82 Kms. Lo que se
llama de toda la vida “etapa de transición”. No destaca ni por el paisaje, ni
por sus desniveles, ni por su kilometraje. Eso sí el final nos reservaba una
maravillosa estancia.
La mañana era fría, muy fría, sobre todo para los miembros
más meridionales del grupo, por no decir africanos. Incluso a “Electric Woman” se le pasó por la cabeza
abandonar la ruta. Pero el radiante sol calentó rápido, al menos para algunos
de nosotros.
Salimos de Tamarite, sin excesiva pena por abandonarlo,
quizás para siempre, por un camino ancho, cerca de los colegios locales y
rodeados de pequeñas explotaciones agrícolas. En apenas unos kilómetros
volvimos a la carretera para cruzar la línea imaginaria (por el momento) que
separa la Comunidad aragonesa de Cataluña.
Seguro que Alfarrás tiene mucho que mostrar al mundo, pero
nosotros ni siquiera lo intuimos. Un paso rápido por la localidad y tan solo a
lo lejos pudimos ver la majestuosidad de la torre de su iglesia. Enseguida
tomamos un camino a la derecha y nos encontramos con una enorme acequia, y su
correspondiente camino de servicio, que nos servirá para rodar raudos durante
bastantes kilómetros. Sin duda la pista del canal, con enormes campos
cultivados al otro lado y una pequeña crestería montañosa al fondo, no es el
lugar más maravilloso para pasar la mañana, pero el ánimo es bueno, la
conversación fluye y tragamos lo kilómetros con facilidad.
Después de unos veinte kilómetros una valla pone fin a nuestras
andanzas a la ribera del canal, y nos dirigimos hacia Castelló de Farfanya y la
C-26. Después de tomar algo en un bar, que parecía que hubiera abierto para
nosotros, retomamos la marcha. Salimos del pueblo, escalamos un pequeño
altozano y tomamos una salida a la izquierda para acceder a una pista que
transcurre paralela a la carretera. En un momento la pista se acaba en un campo
de cereal y no da más opción a seguir. Intentamos buscar una salida en la
dirección que marcan los GPS pero parece imposible. Damos marcha atrás y
observamos que la antigua pista que queríamos seguir ha sido sustituida por
otra paralela, que está indicada como GR.
Entramos a Balaguer por una puertecilla de su imponente
muralla. Recorremos lo que no parece el mejor barrio de la ciudad, siempre en
cuesta abajo hacia el rio. Cruzamos el Segre por un puente y quedo desorientado
del rumbo adecuado para continuar, hacia arriba o abajo del cauce. Al final nos
indican la dirección adecuada, cerca del puente y con vistas al Castell y a la iglesia del Sant Crist.
Es tan bella la estampa inicial, por la que entramos, de
Balaguer como fea la zona por la que la abandonamos. Una enorme recta con
edificios grises y una zona industrial.
Tomamos dos rotondas antes de acceder al camino rural que
lleva a Linyola. Una enorme recta, plana, de unos diez kilómetros, con cultivos
de regadío por doquier. El hambre y la llanura siempre se alinean perfectamente
para un rápido transcurrir de los tramos del mediodía.
Cuando llegamos a Linyola nos encontramos un pueblo
semidesértico. Es la hora de comer pero aún así sorprende la falta de actividad
en las calles. Tratamos de hacer varios recados y buscar un lugar para comer,
que al fin encontramos cuando estábamos decidiendo en que parque descansar.
BAR-RESTAURANTE
L´ATENEU (Linyola): establecimiento de menús del día y bocadillos.
El personal que nos atendió resultó de lo más desconcertante. Tardó mucho en tomarnos
nota, o en cerciorarse que estábamos en la terraza, y cuando lo hizo su
retranca nos dejó bastante descolocados a la mayoría. Mezcla de vacile y mala
leche, no parecía que hubiéramos acertado con el sitio. Pero llegaron los
bocatas, y las raciones que habíamos encargado, y la verdad es que estaban muy
buenos, incluso hubo quien repitió. Comida barata que sirve para salvar el
hambre, cocinada con gusto y productos locales de calidad. Ideal para quien disfrute del
humor del camarero encabronado mientras saborea un bocata de butifarra y
cebolla caramelizada
`
Tras la comida, y a pesar de que el sol aprieta, el humor parece mejorar. De nuevo otra larga recta, con el mismo paisaje llano, nos lleva hasta La Fulliola. Allí entra El Hierro anunciando a voz en grito “que llegan los tanques de la libertad” y que somos “la avanzadilla de la independencia de Catalunya”. Pero ni con esas parece querer el pueblo salir de su letargo post almuerzo.
Tras la comida, y a pesar de que el sol aprieta, el humor parece mejorar. De nuevo otra larga recta, con el mismo paisaje llano, nos lleva hasta La Fulliola. Allí entra El Hierro anunciando a voz en grito “que llegan los tanques de la libertad” y que somos “la avanzadilla de la independencia de Catalunya”. Pero ni con esas parece querer el pueblo salir de su letargo post almuerzo.
Cruzamos la carretera, para seguir por el otro margen, y de
nuevo una larga recta, que pasa por Tornabous, para tomar dirección noreste
antes de llegar al extrarradio de Tarrega. Cruzamos la C-14 y encontramos una
nueva pista, esta vez más pequeña, que transcurre por zonas de monte bajo y
cañadas. Mucho más bonita. Tenemos dudas de si ir por la que circula más cerca
de Altet o si la que va por el pequeño riachuelo, tomando con éxito esta última.
Los carteles de senderismo lo confirman. Por un momento se estrecha bastante
entre dos muros de piedras pero enseguida observamos el pueblo de La Figuerosa
a lo lejos.
Tampoco parece haber nadie en el pueblo, de hecho
descubriremos que está semiabandonado, al menos entre semana. El pueblo, en
principio, cuenta con poco a primera vista pero las gentes del lugar nos
ayudaran a pasar una tarde inolvidable. Destacan arquitectónicamente unos arcos
en la Plaza de la Iglesia y otros, aún más bellos, en la fachada de la casa
rural donde nos alojamos, La Esgolfa.
Como no hay tienda en el pueblo, nuestro casero se ofrece a
llevarnos al supermercado de Tarrega. Allí compraremos las vituallas para
cenar. Visitamos el único bar del pueblo
para tomar algo con los parroquianos, en animada conversación, y acabamos
jugando un partidillo de futbol contra los niños del pueblo, en el que se
demostrará que a los canarios se les da mejor la bici que el balón redondo. Una
paella memorable cocinada por Paco, bien regada por supuesto, pondrá colofón a
una etapa “aburrida”, pero un día inolvidable
.
CASA
L´ESGOLFA (La Figuerosa): hermosísima casa rural, reconstruida con
mucho gusto. Si el mobiliario es una maravilla, la terraza lo es aún más. Las
habitaciones sencillas y minimalistas pero con mucha clase. Todo sería bueno si
no fuera porque la hospitalidad de los anfitriones eleva la nota hasta el
infinito. Una casa apartada para pasar un fin de semana en contacto con lo auténtico,
sin duda. El paraíso de la ruralidad catalana

`
0 CUCARACHAS
0 CUCARACHAS




Comentarios
Publicar un comentario
DEJAD AQUÍ VUESTRO COMENTARIO