ETAPA 1: GUADIX-QUÉNTAR


Problemas mecánicos y piernas duras 

La mañana del primer día siempre hay que ajustar las cosas y se tarda un poco más de lo normal en estar preparado. O mejor dicho algunos tardan bastante más de un poco en estar listos. Con los nervios del estreno y la tripa llena por el desayuno en el bar de al lado, nos ponemos en marcha. El sol aprieta fuerte a pesar de ser abril, aunque andando no se nota el calor. Salimos rápidamente de la ciudad subiendo por unas rampas del castillo y “escapando” por una zona de huertas cuyo camino se va estrechando. 
Divisamos a lo lejos la ciudad. Poco a poco vamos ascendiendo. La tierra es rojiza y se nos presenta un cerro por delante. A Paco ya no le cambia el plato de la bici así que no puede atacar el más mínimo desnivel. Saltamos un resalto, que parece puesto para una prueba de trial, y nos adentramos en un pinar tras una pequeña bajada. El bosque de pinos está bastante seco y la flecha nos lleva por lo que sería un cauce de aluvión. Rodamos muy rápidos, llevados por la euforia y por las energías intactas. En un momento salimos del pinar, nos adentramos en una trinchera excavada a pico y pala en el monte, y llegamos al primer pueblo: Purullena.
Vemos una tienda de bicis y decidimos parar para que revisen la bici de Paco, y de paso la de Salva que lleva tres años empaquetada. El mecánico, con buena fe, le comenta que tratar de hacer la ruta con esa bici “es una temeridad”. Aún así le hace un apaño y, después de más de media hora larga, reanudamos el camino. En Purullena tenemos el primer problema con el GPS y damos vueltas hasta encontrara la salida del pueblo.
A lo lejos ya podemos observar las estribaciones de Sierra Nevada y nos dirigimos raudos hacia allí. Después de atravesar una nueva zona de huertas, salimos a la carretera para cruzar hacia Marchal. Allí subimos a un mirador y nos detenemos por un momento, viendo la vista del valle y las cuevas excavadas en la base de la roca que son patrimonio cultural.

Ascendemos una cuesta pronunciada, dando la vuelta al altozano, hasta llegar a Los Baños y poco después a Graena. Tenemos que recuperar el tiempo perdido en el taller de bicis así que pedaleamos rápido y sin detenernos. Desde Graena divisamos tierras de cultivo, que sobrepasamos a izquierda y derecha, por una pista polvorienta. Cometemos un nuevo error con el GPS pero fácilmente se solventa. El terreno es ascendente toda la jornada, a pesar de que Jon ha leído mal el perfil, por mirarlo al revés, y afirma que la mayor parte es descenso.
Llegamos a La Peza y no nos detenemos. A la salida del pueblo comienza un ascenso fuerte por una pista de monte. Salva y Paco enseguida se retrasan bastante. El camino es bastante ancho y con mucha piedra pero se sube bien. Nos detenemos a esperar a los rezagados y a continuar la charla con un poco más de aliento. Conseguimos unificarnos y continuar después de un buen rato de espera.
Comienza un prolongado descenso, también por una pista muy ancha aunque bastante bacheada. En uno de esos hoyos se desequilibra la bici del Payi, saltando por los aires el transportin. Como resultado un agujero grande en las alforjas y lo más preocupante, un par de radios rotos. Los canarios consiguen hacer un apaño puntual y, cargando el equipaje en las bicicletas canarias, nos aprestamos a “atacar” por la carretera el puerto de Blancares.
Jon, sin el lastre del equipaje sube tan fácil en el asfalto como Auxi en su bicicleta eléctrica. Cinco kilómetros, más o menos, por una carretera sin apenas trafico al 3%. El camino oficial circula a nuestra izquierda, paralelo, por el cauce seco de un río en una pista estrecha. No merece demasiado la pena circular por él.
Al llegar al alto, viendo las dificultades mecánicas, decidimos separarnos. El Payi, que no sabe si aguantará mucho la rueda, con Paco y Salva, que son los más rezagados, descenderán por la carretera hasta el final de etapa en Quéntar. El resto por la pista, un subibaja duro y constante con pendientes fuertes pero hermosas vistas de la sierra. Por la carretera el descenso es rápido, muy rápido, y enseguida llegan a Quéntar. Objetivo: buscar el hotel, hacer el “checkin”, y buscar una tienda de bicicletas para arreglar la rueda. Es sábado y mañana tendremos menos oportunidades.

EL OFF ROAD

Café Bar Los Ángeles, Quéntar

Llegamos separados en dos grupos, con hambre y mucha sed, así que éramos unos clientes ideales. Disponía de una amplia terraza cubierta con una buena vista de la zona del río. Pedimos varias cervezas y nos trajeron unas buenas tapas. Las raciones eran generosas y por poco dinero pudimos comer, de manera bastante informal, correctamente. El dinero que nos pudimos ahorrar en la comida lo dejamos, como es costumbre, en bebidas. Así que al final tampoco nos salió tan rentable. El camarero era simpático; nos sirvió de manera muy eficiente, lo cual nunca es sencillo con los kangrenas; y nos recomendó acertadamente algunas viandas.

Ideal para descansar después del trekking, protegerse del sol de la sierra después de la ruta y tomar una cañita con tapa incluida siempre.


Cuando el grupo, que bajó por la carretera, ha acabado de comer aparecen cansados los canarios y Jesús para darles el relevo. El Hierro acompaña en el autobús a Jon a Granada peregrinando para encontrar un taller abierto. Después de dar muchas vueltas, y de desplazarse a un centro comercial fuera de la ciudad, los amables mecánicos de Decathlon Pulianas consiguen cambiar los radios de la 29”, que aguantará el resto del viaje. Gracias desde aquí a esa gente que se desvive por solucionar nuestros grandes problemas y que hace posible que al día siguiente sigamos en ruta.

Bar Perico, Quéntar


Para cenar, visto que tampoco disponíamos de muchas opciones, elegimos este bar de tapas. Si la comida fue informal, la cena fue un picnic playero. Debo decir que tampoco tengo una idea muy clara del local porque estaba entrando y saliendo constantemente para hablar por teléfono con la familia.

Aún así las tapas me parecieron tan caseras como faltas de gracia. En estos casos nunca se sabe si fue por una mala elección o si es norma general de la casa. El precio, eso sí, era increíble por barato, lo cual le da siempre un punto a favor. El servicio, a pesar de que el local estaba casi vacío, tampoco fue demasiado entusiasta.

Ideal para comer barato y sin ninguna pretensión.


Quéntar Hotel

Apañado hotel rural. Comparte gerencia con el bar los Ángeles, el lugar donde comimos. El trato fue amable, las habitaciones estaban limpias y eran adecuadas a su categoría. No vimos ni a nadie en la recepción, ni a ningún cliente más. Poco malo y poco bueno se puede opinar, por tanto, del lugar. Un aprobado y una recomendación raspada.



Ideal para excursionistas sin aspiraciones burguesas, ni de estancia ni de pueblo.






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