De vías romanas, aguas bravas y mineral de carbón.
La escasa infraestructura de este
camino obliga a una etapa excesivamente corta, como la que hicimos, o a
redoblar esfuerzos en una titánica ya que no hay ningún sitio donde alojarse
más allá de Cistierna. La etapa más
corta de este año fue también la más turística. Vimos paisajes muy diferentes
en un pequeño espacio de tiempo y llegamos tan pronto que tuvimos la
oportunidad de hacer una interesante visita cultural.
Ya nos habían avisado que los
primeros metros desde Crémenes son de los más bonitos del Vadiniense, y no se
equivocaban. Nada más salir del pueblo nos encontramos con la calzada romana
que dejamos el día anterior. Está en mejores condiciones incluso y dibuja una
pequeña ascensión para salvar por la pared el meandro del río Esla. El día era frio pero el sol dominaba. Esos
primeros cinco kilómetros los aprovechamos tanto para hacer fotos en el ascenso
como en la balconada que nos muestra una bella panoramica del río y la
carretera.
Tras pasar Valdore nos
encontramos con una larga recta entre campos labrados antes de cruzar el río.
Al pasar el puente sobre el Esla emerge por sorpresa la pelirroja ucraniana,
que seguro estaba aliviándose en la vereda del río. Nos extraña porque no la
vimos en Crémenes y debió de salir muy pronto de cualquier otro punto donde
alojarse. El caprichoso torrente sigue dibujando meandros muy marcados mientras
nosotros andamos por su margen derecha, primero por una pequeña vía y después
por un sendero. Observamos un puente de maderas móviles y corremos a recorrerlo
y a sacarnos unas fotos. Es un lugar precioso con numeroso rápidos acuáticos
cerca de Alejico.
Salimos de la población y
descubrimos una isla en mitad del Esla, no sabemos si natural o artificial, en
cuyo torrente derecho han construido un circuito de descenso de aguas bravas.
Poco más adelante encontraremos también un lugar donde se alquilan las
embarcaciones a los turistas, en un lugar mucho más remansado para evitar
posibles accidentes de urbanitas con ganas de aventura controlada.
Un nuevo meandro y esta vez el
valle se abre un poco más, sobre todo en su orilla izquierda. Por la que
circulamos nosotros aparecen unas paredes rocosas, no muy altas, que parecen
ideales para la escalada. Un elemento meteorológico nuevo se viene a añadir al
sol, el frio viento que sopla a nuestras espaldas. Por el momento nos beneficia
pero a la tarde se convertirá en una pesadilla.
Cruzamos bajo un túnel bajo la
carretera que va a Sabero y nos volvemos a adentrar en un camino asfaltado,
aunque parece más una zona de senderismo que una vía de comunicación. Pasamos
junto a las ruinas industriales de una compañía minera. Es como un enorme
cementerio abandonado con todo tipo de estructuras, incluso lo que creemos que
son viviendas. La arqueología industrial minera tiene un buen filón en estas
zonas que no superaron las reconversiones de los años ochenta del siglo pasado.
Impresiona quizás por los fuera de lugar que parece, alejado de las grandes
urbes industriales. Cmo hemos visto en unos poco kilómetros la zona conserva
con orgullo su pasado minero pero el futuro se centra más en otros sectores,
como el turismo de aventura.
Poco más adelante el paisaje
cambia y comenzamos a ver montañas enteras de restos de mineral de carbón. El
suelo pasa de verde a negro, lo cual no parece importar a unas vacas que beben
de las oscuras aguas de los charcos. El camino está cortado por una de esas
ciénagas y encima viene una vaca decididamente en nuestra dirección. Jesús, más
torero, decide asumir los riesgos. Los demás damos una vuelta para evitar ambos
inconvenientes.
Una acequia enorme sustituye los
paisajes fluviales. Salva opina que sería para transportar mineral, a pesar que
va en dirección a una subestación eléctrica y que tiene unas barras metálicas a
baja altura que no permitirían la navegación por el canal. Hacemos unas chanzas
con ello. A nuestra izquierda queda un enorme puente de hierro, que no
atravesamos porque creemos que no facilitará nuestra marcha, y que luego
sabremos que da lugar a un tramo de “vía verde” temática sobre el ferrocarril.
Cruzamos bajo un puente enorme de hormigón y seguimos carretera adelante hasta
que vemos las primeras casas de lo que suponemos que será Cistierna. Cruzamos,
ahora sí, el Esla y nos felicitamos a la entrada del pueblo por haber cumplido
con un nuevo día. No sabemos todavía que nos queda transitar más de un
kilometro de recta urbana antes de llegar al albergue.
HOSTAL EL CRUCE, CISTIERNA
Un restaurante enorme, con unas
instalaciones bastante nuevas, y un buen menú del día (¡al fin paella!) servido
con rapidez. La camarera resultó muy simpática y supo torear los siempre
peculiares deseos de Salva. Varios platos para escoger y buenas cantidades. La
verdad es que quedamos bastante satisfechos, aunque tampoco pasará a los anales
de las comidas kangrenas.
Otro día más en el mundo de los menús del día.
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Cistierna es la ciudad más
importante de la zona y con un gran pasado industrial, así que optamos por
visitar el Museo del Ferroviario. Marcos ha llegado de su maratoniana etapa y
ya se ha instalado en su “acogedora” habitación. Decide acompañarnos al museo. Llegamos
justo para el inicio de las explicaciones audiovisuales que son bastante largas
y tampoco aportan gran cosa. Pero cuando se encienden las luces, el entusiasmo
de la guía del museo por su trabajo acaba calando en nosotros haciendo que la
visita merezca mucho la pena. Una tarde bien aprovechada sin duda, descubriendo
los entresijos del ferrocarril de La Robla, el tren minero y de pasajeros que
comunicaba esos valles con la ciudad de Bilbao. Al salir de nuevo a la calle
notamos el aire frío y se hace desagradable estar en la calle, así que corremos
a refugiarnos en un local a tomar unas cervezas artesanas leonesas, las Zerep,
antes de pasar al comedor.
PIZZERIA CHARLOT, CISTIERNA
Como veis la pizzería es una
salida recurrente en este viaje, sobre todo si hemos comido bien, o al menos
abundante, al mediodía. Carta bastante completa con pizzas, bocatas,
sándwiches, raciones, ensaladas, etc. Todo lo necesario para hacer feliz a
cualquier niño de primaria y a cualquier kangrena con gula. La rapidez del
servicio (una cocinera poco estresada para los ocho pedidos) me hace sospechar
que quizás estaban congeladas, al menos la masa, pero la verdad es que tampoco
se notaba demasiado. A la salsa barbacoa le faltaba fuerza pero tampoco es que
estuviera mala. Una cena muy de batalla pero que no dejó casi restos en los
platos.
Pizza y cerveza Zerep, ¿qué puede salir mal?.
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ALBERGUE DE PREGRINOS DE CISTIERNA
Situado en unas calles que no
parecen muy recomendables para transitar
con nocturnidad, nos encontramos con un edificio en no demasiadas buenas
condiciones por fuera. Tuvimos que llamar para que vinieran a abrirnos, lo que
hizo David diligentemente. El albergue se sitúa en un primer piso y la
recepción semejaba al de una catequesis ochentera. El hospitalero, muy
solicito, nos indicó que antiguamente las instalaciones sirvieron de
cuartelillo y calabozo. Las habitaciones eran de dos o de tres camas, con
litera y supletoria estas últimas. Disponen de unos baños grandes con un par de
duchas. Hasta ahí todo correcto.
Lo que no tiene un pase es que la
ciudad más grande de la Ruta Vadiniense tenga las instalaciones en ese estado
de abandono. Suciedad, o cuanto menos falta de limpieza, por doquier. Yo mismo
comprobé que al levantar la sobrecama estaba la sabana bajera llena de moscas
muertas, pelos de otros inquilinos y partículas negruzcas que no me atreví a
conocer en detalle Por si acaso apenas me moví del saco, que por primera vez
adoptó su forma original de “momia”. A
Marcos le instalaron en una habitación donde todavía olía a cerrado y a
humanidad, y eso que apenas pasan peregrinos y puede que hiciera tiempo que no
había sido ocupada, con las sabanas revueltas. En las zonas comunes se
amontonaban almohadas sin ningún cuidado, sillas revueltas, y apenas una
pequeña chapa eléctrica para calentar un cazo. Vamos que ningún responsable se
había dado una vuelta por allí para hacer una colada, pegar una barrida, etc.
Dentro de lo que cabe los baños estaban bastante mejor, eso sí.
Ya sabemos que “el peregrino no
exige, agradece” pero un poco más de dedicación por parte del ayuntamiento, de
la Sociedad de Amigos del Camino, que es la quien gestiona, se agradecería
infinitamente. Si desean que al calor
del éxito del Francés se llene su ruta de peregrinos, con sus correspondientes
peculios, deberían tomar medidas
urgentes para regenerar el albergue y modificar una situación que es de las
peores que hemos visto en todos los años de experiencia que tenemos.
Inaceptable estado de abandono y tiene pinta de ir a peor.
EL TRACK






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