ETAPA 2: Lafuente-Potes


Una bella etapa de montaña jalonada con unos cocidos locales y una casi cocida kangrenera.

Al despertar advertimos que el tiempo, a pesar de las nefastas previsiones, nos iba a dar una tregua. El sol quería salir en ese pequeño pueblo encajado entre montañas.
Después del pavoroso desayuno que nos prepara el ausente hospitalero, nos aprestamos a partir. Salimos por una vereda que discurre por encima de las casas de Lafuente. El paisaje es casi alpino. Al acabar la senda llegamos a una carretera que seguimos un tramo más, hasta un desvío a la izquierda. Allí pasamos a una pista cementada con un porcentaje destacable. Algunos aprovechan para aligerarse de ropa ya que el calor del esfuerzo supera al frio de la mañana. Ascendemos a buen ritmo interesados en la conversación sobre viajes que se propone, y donde quedan reflejados los problemas que tuvo Luis (quien nos acompaño el año anterior en la BB) con un apretón en medio de la sabana keniata. Jesús nos va contando las maravillas de África durante gran parte de la mañana, y quedamos fascinados por las experiencias tanto en montaña como en los safaris que narra.
Reagrupamos en el alto y bajamos por la carretera hasta Cicera.  Este pueblo tiene más encanto que Lafuente y más establecimientos hosteleros, aunque a esa primera hora de la mañana están todavía cerrados. Nos sacamos varias fotos en el puente porque el paisaje de río montañoso merece mucho la pena.
Tomamos el desvío que marca “Desfiladero” con las dudas por el calzado, tan fácilmente humedecible, que llevamos la mayoría.  Una pequeña vereda de tierra nos lleva a un enorme hayal. Allí, en un hermoso contexto, el agua se refugia en cada rincón. La cuesta se hace más que notable y comienzan las dificultades grandes del día. Tres kilómetros en los que escalamos más que andamos, las más de las veces, en  fila de a uno. El grupo se va separando ya que el desfiladero, tan bello como intenso, no da tregua. En un recodo de la ascensión nos encontramos descansando al peregrino holandés que ha salido mucho antes  que nosotros. Y eso que Isidro le descargó de todos los plátanos, de nuestro magro desayuno, que quiso llevarse. Los mismos que transporta Xabi en una exigua mochila de cuerdas y que al llegar al alto pide deshacerse de ellos.
Tras  una mínima parada continuamos la marcha, esta vez cuesta abajo durante unos cinco kilómetros por una pista que progresivamente se va ampliando hasta desembocar en el siguiente pueblo. Antes de llegar nos encontramos con un grupo de ciclistas de montaña a los que hacemos unas bromas sobre intercambiar las mochilas por las bicicletas. Ya se sabe que la cabra tira para la mountain bike. Se dirigen hacia el desfiladero de la Hermida, que es un bello balcón a las montañas cántabras. Nosotros hacia abajo, hacia Lebeña.
Sin pausa, y ante la  alternativa de la carretera, seguimos por el camino más complicado. Este toma altura enseguida entre bastante piedra suelta. Después nos dirige por una senda estrecha, pero con mucho menos pendiente, que discurre paralela a la N-621 que observamos bajo nuestros pies. Al cambiar de vertiente la pared se afila y tenemos que pasar por un trecho más complicado. Aunque existe una cuerda para asegurarse hay quien transita con bastante dificultad y torpeza, como el Payi. Pocos metros más  adelante el sendero se regulariza y vamos poco a poco descendiendo hasta la carretera.
Cruzamos la vía y nos adentramos en otro camino que desemboca en una carreterita comarcal, que nos llevará por un valle llano  hasta Tama. La ruta circula por el otro lado del río y durante un momento discutimos si merece la pena cruzar el puente sobre el Deva y tomar algo allí o continuar camino. La amenaza todavía lejana, y que más adelante se concretaría, de las nubes hacen que sigamos la marcha sin detenernos.
La pista es continuación de la calzada que traíamos pero ahora es de tierra y mucho más estrecha. Los kilómetros pasan rápidos a pesar de que el hambre aprieta. Por un momento nos parece que nos hemos equivocado de margen del río, cuando comenzamos a divisar las primeras casas a lo largo de la N-621. Nosotros equivocadamente creemos que ya pertenecen al municipio de Potes. Aparece un puente destruido cerca del camino y las dudas se incrementan. Tras consultar con el GPS reanudamos la marcha con la certidumbre que el final de etapa está muy cerca. Ascendemos por una rampita y seguido bajamos por una carretera que nos deja en la zona escolar de Potes. Estamos cruzando el puente sobre el río cuando comienzan a caer las primeras gotas, así que corremos a refugiarnos en el primer chiringuito que vemos.
Tras muchas consultas decidimos donde comer, antes de ir al albergue. Aythami aparece, tocando el claxon por mitad del pueblo, después de haberse solazado con un buen cocido lebaniego. Los demás nos conformamos con menos.


SIDRERIA EL CHE, POTES
De todas las opciones de menú del día que nos ofrecía el pueblo elegimos este por su variedad y precio. Nos tocó esperar más de lo que nos habían anunciado pero todo con tal de comer decentemente, al fin.
En un día lluvioso y frío apetece un buen plato de cuchara y ahí, aunque la ración no era muy grande, destacaba. Los que optaron por las ensaladas se vieron más defraudados, con un fondo común de lechuga aderezado con el ingrediente especifico. El segundo plato fue más de batalla, aunque las patatas (congeladas eso sí) no estaban mal. El cachopo se veía grande aunque no fue muy del gusto de los electores. Al ser de los últimos no quedaron algunos postres. Salva equivocó al camarero, para variar, pero las raciones eran más que generosas y empalagosas.
Un menú del día corriente, decente y moliente.






Las tarde noche depara una buena sobremesa cervecera, un buen paseo por el pueblo (donde Isidro acabó enfrentado a una furibunda oca), una visita a la Torre del Infantado y su exposición permanente sobre “los Beatos”, y más cervezas en un agradable y repleto bar. La noche también traería algún gin-tonic en terraza chill out, aunque el tiempo no acompañara demasiado.


PIZZERIA EN LA HIGUERA, POTES
Parecía un local nuevo y estaba vacío, lo que siempre hace desconfiar al cliente. La carta era inmensa y parecía inabarcable para la pequeña cocina que se oteaba tras el mostrador. Pero la verdad es que el servicio fue rápido y eficaz, las pizzas estaban bastante buenas, los ingredientes abundantes, no pusieron objeciones a estampar un huevo frito en mitad de la pizza de Salva, y el precio era bastante normal, así que poco se puede criticar del establecimiento.

Per mangiare bene, económmico e veloce

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ALBERGUE MUNICIPAL DE POTES

La ubicación no puede ser mejor, al lado del río, debajo de la plaza principal y enfrente del castillo. En la oficina de Turismo nos dieron una llave y no había nadie al cargo, así que pudimos entrar y salir con libertad. Instalaciones amplias y nuevas, con la posibilidad de gestionar gratis la lavadora y la cocina. La calefacción funcionaba por termostato independiente en cada habitación de seis peregrinos. Quizás los dormitorios eran muy estrechos para manejarse con soltura, aunque dispone de taquillas individuales. En vez de sabanas dispone de unas telas hipoalergénicas, más limpias sin duda pero enormemente calurosas, lo que hizo complicada la noche. Es ese el único punto en crítica, que es más higiénico que cómodo, en habitaciones de peregrinos en las que ya de por sí es complicado dormir.

Vini,vidi, vinci… y sudé






EL TRACK

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