ETAPA 6: Crémenes-Cistierna



De vías romanas, aguas bravas y mineral de carbón.
 
La escasa infraestructura de este camino obliga a una etapa excesivamente corta, como la que hicimos, o a redoblar esfuerzos en una titánica ya que no hay ningún sitio donde alojarse más allá de Cistierna.  La etapa más corta de este año fue también la más turística. Vimos paisajes muy diferentes en un pequeño espacio de tiempo y llegamos tan pronto que tuvimos la oportunidad de hacer una interesante visita cultural.
Ya nos habían avisado que los primeros metros desde Crémenes son de los más bonitos del Vadiniense, y no se equivocaban. Nada más salir del pueblo nos encontramos con la calzada romana que dejamos el día anterior. Está en mejores condiciones incluso y dibuja una pequeña ascensión para salvar por la pared el meandro del río Esla. El  día era frio pero el sol dominaba. Esos primeros cinco kilómetros los aprovechamos tanto para hacer fotos en el ascenso como en la balconada que nos muestra una bella panoramica del río y la carretera.
Tras pasar Valdore nos encontramos con una larga recta entre campos labrados antes de cruzar el río. Al pasar el puente sobre el Esla emerge por sorpresa la pelirroja ucraniana, que seguro estaba aliviándose en la vereda del río. Nos extraña porque no la vimos en Crémenes y debió de salir muy pronto de cualquier otro punto donde alojarse. El caprichoso torrente sigue dibujando meandros muy marcados mientras nosotros andamos por su margen derecha, primero por una pequeña vía y después por un sendero. Observamos un puente de maderas móviles y corremos a recorrerlo y a sacarnos unas fotos. Es un lugar precioso con numeroso rápidos acuáticos cerca de Alejico.
Salimos de la población y descubrimos una isla en mitad del Esla, no sabemos si natural o artificial, en cuyo torrente derecho han construido un circuito de descenso de aguas bravas. Poco más adelante encontraremos también un lugar donde se alquilan las embarcaciones a los turistas, en un lugar mucho más remansado para evitar posibles accidentes de urbanitas con ganas de aventura controlada.
Un nuevo meandro y esta vez el valle se abre un poco más, sobre todo en su orilla izquierda. Por la que circulamos nosotros aparecen unas paredes rocosas, no muy altas, que parecen ideales para la escalada. Un elemento meteorológico nuevo se viene a añadir al sol, el frio viento que sopla a nuestras espaldas. Por el momento nos beneficia pero a la tarde se convertirá en una pesadilla.
Cruzamos bajo un túnel bajo la carretera que va a Sabero y nos volvemos a adentrar en un camino asfaltado, aunque parece más una zona de senderismo que una vía de comunicación. Pasamos junto a las ruinas industriales de una compañía minera. Es como un enorme cementerio abandonado con todo tipo de estructuras, incluso lo que creemos que son viviendas. La arqueología industrial minera tiene un buen filón en estas zonas que no superaron las reconversiones de los años ochenta del siglo pasado. Impresiona quizás por los fuera de lugar que parece, alejado de las grandes urbes industriales. Cmo hemos visto en unos poco kilómetros la zona conserva con orgullo su pasado minero pero el futuro se centra más en otros sectores, como el turismo de aventura.
Poco más adelante el paisaje cambia y comenzamos a ver montañas enteras de restos de mineral de carbón. El suelo pasa de verde a negro, lo cual no parece importar a unas vacas que beben de las oscuras aguas de los charcos. El camino está cortado por una de esas ciénagas y encima viene una vaca decididamente en nuestra dirección. Jesús, más torero, decide asumir los riesgos. Los demás damos una vuelta para evitar ambos inconvenientes.
Una acequia enorme sustituye los paisajes fluviales. Salva opina que sería para transportar mineral, a pesar que va en dirección a una subestación eléctrica y que tiene unas barras metálicas a baja altura que no permitirían la navegación por el canal. Hacemos unas chanzas con ello. A nuestra izquierda queda un enorme puente de hierro, que no atravesamos porque creemos que no facilitará nuestra marcha, y que luego sabremos que da lugar a un tramo de “vía verde” temática sobre el ferrocarril. Cruzamos bajo un puente enorme de hormigón y seguimos carretera adelante hasta que vemos las primeras casas de lo que suponemos que será Cistierna. Cruzamos, ahora sí, el Esla y nos felicitamos a la entrada del pueblo por haber cumplido con un nuevo día. No sabemos todavía que nos queda transitar más de un kilometro de recta urbana antes de llegar al albergue. 


HOSTAL EL CRUCE, CISTIERNA

Un restaurante enorme, con unas instalaciones bastante nuevas, y un buen menú del día (¡al fin paella!) servido con rapidez. La camarera resultó muy simpática y supo torear los siempre peculiares deseos de Salva. Varios platos para escoger y buenas cantidades. La verdad es que quedamos bastante satisfechos, aunque tampoco pasará a los anales de las comidas kangrenas.
Otro día más en el mundo de los menús del día.

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Cistierna es la ciudad más importante de la zona y con un gran pasado industrial, así que optamos por visitar el Museo del Ferroviario. Marcos ha llegado de su maratoniana etapa y ya se ha instalado en su “acogedora” habitación. Decide acompañarnos al museo. Llegamos justo para el inicio de las explicaciones audiovisuales que son bastante largas y tampoco aportan gran cosa. Pero cuando se encienden las luces, el entusiasmo de la guía del museo por su trabajo acaba calando en nosotros haciendo que la visita merezca mucho la pena. Una tarde bien aprovechada sin duda, descubriendo los entresijos del ferrocarril de La Robla, el tren minero y de pasajeros que comunicaba esos valles con la ciudad de Bilbao. Al salir de nuevo a la calle notamos el aire frío y se hace desagradable estar en la calle, así que corremos a refugiarnos en un local a tomar unas cervezas artesanas leonesas, las Zerep, antes de pasar al comedor.



PIZZERIA CHARLOT, CISTIERNA
Como veis la pizzería es una salida recurrente en este viaje, sobre todo si hemos comido bien, o al menos abundante, al mediodía. Carta bastante completa con pizzas, bocatas, sándwiches, raciones, ensaladas, etc. Todo lo necesario para hacer feliz a cualquier niño de primaria y a cualquier kangrena con gula. La rapidez del servicio (una cocinera poco estresada para los ocho pedidos) me hace sospechar que quizás estaban congeladas, al menos la masa, pero la verdad es que tampoco se notaba demasiado. A la salsa barbacoa le faltaba fuerza pero tampoco es que estuviera mala. Una cena muy de batalla pero que no dejó casi restos en los platos.
Pizza y cerveza Zerep, ¿qué puede salir mal?.

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ALBERGUE DE PREGRINOS DE CISTIERNA
Situado en unas calles que no parecen muy recomendables para  transitar con nocturnidad, nos encontramos con un edificio en no demasiadas buenas condiciones por fuera. Tuvimos que llamar para que vinieran a abrirnos, lo que hizo David diligentemente. El albergue se sitúa en un primer piso y la recepción semejaba al de una catequesis ochentera. El hospitalero, muy solicito, nos indicó que antiguamente las instalaciones sirvieron de cuartelillo y calabozo. Las habitaciones eran de dos o de tres camas, con litera y supletoria estas últimas. Disponen de unos baños grandes con un par de duchas. Hasta ahí todo correcto.
Lo que no tiene un pase es que la ciudad más grande de la Ruta Vadiniense tenga las instalaciones en ese estado de abandono. Suciedad, o cuanto menos falta de limpieza, por doquier. Yo mismo comprobé que al levantar la sobrecama estaba la sabana bajera llena de moscas muertas, pelos de otros inquilinos y partículas negruzcas que no me atreví a conocer en detalle Por si acaso apenas me moví del saco, que por primera vez adoptó su forma original  de “momia”. A Marcos le instalaron en una habitación donde todavía olía a cerrado y a humanidad, y eso que apenas pasan peregrinos y puede que hiciera tiempo que no había sido ocupada, con las sabanas revueltas. En las zonas comunes se amontonaban almohadas sin ningún cuidado, sillas revueltas, y apenas una pequeña chapa eléctrica para calentar un cazo. Vamos que ningún responsable se había dado una vuelta por allí para hacer una colada, pegar una barrida, etc. Dentro de lo que cabe los baños estaban bastante mejor, eso sí.
Ya sabemos que “el peregrino no exige, agradece” pero un poco más de dedicación por parte del ayuntamiento, de la Sociedad de Amigos del Camino, que es la quien gestiona, se agradecería infinitamente.  Si desean que al calor del éxito del Francés se llene su ruta de peregrinos, con sus correspondientes peculios,  deberían tomar medidas urgentes para regenerar el albergue y modificar una situación que es de las peores que hemos visto en todos los años de experiencia que tenemos.
Inaceptable estado de abandono y tiene pinta de ir a peor.







EL TRACK
 

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