De ruta cicloturista por la sierra de Granada y por los pubs de Graná.





Después de solucionar los problemas técnicos, desayunar en
el bar Los Ángeles, y renovar fuerzas, nos disponemos a atacar la segunda
etapa. En principio estaba diseñada para llegar hasta Granada, (apenas 15
kilómetros) pero se rediseñó para alargarla, haciendo noche en la capital
Nazarí.

Salimos de Quéntar deshaciendo los últimos kilómetros del
día anterior. Tratamos de acceder al track, que habíamos preparado, por los caminos pero al salir del
pueblo un lugareño nos informa que están cerrados con vallas y que es mejor
subir por la carretera. Esos primeros kilómetros del puerto son muy sencillos y
el fresco de la mañana ayudan a ciclarlos con alegría. Se ven bastantes
ciclistas, y algo de tráfico de coches, pero enseguida nos desviamos hacia el
pantano. Pasamos por su presa y enseguida cambia la carretera. El terreno se empina mucho
más y el asfalto se acaba convirtiendo en una pista de tierra, más exigente por
los desniveles que por la dificultad técnica. Observamos varios grupos de
excursionistas por la zona. Las vistas son preciosas y compensan la dureza de la ascensión. Llegamos hasta una finca, y como nos había
señalado el lugareño de Quéntar, el camino se convierte otra vez en asfalto. Llevamos
casi una hora de ascenso continuo y a algunos se les empieza a hacer demasiado larga. La
carretera es menos motivadora y no se atisba el final de la ascensión.

Por fín llegamos a la cima y descendemos rápidamente hasta
Güejar Sierra. Paramos en el barrio más alto y observamos la carretera que
asciende hasta Sierra Nevada, uno de los posibles objetivos del día.
Descartamos esa opción porque nos ha costado demasiado tiempo llegar hasta allí
y queda demasiados kilómetros hasta Pradollano. No llegaríamos a tiempo a
visitar la Alhambra.
Jesús, con paciencia, nos va explicando las diferentes cimas
de la sierra y, de tanto en tanto, nos somete a un pequeño test para saber si
hemos retenido tan sencillos datos. Pero no hay manera.
Descendemos muy verticales hasta el pueblo en sí, que se
sitúa en la carretera de Granada hasta
Sierra Nevada, y continuamos más abajo
en busca del río. Hemos decidido hacer una vía verde para compensar la falta
de kilómetros del día. Nos costó encontrar la entrada a la vía del Tranvía de
la Sierra. Otro proyecto de esos descabellados que se dan en todas las épocas
por mentes “preclaras”. Al menos esta ha dejado un bonito paseo excavado en el
nacimiento del río Genil. Los primeros metros son estrechos, llanos y están magníficamente enmarcados, pero al ser domingo hay bastantes caminantes. Después del restaurante (que tenía
muy buena pinta), la pista se convierte en una carretera vecinal que sube hasta
“pegarse” con la pared de la Sierra. El Genil fluye con fuerza en esa zona y
conforma un paisaje de montaña majestuoso. Al finalizar la carretera hay un
chiringuito y decidimos parar a tomar un refrigerio. La verdad es que allí, a la
sombra y en buena compañía, se está tan bien que apetece poco volver a la ruta.

Desandamos la vía hasta el restaurante. Ya es la hora punta de los domingueros así que se nota la afluencia de coches en la carretera. Desde el parking del restaurante atacamos la dura pendiente hasta el pueblo. ¡Con lo bien que estábamos en
la sombra! Ahora nos cuesta pedalear, cuesta arriba y con el sol sobre nuestras
cabezas. Nos detenemos por un instante en un mirador a la Sierra precioso y
aprovechamos para unas fotos de recuerdo.
Una vez llegados al pueblo tomamos la carretera GR 3200 para descender
rápidamente hasta Pinos Genil. La vía es buena y apenas hay tráfico, al
menos en nuestro sentido, así que nos
plantamos rápidamente en Pinos.
Allí tomamos el paseo fluvial que nos llevará hasta la misma
Granada. Está, como no, lleno de excursionistas. El día acompaña y los granaínos hacen
deporte, picnic o ambas cosas a la vez. A Jon se le sale la rueda trasera y
queda descolgado. El grupo circula a mucha velocidad y no le ve. Cuando les está alcanzando, junto con Isidro,
se vuelve a salir la rueda y al meterla el cuadro de la bici hace un ruido
perturbador. Consiguen arreglar el problema y continuar ruta. El terreno es
favorable y si descartamos la cantidad de gente, por ser domingo, se puede hacer
muy rápido. Eso sí acaba siendo un poco aburrido y estamos deseando llegar a
Granada.
Cruzamos un puente y nos metemos en el tráfico de la ciudad.
Un cartel nos desvía hacia la
Alhambra. Comienzan las dificultades. La cuesta
es notable y hay que hacer un sobresfuerzo para llegar hasta el palacio nazarí.
Además, las indicaciones nos llevan dando una vuelta y acabamos descendiendo
para afrontar la última y notable rampa, entre el tráfico y la estrechez de la
carretera. Una vez en los exteriores de la Alhambra, convertidos en un zoco o
parque temático o las dos cosas a la vez, decidimos seguir subiendo para tener
una mejor perspectiva del monumento y la sierra. Por el parking seguimos cuesta
arriba hasta llegar a la zona de la Dehesa del Generalife. Buscamos la foto perfecta y
un tipo aparcado por allí nos comenta que desde el Aljibe de la Lluvia se tiene una
magnífica panorámica. Total, otro par de kilómetros a las piernas. La verdad es
que es una zona muy bonita, y poco visitada por los turistas, así que descansamos
satisfechos al llegar al pozo de lluvia que le da nombre.
En vez de mirar el GPS, que nos hubiera colocado rápidamente
de nuevo en la ciudad, desandamos el camino y tenemos que callejear mucho para
llegar hasta el hotel. Teníamos poco tiempo y el registro, como siempre, se hizo
muy largo, así que volamos hasta la ducha y a comer porque teníamos una cita
ineludible con la Alhambra.
EL OFF ROAD
Restaurante La Laguna, Granada
Si la comida del día
anterior fue informal la de este no existe forma de calificarla. Unas tapas y
raciones engullidas metiendo prisa a la pobre, e inexperta, camarera porque no llegábamos
a la Alhambra a tiempo. Ni recuerdo lo que comí pero debía estar bueno porque
al día siguiente regresamos a desayunar. Solo por el estrés que sufrió aquella
joven nos vemos incapaces de una crítica negativa a un lugar donde se
superponen lo clásico, lo kitsch y lo rancio de una manera notable.
Ideal para tomar el
chocolate con churros con las amigas jubiladas mientras comentas los conocidos muertos recientemente.

Habíamos tenido muchos problemas
para encontrar entradas para la Alhambra. Desde hacía meses lo habíamos
intentado, pero había resultado imposible. Como siempre había estado al quite
nuestro “conseguidor” Isidro. Gracias a una gestión pudo encontrar entradas
para ese día. Como son nominales, y no obtuvo respuesta de datos por parte de
Salva, incluyó los de un amigo suyo.
Suelen ser bastante
estrictos con la hora y nosotros encima nos equivocamos de palacio, y fuimos al
Generalife, así que los kangrenas tuvieron que correr por todo el recinto hasta
la puerta de acceso.
El caso que allí nos
dirigimos con bastante estrés, por cierto, y en la puerta de acceso comprueban
al azar uno de los nombres y sale, casualmente, el del amigo de Isidro. No hubo
manera de convencer a las porteras. Salva se quedó fuera.
Los demás, mientras
tanto, disfrutamos de una tarde genial con una visita muy entretenida a uno de
los lugares más maravillosos construidos por el hombre.
Bar La Riviera, Granada
Después de dar varias
vueltas por la zona con más ambiente de la ciudad dimos a parar con este bar
típico de tapas. Puedes elegir cual tomar, de un largo listado, con tu bebida.
La verdad es que el sistema, para los de apetito, es un poco escaso aunque te
permite elegir y variar. Aunque es posible que la cantidad de alcohol ingerido,
en relación con la comida, no sea muy conveniente para deportistas (si hubiera alguno
en nuestro grupo). El servicio fue eficiente pero poco caluroso. Desde que te
sientas parece que tienen prisa por que acabes, pagues y otro ocupe tu mesa
(salvo la extraña pareja de jóvenes borrachos, sentada al fondo, que cabeceaba en las
sillas desde que inauguraron el local, amenizando la cena).
Ideal para un cursillo de
toma de decisiones críticas en escaso tiempo y para estudiantes erasmus.

Después de cenar algunos
decidimos ir a tomar algo para disfrutar de las postales nocturnas que ofrece
la ciudad. Nos acercamos hasta el Paseo de los Tristes, quizás una de las más
típicas vistas nocturnas de la Alhambra. Decidimos entrar en un bar que parecía
que tenía más animación que el resto. El pub Rabo de nube. Estaban de fiesta de
aniversario, con comida gratis y música en directo, y tras preguntar nos
permitieron quedarnos. ¡Y tanto que nos quedamos! Menuda juerga nos echamos a
cuenta de los amigos del Rabo de Nube y su música de cantautores. Uno de esos
momentos, improvisados, que quedan en la memoria del grupo durante mucho
tiempo, y son fuente de anécdotas continuas durante nuestros encuentros. Una
vez más gracias a los amigos del bar Rabo de Nube, y animaros a que os
acerquéis por allí si estáis por Graná.
Hacia la una de la mañana
nos retiramos convenientemente, después de una buena ración de gin-tonics y
pinchos de tortilla, de tal manera que decidimos dar un paseo hasta el hotel,
en vez de tomar un taxi.
Un gran día y una mejor
noche.
Hotel Don Juan, Granada
Mucho lujo para los
kangrenas. De albergue cochambroso, con olor de pies y pulgas en las mantas, a
hotel con recepción 24 horas y habitaciones de congreso de dentistas (como la furgoneta). Como todo no podía ser perfecto disfrutamos de un delicioso paisaje mural desde la ventana de la habitación. Yo la
verdad poco descansé: entre la farra de la noche, que se saltó la luz de
emergencia y que con la que llevaba no fui capaz de encontrar el aplique del
tocador del baño… total que no está hecha la miel para la boca de un kangrena.
Buena calidad y servicio, aunque el precio lo merecía.
De peregrino a ortodoncista por 25€ la noche.




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