidamente hasta Güejar Sierra. Paramos en el barrio más alto y observamos la carretera que asciende hasta Sierra Nevada, uno de los posibles objetivos del día. Descartamos esa opción porque nos ha costado demasiado tiempo llegar hasta allí y queda demasiados kilómetros hasta Pradollano. No llegaríamos a tiempo a visitar la Alhambra.
Jesús, con paciencia, nos va explicando las diferentes cimas de la sierra y, de tanto en tanto, nos somete a un pequeño test para saber si hemos retenido tan sencillos datos. Pero no hay manera.

Descendemos muy verticales hasta el pueblo en sí, que se sitúa en la carretera de Granada hasta
Sierra Nevada, y continuamos más abajo en busca del río. Hemos decidido hacer una vía verde para compensar la falta de kilómetros del día. Nos costó encontrar la entrada a la vía del Tranvía de la Sierra. Otro proyecto de esos descabellados que se dan en todas las épocas por mentes “preclaras”. Al menos esta ha dejado un bonito paseo excavado en el nacimiento del río Genil. Los primeros metros son estrechos, llanos y están magníficamente enmarcados, pero al ser domingo hay bastantes caminantes. Después del restaurante (que tenía muy buena pinta), la pista se convierte en una carretera vecinal que sube hasta “pegarse” con la pared de la Sierra. El Genil fluye con fuerza en esa zona y conforma un paisaje de montaña majestuoso. Al finalizar la carretera hay un chiringuito y decidimos parar a tomar un refrigerio. La verdad es que allí, a la sombra y en buena compañía, se está tan bien que apetece poco volver a la ruta.

Desandamos la vía hasta el restaurante. Ya es la hora punta de los domingueros así que se nota la afluencia de coches en la carretera. Desde el parking del restaurante  atacamos la dura pendiente hasta el pueblo. ¡Con lo bien que estábamos en la sombra! Ahora nos cuesta pedalear, cuesta arriba y con el sol sobre nuestras cabezas. Nos detenemos por un instante en un mirador a la Sierra precioso y aprovechamos para unas fotos de recuerdo.


Una vez llegados al pueblo tomamos la carretera GR 3200 para descender rápidamente hasta Pinos Genil. La vía es buena y apenas hay tráfico, al menos en nuestro sentido, así que nos plantamos rápidamente en Pinos.
Allí tomamos el paseo fluvial que nos llevará hasta la misma Granada. Está, como no, lleno de excursionistas. El día acompaña y los granaínos hacen deporte, picnic o ambas cosas a la vez. A Jon se le sale la rueda trasera y queda descolgado. El grupo circula a mucha velocidad y no le ve. Cuando les está alcanzando, junto con Isidro, se vuelve a salir la rueda y al meterla el cuadro de la bici hace un ruido perturbador. Consiguen arreglar el problema y continuar ruta. El terreno es favorable y si descartamos la cantidad de gente, por ser domingo, se puede hacer muy rápido. Eso sí acaba siendo un poco aburrido y estamos deseando llegar a Granada.

Cruzamos un puente y nos metemos en el tráfico de la ciudad. Un cartel nos desvía hacia la
Alhambra. Comienzan las dificultades. La cuesta es notable y hay que hacer un sobresfuerzo para llegar hasta el palacio nazarí. Además, las indicaciones nos llevan dando una vuelta y acabamos descendiendo para afrontar la última y notable rampa, entre el tráfico y la estrechez de la carretera. Una vez en los exteriores de la Alhambra, convertidos en un zoco o parque temático o las dos cosas a la vez, decidimos seguir subiendo para tener una mejor perspectiva del monumento y la sierra. Por el parking seguimos cuesta arriba hasta llegar a la zona de la Dehesa del Generalife. Buscamos la foto perfecta y un tipo aparcado por allí nos comenta que desde el Aljibe de la Lluvia se tiene una magnífica panorámica. Total, otro par de kilómetros a las piernas. La verdad es que es una zona muy bonita, y poco visitada por los turistas, así que descansamos satisfechos al llegar al pozo de lluvia que le da nombre.
En vez de mirar el GPS, que nos hubiera colocado rápidamente de nuevo en la ciudad, desandamos el camino y tenemos que callejear mucho para llegar hasta el hotel. Teníamos poco tiempo y el registro, como siempre, se hizo muy largo, así que volamos hasta la ducha y a comer porque teníamos una cita ineludible con la Alhambra.  

EL OFF ROAD

Restaurante La Laguna, Granada

Si la comida del día anterior fue informal la de este no existe forma de calificarla. Unas tapas y raciones engullidas metiendo prisa a la pobre, e inexperta, camarera porque no llegábamos a la Alhambra a tiempo. Ni recuerdo lo que comí pero debía estar bueno porque al día siguiente regresamos a desayunar. Solo por el estrés que sufrió aquella joven nos vemos incapaces de una crítica negativa a un lugar donde se superponen lo clásico, lo kitsch y lo rancio de una manera notable.



Ideal para tomar el chocolate con churros con las amigas jubiladas mientras comentas los conocidos muertos recientemente.



Habíamos tenido muchos problemas para encontrar entradas para la Alhambra. Desde hacía meses lo habíamos intentado, pero había resultado imposible. Como siempre había estado al quite nuestro “conseguidor” Isidro. Gracias a una gestión pudo encontrar entradas para ese día. Como son nominales, y no obtuvo respuesta de datos por parte de Salva, incluyó los de un amigo suyo.
Suelen ser bastante estrictos con la hora y nosotros encima nos equivocamos de palacio, y fuimos al Generalife, así que los kangrenas tuvieron que correr por todo el recinto hasta la puerta de acceso.
El caso que allí nos dirigimos con bastante estrés, por cierto, y en la puerta de acceso comprueban al azar uno de los nombres y sale, casualmente, el del amigo de Isidro. No hubo manera de convencer a las porteras. Salva se quedó fuera.
Los demás, mientras tanto, disfrutamos de una tarde genial con una visita muy entretenida a uno de los lugares más maravillosos construidos por el hombre.

Bar La Riviera, Granada

Después de dar varias vueltas por la zona con más ambiente de la ciudad dimos a parar con este bar típico de tapas. Puedes elegir cual tomar, de un largo listado, con tu bebida. La verdad es que el sistema, para los de apetito, es un poco escaso aunque te permite elegir y variar. Aunque es posible que la cantidad de alcohol ingerido, en relación con la comida, no sea muy conveniente para deportistas (si hubiera alguno en nuestro grupo). El servicio fue eficiente pero poco caluroso. Desde que te sientas parece que tienen prisa por que acabes, pagues y otro ocupe tu mesa (salvo la extraña pareja de jóvenes borrachos, sentada al fondo, que cabeceaba en las sillas desde que inauguraron el local, amenizando la cena).



Ideal para un cursillo de toma de decisiones críticas en escaso tiempo y para estudiantes erasmus



Después de cenar algunos decidimos ir a tomar algo para disfrutar de las postales nocturnas que ofrece la ciudad. Nos acercamos hasta el Paseo de los Tristes, quizás una de las más típicas vistas nocturnas de la Alhambra. Decidimos entrar en un bar que parecía que tenía más animación que el resto. El pub Rabo de nube. Estaban de fiesta de aniversario, con comida gratis y música en directo, y tras preguntar nos permitieron quedarnos. ¡Y tanto que nos quedamos! Menuda juerga nos echamos a cuenta de los amigos del Rabo de Nube y su música de cantautores. Uno de esos momentos, improvisados, que quedan en la memoria del grupo durante mucho tiempo, y son fuente de anécdotas continuas durante nuestros encuentros. Una vez más gracias a los amigos del bar Rabo de Nube, y animaros a que os acerquéis por allí si estáis por Graná.
Hacia la una de la mañana nos retiramos convenientemente, después de una buena ración de gin-tonics y pinchos de tortilla, de tal manera que decidimos dar un paseo hasta el hotel, en vez de tomar un taxi.
Un gran día y una mejor noche.

Hotel Don Juan, Granada

Mucho lujo para los kangrenas. De albergue cochambroso, con olor de pies y pulgas en las mantas, a hotel con recepción 24 horas y habitaciones de congreso de dentistas (como la furgoneta). Como todo no podía ser perfecto disfrutamos de un delicioso paisaje mural desde la ventana de la habitación. Yo la verdad poco descansé: entre la farra de la noche, que se saltó la luz de emergencia y que con la que llevaba no fui capaz de encontrar el aplique del tocador del baño… total que no está hecha la miel para la boca de un kangrena. Buena calidad y servicio, aunque el precio lo merecía.



De peregrino a ortodoncista por 25€ la noche.

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