ETAPA 4: Espinama-Boca de Huergano



El alpinimo, nueva dificultad superada con exito por los kangrenas
El cielo estaba totalmente despejado, lo que después de la nevada que sufrimos el día anterior en Fuente Dé parecía un milagro. Se notaban los nervios de las jornadas importantes ya que empezamos a montar tal escándalo que salió una huésped de la habitación para quejarse del ruido que metíamos.  Una dominguera con sueño y malas pulgas.
Después del paradisiaco desayuno nos desplazamos en coche a Cosgaya. Teníamos que desandar seis kilómetros para encontrar el cruce al pueblo que pasamos el día anterior. Por el camino devolvimos a los madrileños la tablet que se habían dejado en el albergue. ¡Anda que cargar con el peso de una tablet, menudos peregrinos!, si lo descubre antes Isidro les hace enviarla a casa por correo.
Aythami nos dejó en la carretera y subimos tranquilamente la pronunciada cuesta mientras aparecía la segunda tanda kangrena. Aprovechamos para sacarnos una foto con la estatua de Don Pelayo. Los cántabros han proclamado este pueblo como “patria chica” de la figura mítica de la Reconquista, y  de la formación del reino Astur, sin ninguna base histórica y encendiendo el ánimo de sus vecinos astures que lo reclaman como propio. En ese punto nos despedimos de Aythami, que ha decidido regresar a casa dejando el coche en León. Como ultimo favor llevará las mochilas de los más flojos hasta la meta de hoy.
Con buen ánimo nos disponemos al ascenso. Esta quizás es una ascensión más dura que la original pero esperamos franquearla sin muchos problemas. El camino asciende de salida poco a poco, ideal para ir quitándonos el frio de la mañana. A nuestro grupo se ha sumado Marcos que se acostumbra al ritmo pausado, continuo y parlanchín de la grupetta. La ascensión por un bosque de coníferas nos deja muy buenas sensaciones tanto en lo paisajístico con en el rendimiento. Cuando la cosa se empieza a poner seria los kangrenas responden al terreno con displicencia, sin cejar en la conversación, a pesar de que el porcentaje a veces entrecorta la voz. Son mil metros de desnivel y se notan en el tramo central de la subida.

Superamos sobre el kilometro seis de ascensión una campa enorme con una borda para el ganado y regresamos, sin perder el camino, al resguardo de los arboles. Encontramos algunos restos de hielo y aprovechamos a sacar unas fotos, por si acaso no tenemos ocasión más adelante. Pero vaya sí la vamos a tener. Seguido nos  encontramos con la primera dificultad: un nevero nos obliga a escalar la nieve con nuestras zapatillas de trekking. En ese momento Jesús toma el mando expedicionario y calzándose sus botas “semirrígidas”  va haciendo huella en la nieve para que podamos pasar los demás. Esos últimos dos kilómetros no son los más duros en cuanto a porcentaje pero sí los más fascinantes para los menos avezados en la montaña. Deberemos atravesar cuatro o cinco neveros bastante largos lo que hacen esta parte más lenta. El buen humor y la euforia reinan cuando observamos un coche al fondo, mientras cruzamos el largo y ultimo nevero.
Coronamos muy cerca de donde está la estatua al oso cantábrico, animal esquilmado hasta la categoría de mito imperecedero en piedra. Nuestra gesta queda contextualizada en cuanto vemos que por el otro lado pasean multitud de excursionistas que han aparcado muy cerca el coche y desean un paseo dominical por la nieve. La gloria es efímera.
Descendemos por la carretera hasta el cruce con la N-621. Paco y Salva, que se quedaron atrás, retornan corriendo cuesta abajo. Aprovechamos para ponernos ropa, descansar y avituallarnos antes de reanudar viaje.  Tomamos la ancha pista paralela a la nacional y flanqueada por los arboles. Al principio tenemos que atravesar varias zonas por donde corre  agua del deshielo y enseguida nos encontramos con nieve que bloquea el camino. En esta ocasión está mucho más dura y nos permite andar por encima, por lo que superamos el tramo sin mucha dificultad. La pista nos coloca, tras tres kilómetros, en Llánaves de la Reina.
Desde esta localidad descendemos por la carretera nacional. El paso entre montañas es estrecho y no permite un camino alternativo por lo que se hace un poco pesado. El Arroyo del Naranco nos enseña un cañón precioso para realizar descensos y unos paisajes montañosos que poco tienenque ver con la otra vertiente de la cordillera. Esta es más escasa en vegetación, más árida en apariencia, quizás por estar barrida por gélidos vientos gran parte del año. Cerca de un pequeño túnel observamos el habilidoso transitar de unos rebecos, que cruzan de un lado al otro de la montaña en un par de saltos.
Tras cinco kilómetros de descenso por la calzada llegamos  a Portilla, donde enlazamos con el trazado original del Camino Vadiniense.



BAR PICO TRES PROVINCIAS, PORTILLA
Después de superar el macizo montañoso nos merecíamos un buen descanso. Paramos en este local porque es el primero que se atisba cuando entras en la población. Dos jóvenes atendían la barra con bastante desparpajo. Muy acertadamente ante la oleada que se acercaban se dividieron las comandas, el mayor las bebidas y el pequeño la comida. Platos combinados y bocadillos era la oferta gastronómica del local. La mayoría optó por el plato combinado de huevos y patatas con variaciones en el elemento cárnico. Poco tuvimos que esperar a que estuvieran listos los platos y la verdad es que no estaban nada mal. La comida estuvo amenizada por las replicas del más joven de los camareros que respondía con soltura y gracia a las chanzas que le intentaba colocar Isidro. Se le veía en su ambiente, con la “escuela” que da ser hijo de tabernero.
A la salida del local pudimos “disfrutar” de una estampa costumbrista de lo más atípica: un grupo de gente que tomaban el sol en la terraza del bar observaban como un perrillo interrumpía el tráfico al deambular por medio de la calzada, sin importar que viniera algún vehículo y sin hacer ademan de apartarse, o apartarlo ante la presencia de algún coche, ante las risas y comentarios de la parroquia.

Para combinar huevos, patatas y humor tabernario







Nos despedimos de Marcos en el albergue del pueblo y quedamos citados para vernos en Cistierna. Días después nos contará que no había mucho que hacer en aquel pueblo y que se aburrió bastante. No parecía Manhattan desde luego.
El sol está en lo alto pero el viento es gélido. La ruta por la carretera resulta tediosa, así que discurrimos bastante separados y centrados en la conversación. Solo reagrupamos siete kilómetros más adelante en Barniedo de la Reina donde cruzamos por primera vez el arroyo, ya convertido en río Esla. Al pasar por el pueblo un perro suelto le da un buen susto a Jesús que se lo recrimina a la dueña, quien se hace un poco la tonta.
Estos últimos kilómetros transcurren por el margen izquierdo del río. Por una pista bastante llana y que no ofrece nada de interés. Cruzamos Villafrea y enseguida nos encontramos con Boca de Huergano, otro pueblo semifantasma. En la puerta del local que hemos apalabrado para la noche se encuentran sentados dos lugareños. Al ser interpelados nos recomiendan más el hotel para comer que el lugar donde ellos mismos se encuentran. Al entrar por la puerta sabremos porqué.



HOTEL TIERRA DE LA REINA, BOCA
Tras una breve prospección entre los locales de Boca nos decidimos por ir a cenar al hotel. El bar era grande y tenía un par de espacios acogedores, que disfrutamos previamente naipe en mano. El comedor era amplio y estábamos casi solos, aunque el aparato de televisión era demasiado pequeño y estaba muy lejos para observar el partido de Champions League. Dos primeros, servidos en abundantes recipientes que el camarero insistía en rellenar y que  supongo sería para finiquitar las existencias del mediodía, y dos segundos. La cantidad muy bien y la calidad suficiente, el “vino de Chernóbil” adecuado al menú del día. Muy buen servicio y buen precio así que acabamos satisfechos nuestra visita.
Más para estomago de cura que de reina.

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CRESCENTE S.L., BOCA
Ante la falta de albergues reservamos habitaciones en este hostalsito al pie mismo de la carretera, poco transitada pero carretera al fin y al cabo. No tuve la “suerte” de tratar con el dueño pero me cuentan que no estuvo demasiado simpático, lo que junto al olor rancio que salía de la cocina hizo que nos decidiéramos por cenar en el hotel. La verdad es que olía a fritanga toda la estancia superior, que era la de las habitaciones, solo tenía una ducha compartida para todas, y el mobiliario no era lo que se dice nuevo, ni vistoso. En la parte positiva disponía de un coqueto salón con televisor del que disfrutamos. El precio tampoco fue tan barato como para tirar cohetes pero yo personalmente dormí bien y no tengo demasiadas quejas ya que en los viajes kangrenas estos hostales los disfrutamos como si fueran el Ritz.
Entre fritura y fritura una cabezada con soltura.





EL TRACK 

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