104 Kms. Etapa larga,
dura, llana y poco vistosa, con enormes rectas en un paisaje árido. Todo el día
luchando contra el viento, en una contrarreloj para evitar el agua, y la
oscuridad en los últimos kilómetros.
Salimos de Huesca, bien de mañana, y tras un breve circuito
por su extrarradio nos dirigimos hacia un cerro en la lejanía. La pista se
estrecha, y el GPS parece mandarnos a través de una finca vallada. Al final
comprendemos que hay que subir la breve, aunque dura, pendiente del cerro.
Una vez arriba, de nuevo, disparidad de criterios para ir
hacia Ola. Al final salimos por el correcto, después de dar varias vueltas. Yo
estaba errado, una vez más. Al tomar de nuevo la carretera me vuelvo a
equivocar y hacemos un bucle de varios kilómetros hasta un punto sin salida.
Posiblemente antes estaría disponible el camino pero en ese momento estaba sin
desbrozar y no permitía llegar al pueblo.
Desandamos la pista y tomamos una un poco más adelante, que
nos llevará hasta Fañanás, donde encontramos la carretera que se dirige a
Pueyo, Blecua y Antillón. El paisaje apenas cambia, una meseta semidesértica y
horizontes infinitos, llena de campos de cultivo de cereal y pequeños poblados a
la vera de una carretera intransitada.
No encontraremos nada donde avituallarnos hasta Pertusa.
Allí la carretera desciende una pequeña garganta hasta el río Alcanadre, que
serviría de defensa natural al enclave en otros tiempos más complicados. Nos
refugiamos en el pequeño bar del pueblo, donde los parroquianos agradecen que
rompamos su paz habitual. Nos indican donde comer, un poco más adelante, y nos hablan
de los maravillosos capiteles de su iglesia. Tras hacer una reserva para almorzar,
salimos cuesta arriba por el Barrio Nuevo hasta tomar una nueva carretera.
En esta vía, como en la anterior, el viento molesta mucho
más que los escasos coches que la circulan, y por ello debemos ir lo más
agrupados posible. El fugaz encuentro con una pareja de holandeses, que están
haciendo el Camino en el sentido correcto, y con los que hablamos precisamente
de la soledad del recorrido, es el único momento en el que la ruta del día nos
regala un momento a recordar. Larguísimas rectas asfaltadas, sin un paisaje que
llame la atención, nos hacen centrar en la manera de transitar en pelotón, aprovechando
la protección de los más acostumbrados a circular en estas condiciones.
Avistamos Berbegal desde el otro lado del rio y tomamos una
nueva carretera, aún más llana, que nos llevará, exhaustos por la monotonía más
que por el esfuerzo, hasta Selgua. Parada y fonda.

RESTAURANTE
EL PORTAL (Selgua): la decoración estaba muy bien y la terraza era
muy agradable. Nos hicieron esperar un poco, a pesar de tener reserva, ya que
estaba bastante lleno y la hora era tardía. El servicio fue bastante mejorable,
con una camarera, muy atractiva para alguno, que tenía un humor bastante seco y
cortante. Característica personal que al principio hacía gracia pero según
avanzaba el servicio menos. No les quedaba casi de nada, la comida era bastante
insípida y como remate unas butifarras que olían y sabían a rancio. Algo
impropio de un local de hostelería. Con habernos comentado que no quedaban
bastaba, en vez de servir esa porquería semi putrefacta. No recuerdo nada más
ya que mis sentidos se insensibilizaron. Ideal para comensales masoquistas en busca
de ama dominante
Después del descanso
nos dirigimos a Monzón. Inhabituados ya a las concentraciones urbanas, por muy
pequeñas que sean, nos perdemos buscando el taller de bicis. Este se sitúa casi
en la salida del pueblo, en unas construcciones nuevas, en la vereda del rio.
Parece que no necesita anunciarse demasiado porque apenas se distingue el
cartel hasta que estas en la puerta. Como siempre entrada en tropel. Varios
necesitamos de sus servicios, así que se alarga la espera, mientras las nubes
negras comienzan a rodearnos. Le preguntamos al mecánico por la situación de la
pista hasta Tamarite y nos confirma que está en buenas condiciones, pero que si
llueve se anega con facilidad. Malas buenas noticias porque la lluvia parece
inminente.

DR. BIKE
(Monzón): pequeña tienda/taller de bicis. El trato fue muy amable, a
pesar de la aparición en tropel y avasallando. Nos arregló al menos tres bicis en
un momento y de forma satisfactoria. El precio fue muy apañado y sus
indicaciones nos fueron muy útiles. Recomendable
Finalmente nos despedimos del dueño de la tienda de bicis de
Monzón y tomamos la pista con prisa, para evitar las precipitaciones lo más
posible. El paisaje, agrícola también, ha cambiado radicalmente. Pequeñas
explotaciones de regadío con acequias por doquier que recorremos a toda
velocidad. Le preguntamos a un señor, que cuida con esmero de su huerta, por si
seguimos correctamente la ruta y nos comenta que de momento no va a llover,
hasta que no se cierre el cielo por ambos lados del valle. La sabiduría popular
frente a la meteorología una vez más. El Meteosat tendrá razón, como casi
siempre. La A-133 nos corta el camino y decidimos, dando un rodeo importante,
tomarla para ir primero a Binefar y desde allí circular por la carretera a
Tamarite. Esta decisión, que alargará mucho la etapa, se revelará acertada
porque observamos como la lluvia torrencial ya ha provocado estragos en los
campos cercanos a la carretera,
inundándolos por completo.

Transitamos por el arcén, diseminados, cada uno luchando con
las fuerzas que le quedan, en una carretera con bastante tráfico, alumbrada
escasamente por un oscuro cielo de atardecer lluvioso. Nueve o diez kilómetros
inacabables y durísimos, donde las pequeñas subidas parecen colosos alpinos.
Cuando vemos el cartel de entrada a nuestro destino comienza
la lluvia, parece un milagro que la hayamos librado, pero al fin estamos en
Tamarite de Litera. Nos cuesta encontrar el albergue, que se sitúa en el barrio
de abajo, y el muyayo tiene que ir al
ayuntamiento a por las llaves. Estamos helados, mojados y el edificio que vemos
no nos reconforta nada. Es quizás el albergue más feo, desangelado y
desalentador que hayamos conocido en estos diez caminos, pero abrimos la puerta
con ansia de descanso y necesidad de fortalecer el ánimo y el cuerpo.

RESTAURANTE
PIZZERIA ESCAR (Tamarite): bar, restaurante, pizzería, local para
todo. El servicio fue normal y las pizzas estaban bastante bien, aunque es ese
momento nos hubiéramos comido piedras. No había mucha elección en la zona y
repetimos para desayunar al día siguiente, así que tan mal no estaría. Si
no puedes evitar parar en Tamarite, te hará un servicio. Si puedes evitar el
pueblo, hazlo.

ALBERGUE DE
TAMARITE: el lugar más desangelado que hemos visitado. Desde fuera
parece un edificio abandonado, o una casa ocupa, en el mejor de los casos. La
ubicación es solitaria y un poco apartada del resto del pueblo. La antigua
escuela local consta de cuatro pisos con persianas bajadas o rotas y un hall
tan enorme y vacio que el eco campaba a sus anchas. En sí el albergue se sitúa
en uno de los bajos. Un pasillo estrecho une un par de habitaciones claustrofóbicas,
con literas. Los techos son altos y carece de más calefacción que un radiador
en cada habitación, por lo que la sensación de frío es grande. Los baños no
estaban bien cuidados y eran pequeños. En resumen, un albergue para que el
ayuntamiento pueda alardear de tener uno. Fondos dedicados, cero. Cuidado,
cero. Reformas, cero. Parada prescindible.




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