LLuvia, frio, salidas de ruta y carretera.
Hoy sí, la lluvia será un factor
determinante en la etapa. Después de unos días mirando la información
meteorológica, y salvando la lluvia por minutos, acertará de pleno. Tendremos
que desempaquetar los ponchos y acostumbrarnos a andar con las zapatillas
mojadas.
Desayunamos en un bar a la salida
de Potes. Había bastante gente y el servicio se vio agobiado por la masiva
petición de tostadas, así que la cosa se demoró un poco. Nuestra primera parada
será el monasterio de Liébana que se encuentra a unos tres kilómetros cuesta
arriba. Para que accedan cómodamente los peregrinos han construido
recientemente un andadero. Casi llegando al monasterio de Santo Toribio
avistamos al holandés y le pasamos como motos. Con las piernas todavía frescas
llegamos enseguida al monasterio que se encuentra cerrado a esas horas. Un taxi
llega hasta el parking y la conductora hace de guía para la clienta.
Aprovechamos para que nos saque una foto frente a la puerta jubilar. Poco más
podemos atisbar de este importante centro de culto, y propaganda política,
durante los primeros años de la “Reconquista cristiana” de la península. Dentro
se guardan el lignum crucis y los
escritos de Beato pero tendrá que ser para otra vez la visita, ya que el
horario no parece pensado para el peregrino vadiniense que busca descansar en
la todavía lejana Fuente Dé.
En un recodo observamos un hito
con las marcas roja y amarilla de los dos caminos, lebaniego y vadiniense. Lo
seguimos cuesta arriba mientras la lluvia arrecia. Nos lleva a la abandonada,
desacralizada y vaciada ermita de Santa Catalina, justo encima de Santo
Toribio. Al llegar a las ruinas no encontramos más señales, así que
seguimos la dirección lógica por una
vereda estrecha llena de arbustos y árgomas. Isidro y Jesús van delante y se
topan con un obstáculo casi insalvable: un desnivel de unos cuatro metros sin
agarres aparentes. Jesús, más habilidoso, lo consigue pero los demás tenemos
que retroceder hacia el monasterio y alcanzar la ermita de San Miguel, que ya
tocábamos con los dedos, por la carretera. Total un par de kilómetros más a
nuestras espaldas.
La carretera se extingue en las
puertas de la ermita y se convierte en una pista asfaltada que baja por
Congarna hasta cruzar la carretera en Beares. Tras pasar la CA-185 comienza un
terreno más irregular, con subidas y bajadas, mucho más senderista. No
encontramos marcas claras y pocos metros más allá, en una bifurcación, decidimos
seguir adelante dirección Lon, a pesar
de que no aparezca tal nombre en el mapa de la ruta. Subimos poco a poco por un
sendero boscoso hasta que al girar en un recodo vemos que el pequeño valle se
aleja mucho de nuestra dirección y está cerrado por una pared de piedra y nieve.
Observamos así por primera vez los Picos de Europa en su gélida grandiosidad.
Tras hacer varias comprobaciones
desandamos el camino descendiendo hasta San Pelayo. Otro nuevo contratiempo en
la jornada. Encontramos las marcas en el pueblo y seguimos ruta. Por un momento
el camino nos guía por la vereda del río Deva, hasta que nos vuelve a dirigir
colina arriba por un sotobosque. La verdad es que si no fuera por las salidas
de ruta, y por el mal tiempo, estaríamos disfrutando del bello paisaje
montañoso que nos ofrece la zona. Una pista a la derecha continúa ascendiendo
hasta que da un giro de 180º y nos cambia a una pista más pequeña que desciende
drásticamente para, tras superar un puentecillo, regalarnos un ascenso con porcentaje de final dolomítico del Giro.
Alcanzamos las casas que
oteábamos desde abajo y de nuevo desaparecen las marcas. En esas estamos cuando
vemos aparecer a nuestro “compañero” holandés. Jesús decide ir por el camino y
el resto vamos por la carretera. Al final los dos lugares convergen en el mismo cruce, cerca de la
torre de Mogrovejo. “El pueblo donde se rodó Heidi”, así reza uno de los
carteles a la entrada del pueblo. La verdad es que el paisaje podía recordar
vagamente a los Alpes. La película no se
ha estrenado todavía por “problemas de producción” y aunque lucen muy
orgullosos ese título honorifico hubo muchas críticas locales porque en un reportaje se hablaba del “caos absoluto”
del rodaje “en una región desfavorecida” de España.
BAR MOGROVEJO,
MOGROVEJO
Cuando suspirábamos por un reparador cocido, o al menos un
bocadillo de panceta calentito, nos encontramos con este sencillo bar en el
pueblo. Lo único que servían era bocadillos fríos, de embutido o queso. La
verdad es que el chorizo local no estaba mal pero no era para nada lo que ansiábamos
y necesitábamos. Los bocadillos y bebidas fueron reamtados por unos dulces de
la zona más secos que el hormigón.
Atendían la barra dos personas: Una más mayor, que tenía
pinta de ser la matriarca, nos miró con desconfianza al entrar y le costó
abrirse a decir las obviedades que se esperan de cualquiera que se gane la vida
al otro lado de una barra; la otra era la hija, empeñada en informarnos que
ella no vivía en ese pueblo de mala muerta, sino en la cosmopolita Santander.
Total que mientras el bocadillo menguaba la lengua de las hosteleras crecía hasta
llegar a apetecer volver a salir al frio y a la lluvia. Como remate alguno
confundió la foto de la hermana, que estaba de buen ver, con la tasquera. Esto no
pareció hacerla mucha gracia.
Más conversación que
gastronomía. Más chorizo que chicha.
Después de la parada reanudar es
aún más complicado: arrecia la lluvia, sentimos aun más el frio en los huesos y las manos, y el
camino en descenso por una carretera no ayuda a aumentar nuestra temperatura
corporal. Regresamos a la carretera y nos
ponemos en modo automático. Cuatro kilómetros por el margen de una vía algo más
transitada que las de días atrás. Vamos ganando altura poco a poco. Pasado
Areños se abre un poco el cielo y contemplamos dos posibilidades: seguir por el
camino, más largo y sin duda bonito; o
continuar por la carretera para alcanzar lo más rápido posible el albergue de
Espinama. Aunque hay muchas dudas decidimos continuar todos juntos por el arcén
de la CA-185, para llegar a Espinama tras seis tediosos kilómetros, mirando más
el amenazador cielo que el paisaje circundante.
Tras recuperarnos un poco en el
albergue nos dirigimos a Fuente Dé para subir en el teleférico. Como todos no
entramos en un coche la dueña del establecimiento se ofrece a llevarnos a
algunos. Al llegar al parking la cima se
ve despejada y parece que no hay mucha gente. A Isidro le parece carísimo el
precio por el viaje pero aún así decidimos que la experiencia merece la pena.
El taquillero, al ser preguntado sobre las condiciones del Camino para mañana,
les cuenta que no hay ningún problema para subir y les narra sus experiencias
descendiendo el monte en bicicleta. Nadie le cree. Mientras esperamos para
embarcar observamos como la niebla se va cerrando cerca de la estación
superior. En el trayecto Jesús va “leyendo” la montaña, buscando la ruta de
ascenso a pie por la pared majestuosa. El paseo apenas dura cuatro minutos en
los que salva un desnivel de 750 metros. Arriba las condiciones no son
precisamente tropicales. Auxi es la que más lo sufre y apenas pone un pie fuera
de la construcción. Fuera nieva copiosamente para el disfrute de los visitantes.
Nos arrojamos bolas de nieve, entre la algarabía general, mientras arrecia la
ventisca. No tenemos ropa demasiado adecuada para el frio que reina allí así
que decidimos, como turistas japoneses, hacer una foto y retornar. Tardamos más
en aguardar la cola para montar en la barquilla de vuelta que lo que estamos
fuera disfrutando del paisaje que nos priva la niebla. Isidro aprovecha el
ínterin para buscar un amable conductor que le lleve hasta Espinama, lo que
será criticado por un tipo al lado suyo que escucha la petición.
Regresamos al pueblo. La pregunta
de cómo estará el paso al día siguiente flota en el albergue. Aparte de
nosotros harán el recorrido el holandés, una pelirroja ucraniana, un par de
madrileños que nos son muy comunicativos y Marcos, al que hemos conocido en los
albergues de Lafuente y Potes. Isidro, tan paternal siempre con los peregrinos,
le ha reconvenido jocosamente que vaya solo con las malas condiciones que
tenemos y le invitamos a acompañarnos al
día siguiente. También se une a una cena
con tema de conversación bastante picante, mientras nos mira un poco
sorprendido al ver a gente de la edad de sus padres hablando de curiosas
posturas eróticas.
Un guarda del parque, muy amable
y acertadamente, nos informa de cómo está el ascenso desde Cosgaya, la ruta
alternativa que hemos decidido para el día siguiente. Nuestras dudas se centran
más en la escasez de equipo, sobre todo de botas adecuadas, que en nuestras
capacidades físicas. Al final decidimos acometer la ruta por Cosgaya, más
difícil pero no cerrada por la nieve.
El pack que adquirimos en el albergue incluía, a un precio
muy módico, la cena en este hostal. En general estaba bien. Todo limpio y el servicio
fue bueno y eficiente. La cena era muy apañada y muy apropiada para el
deportista: pasta en ensalada o boloñesa, y de segundo bacalao o carrillera. El
primer plato sencillo y abundante, dio para
repetir lo que siempre se agradece después de haber comido un bocadillo frio, y
estaba bien en términos generales. El segundo plato tuvo más detractores. El bacalao
estaba decente pero a Aythami no le gustaron las carrilleras. Algo sorprendente
y nunca visto: dejó el plato entero, algo propio de record Guiness. El postre
tampoco pasó a la leyenda, como el vino peleón que regó la velada.
HOSTAL RESTAURANTE
NEVANDI, ESPINAMA
El pack que adquirimos en el albergue incluía, a un precio
muy módico, la cena en este hostal. En general estaba bien. Todo limpio y el servicio
fue bueno y eficiente. La cena era muy apañada y muy apropiada para el
deportista: pasta en ensalada o boloñesa, y de segundo bacalao o carrillera. El
primer plato sencillo y abundante, dio para
repetir lo que siempre se agradece después de haber comido un bocadillo frio, y
estaba bien en términos generales. El segundo plato tuvo más detractores. El bacalao
estaba decente pero a Aythami no le gustaron las carrilleras. Algo sorprendente
y nunca visto: dejó el plato entero, algo propio de record Guiness. El postre
tampoco pasó a la leyenda, como el vino peleón que regó la velada.
Si has hecho deporte,
tienes buen apetito y poco paladar gourmet lo disfrutarás.
0 CHICOTES
ALBERGUE TURISTICO
BRIZ, ESPINAMA
En pocos sitios nos han tratado tan bien como en el Briz. El
servicio excelente: no solo nos ayudaron diligentemente con el tema del monte, también
nos acercaron a Fuente Dé y el trato fue exquisito, cordial y cercano en todo
momento. Y por no hablar del desayuno, ¡que desayuno!
Las habitaciones no eran demasiado nuevas y quizás eran un
poco estrechas pero no estaban mal. Los baños limpios y funcionales. La parte
del comedor era acogedora pero también un poco insuficiente si el albergue está
muy concurrido.
Como punto curioso algún cliente se debió pensar que estaba
en un hotel de lujo cuando empezamos a meter ruido a las ocho de la mañana.
Quizás eran de esos que van a visitar las cosas a mediodía, cámara en mano.
Pero lo que le dio la máxima puntuación es el desayuno. Todavía
seguiría allí sentado tomando café, un buen zumo y tostadas. Muchas tostadas. Pantagruélico
es el único adjetivo adecuado para ese despertar culinario. La chica que
regentaba el albergue se decepcionó cuando rehusamos la quinta, sexta o séptima
tostada de pan de pueblo. ¡Para algo se había levantado a las seis de la mañana!
Duerme en la puerta si
no hay sitio pero no te pierdas el desayuno. Acaba hasta con la gula de un
kangrena.
0 CUCARACHAS
EL TRACK






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