111 Kms. La etapa más
larga del viaje, ciclando toda ella por carretera. Subida hasta el monasterio
de San Juan de la Peña donde tomaremos el Camino Catalán.
En la puerta del camping nos despedimos de nuestro colega
uruguayo, que se dirige hacia Jaca, y nosotros nos aprestamos a una de las
etapas más largas de este año. Los primeros kilómetros todavía los compartimos con
él, por la antigua nacional, una vía estrecha sin arcén y con algo de
tráfico. Siete kilómetros más adelante
nosotros giramos a la derecha y nos adentramos en una carreterita que sube
plácidamente hasta Santa Cruz de los Serós.
El desvío a la derecha, junto a una de sus hermosas iglesias
románicas, no deja lugar a duda: comienza el puerto de montaña. Siete
kilómetros, bastante constantes, al siete por ciento que subimos bastante
desperdigados. Durante el desayuno se ha comentado la posibilidad de subir por
el camino, bastante más dificultoso, pero nadie ha escogido esa opción. Es un
bello puerto de curva y contra curva, sin herraduras. Es temprano y la
temperatura es agradable para rodar. Desde uno de los pocos miradores se podría
observar los pirineos, todavía nevados, sino fuera por las nubes que los
cubren. Aún así es una hermosa vista del valle prepirenaico.
Vamos llegando uno a uno al monasterio viejo y allí
reagrupamos. Es un espectacular enclave, excavado en la roca, asociado a la
leyenda del Grial desde hace más de mil años. La chica de la cabaña de
información parece bastante aburrida y se muestra abierta a una conversación.
cuando le preguntamos por las pequeñas carreteras locales que unen los pueblos
de la zona.Después de tomar fotos, desde todos los ángulos, del claustro nos preparamos para ascender al Monasterio Nuevo, el kilómetro más duro de la subida con tramos al 13%. Se hace más complicado por estar el musculo frio que por los escasos metros de esfuerzo que requiere. En la pradera del monasterio nos abrigamos y comenzamos el largo descenso. Ya hemos decidido dejar a un lado el Camino Catalán, que viene por medio de la sierra en un sube y baja continúo, porque tenemos varios miembros del grupo tocados. El descenso es muy largo y la temperatura baja así que se hace complicado para los canarios, mientras disfrutamos los “godos”.
Prácticamente treinta kilómetros de rápido descenso, con un
asfalto a veces irregular pero bueno en líneas generales, nos plantan frente al
embalse de La Peña. Los pueblos apenas poseen infraestructuras y no logramos
hallar ningún lugar donde tomar un refrigerio. Las rocosas montañas de la otra
orilla son nuestro objetivo y parecen amenazadoras.
Decidimos seguir por la carretera, que tiene un tramo en
obras. Con la velocidad del descenso a Santa María salta algún trozo del
asfalto recién puesto, manchando el impoluto cullotte blanco de Isidro y algunos bajos de las bicicletas. Nos
adentramos en el túnel para seguir el curso del río Gállego.
El track marca por
la otra orilla, a media altura, pero allí solo podemos distinguir una línea
férrea casi sin uso. No sabemos si es posible ciclar por ese otro lado, mucho
más espectacular, al pie de los Mallos de Riglos. Mientras bajamos por la
carretera observamos ese paisaje montañoso increíble y nos entra envidia de no
poder circular más cercano a la curiosa formación geológica.
Buscamos la posibilidad de retornar al camino original pero
nos atrasaría demasiado al tener que hacer un enlace de seis kilómetros de
ascenso hasta el pueblo de Riglos. Así que continuamos por la carretera, donde
se agolpan negocios relacionados con la escalada y los campings.
La vía sube y baja, escucho un ruido a mi espalda y un grupo
de ciclistas nos rebasan como una exhalación. Aythami va a su rueda tratando de
superar a los más fuertes en la cuesta que lleva hasta el pueblo de Murillo de
Gállego.
Aunque la intención es llegar a comer a Loarre, la mayoría
decide que nos quedemos en la plaza de
Ayerbe, donde el sol primaveral hace agradable la estancia en las terrazas de
los bares.
BAR POZO DE
SHEREA (Ayerbe): elegimos al azar este bar en la plaza más grande, y
soleada, del pueblo, con el único fin de comer algo ligero y poder seguir.
Pedimos un par de tortillas y la verdad es que estaban maravillosas, así que decidimos
repetir. Del servicio poco se puede decir, más allá de que la comanda salía
rápida a pesar de que no se esperarían un grupo tan grande, y ávido. Calidad/precio altísima así que un sitio muy
recomendable. Ideal para los amantes de la tortilla, recién hecha, para desayunar,
comer y cenar, what a wonderfull world!
O CHICOTES
Una vez bien avituallados, y con el sol golpeando un poco
fuerte, tomamos el desvío a Loarre. Al poco Juanjo se da cuenta que se ha
dejado la cartera en el bar y tiene que volver a toda máquina. Por suerte es un
pueblo de fiar y estaba en el lugar donde la había dejado.
La carretera es una larga recta muy llana, contrastando con
la sierra que nos rodea por delante y por el lado izquierda, y que es por donde
deberíamos haber circulado.
Loarre no es un pueblo muy grande. Posee algún
establecimiento hostelero de calidad pero la verdad es que acertamos
quedándonos a comer en Ayerbe. Nos detenemos un momento para valorar si ir por
el camino o seguir por la carretera. Le preguntamos a un paisano y él, tan
practico, se extraña que alguien prefiera ir por el viejo camino antes que por
la nueva, flamante y cómoda carretera, sin trafico alguno, que lleva al
siguiente pueblo. Dejamos atrás su cinematográfico castillo, al que se accede
tras una larga cuesta, sin haberlo vislumbrado más que de lejos.
El pueblo de Bolea pica decididamente para arriba, siendo su
parte más antigua un privilegiado otero al valle, defendiendo la puerta de la
capital oscense. Nos confundimos en las indicaciones que nos dieron unas
señoras, que charlaban en la puerta de sus casas, y el GPS, una vez más, nos
confundió aún más. Tuvimos que remontar por una intrincada red de pistas
agrícolas para acceder a la carretera HU-3141, que estaba en excelente estado y
apenas tenía tráfico. Ideal para rodar veloces, camino a nuestro destino.
Tras una duda en Chimillas, solventada por un ciclista local
que nos guio, llegamos a la A-132 que nos llevaría a Huesca capital.
Después de ducharnos, visitar Paco y yo al mecánico, y
algunos recados más, dimos una vuelta visitando el exterior de la catedral, la
zona de la Plaza de los Fueros, el Coso Alto y el Bajo… Una visita agradable en
una ciudad grande pero en la que apenas había gente. A pesar de ser la etapa
más larga tuvimos tiempo de sobra de tomar cañas hasta que la prudencia nos
recomendó buscar un lugar donde cenar.
CICLOS ALONSO (Huesca): atendieron enseguida la reparación
del Hierro, y el servicio fue muy
bueno. Tienen una bonita exposición de bicicletas, que disfrutamos mientras arreglaban
las burras. Demasiada tentación en
forma de complementos ciclistas
RESTAURANTE
HERVI (Huesca): después de dar muchas vueltas buscando un sitio nos
decidimos por este. A menudo cuando, en un menú del día, te ofrecen muchos platos
no suele ser buena señal: platos congelados, descongelados y/o precocinados. No
podía estar más equivocado. Sin miedo a meter la pata es posiblemente el
restaurante de menú diario mejor que he pisado en mi vida: el servicio
competente y rápido, las raciones eran más que generosas, y la comida estaba
estupenda, tanto en presentación como en sabor. Quizás era demasiada comida
para una cena, por lo que a la gente le dio pena dejarse algún pedazo en el
plato, una vez saciados. Después de dar tantos chicotes es necesario crear una
categoría nueva para loar las bondades del Hervi. En pocas palabras: una maravilla.
0 CHICOTES
HOSTAL
LIZANA 2 (Huesca): típico establecimiento de fines de los setenta.
Lo sé porque no han cambiado el mobiliario desde entonces. Por lo demás
habitaciones amplias y baño limpio, que más se puede pedir de un hostal kangrena. ¡Demasiados lujos este año!.
Buena ubicación en el centro de la ciudad, a escasos cien metros de la
catedral. El único lunar, que no tenían un espacio adecuado para guardar tanta
bicicleta. Al final se apiñaron en un despacho. Hostal sin lujos para pasar una
noche sin apreturas, ni cucarachas.
0
CUCARACHAS

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