ETAPA 0: GUADIX

El reencuentro.


Como casi siempre, la logística kangrena es el primer escollo a superar. Inicialmente habíamos previsto la salida desde Almería, lo que hubiera facilitado mucho el pesado tramite del traslado, pero finalmente viendo la dureza de las etapas se optó por ahorrar unos kilómetros y salir desde Guadix. Un pueblo grande, o ciudad pequeña, con estación de autobús y empresas de transporte, ideal para nuestros planes.
Los catalanes, en este caso solo Paco y Salva, disfrutaron de un viaje cómodo con un vuelo madrugador y una hora más en autobús hasta Guadix. Los demás quedamos emplazados en la T4 de Barajas para, con un coche de alquiler, desplazarnos hasta la ciudad de salida. Al mediodía ya estábamos montados, en una de esas furgonetas para asistentes a un congreso de dentistas. A pesar de las ganas de Aythami por parar, a refrigerarse, no lo hicimos hasta bien entrados en la provincia de Ciudad Real, donde nos detuvimos a comer. Xabi, que fue baja este año, se prestó a hacer amablemente de chofer para llevarnos a Guadix y luego retornar el coche a Barajas al día siguiente. Al menos pudimos disfrutar de su compañía por un día.
La primera parada gastronómica fue un "menú del día" en bar de carretera, que no pasará a la historia, y la primera oportunidad de entablar una tertulia sobre nuestros anhelos para esta semana tan especial.
Reanudamos la marcha y ya no nos detuvimos hasta llegar a Guadix. Allí nos esperaban los polacos junto a la delegación de MRW. Nos atendió muy amable una chica y rápidamente nos pusimos a montar las bicicletas en la acera de enfrente. Demasiadas manos y prisas para un momento que pide paciencia y tranquilidad.

Algunos nos desplazamos, después de acabar la faena de mecánico, al alojamiento en bici y otros en la furgoneta de alquiler. De camino vimos pasar la furgoneta, de la empresa SEUR, que traía las bicicletas que los canarios habían alquilado en la pagina de Bicigrino. Después de cumplimentar el “checkin”, tocó un nuevo cursillo de mecánica en el patio de la cueva. Sobre todo probando la eléctrica de Auxi, todo un prodigio de la técnica para ciclistas en semir retiro.

Previamente se había diseñado una opción de hacer unos kilómetros el mismo viernes pero poco a poco se fue echando la tarde y la gente, bastante perezosa, optó por dar un pequeño paseo por el pueblo. La zona de las cuevas, donde nos alojábamos, era lo más pintoresco del pueblo. Unas construcciones ganadas a la piedra de manera muy ingeniosa y que aseguran una temperatura ideal en esas latitudes tan calurosas. Subimos a una terraza, casi un altozano, para observar ese barrio tan particular, rodeado de una zona semidesértica, en una caída del sol tan increíble por su primaveral luminosidad.

Paseamos por las zonas más monumentales de la ciudad, que tenía bastante poca vida a esas horas. Casi siempre sorprende al viajero los horarios casi noctámbulos de los andaluces y cuesta unos días entrar en su dinámica horaria. De todas maneras tampoco encontramos mucha gente por el resto del pueblo, excepción hecha del Mercadona que, como en casi todos los lugares de España, es el nuevo ágora y la plaza central de este siglo XXI.
Deambulamos  para encontrar un sitio donde cenar mientras observábamos, a lo lejos, como se encendían las luces de la alcazaba de Guadix.

Nota: Este año ha decidido, quien tuviera que decidir, que no habrá calificación de chicotes y cucarachas para los locales visitados. La explicación es que los humildes kangrenas se han convertido en unos burgueses que solo visitan lugares de calidad y duermen en camas con dosel. Nada es lo que era, y menos para estos "aventureros" que ya tienen más edad de visitar Benidorm en octubre que de ir a un  trekking al Himalaya. La verdad es que Andalucía tiene una buena oferta gastronómica, barata y de calidad, que deja muy satisfecho a un hambriento kangrena. El tema del "sibaritismo cervecil" va aparte. Ciclar por la tierra de la cerveza Alhambra ha sido una gloria por lo menos hasta que pisamos tierras de Cruzcampo, donde el viaje se nos hizo más duro que el Tourmalet. En resumen, iba a quedar muy mal el crítico poniendo cero chicotes, o uno a lo sumo, así que para preservar su haterismo ha decidido prescindir de los chicotes, no así de la crítica mordaz. ¡Bon appetit!  

Café Bar Liceo Accitano, Guadix

En nuestro paseo vespertino ningún local nos llamó la atención demasiado. Al final entramos en una plaza porticada donde se localizan varios locales con servicio de menú. Elegimos otro pero solo servían el menú al mediodía así que casi por descarte aparecimos en el Liceo. 
Cuando uno entra a un local espacioso y se encuentra con un montón de mesas vacías comienza a desconfiar. Más si el menú se repite  mañana y  noche. Así que la expectativa era bastante baja antes de pedir la comida. La chica que nos atendió fue muy amable y diligente, a pesar de que se le notaba falta de experiencia. Al menos cinco primeros y cinco segundos platos a elegir. La comida estaba bastante bien, quizás un tanto escasa para el mediodía, pero perfecta para cenar. Poco a poco se fue llenando, de niños ruidosos y padres distraídos, y la verdad daba otra sensación el comedor. En resumen, bajas expectativas, lo que siempre hace subir la nota, y un correcto servicio.

Ideal para una cena copiosa a buen precio o para una comida justa a un precio estándar.

Cueva del Jaraiz, Guadix

La gracia de la estancia en Guadix era dormir en una de sus famosas cuevas. Esta en particular estaba muy bien acondicionada en su parte exterior. Un patio grande con terraza, que apenas aprovechamos más que para montar bicicletas. La cueva en sí se dividía en 3 estancias consecutivas ganadas a la piedra. Apenas notamos la falta de ventanas ya que el ambiente era fresco, poco ruidoso y óptimo
para descansar. El mayor inconveniente, sin duda, fue la escasa equipación de sanitarios. Tan solo un baño para ocho personas es, cuanto menos, escaso. Y cada vez que uno se levantaba, y tiraba de la cadena, el sonido se transmitía como un megáfono por toda la cueva. El dueño era un negociante y el precio, nada barato, también es un hándicap a la hora de puntuar, no tan bien, el alojamiento.

Ideal para hombres de las cavernas urbanitas, de fin de semana de turismo activo.

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