76 Kms. Entre colinas
y largos llanos buscando caminos paralelos a la NA-132. El alto de Lerga como única
dificultad orográfica del día.
Cruzamos el puente medieval de Villatuerta, quizás lo más
destacable del pueblo, en una mañana soleada y fresca. Tomamos una pista
bastante ancha, que es utilizada por los mozos locales cuando regresan de
fiesta, según nos refirió el camarero del Club de Jubilados mientras desayunábamos.
La pista va casi paralela a la NA-132 dirección Tafalla.
Remonta pequeñas lomas que nos deja ver aún más lejos el ancho horizonte.
Rodamos rápidos hasta que varios pinchos pequeños se incrustan en algunas de
nuestras cubiertas y tenemos que parar a repararlas.
De repente un giro a izquierda y ya hemos perdido la
dirección que marca el GPS. Tenemos que remontar varias veces hasta descubrir
que la pista buena es la más estrecha, escondida entre las rocas y el monte
bajo de un altozano. El camino está seco y se circula también sin dificultad
técnica alguna.
Oteamos Larraga, a lo lejos en un otero, pero nos desviamos
antes buscando la carretera cuesta abajo y el vadear el río Arga. Una vez
cruzamos el río nos desviamos nuevamente buscando el sendero, hasta que unos
kilómetros más adelante no nos deja más opción que pisar la carretera, por
donde circularemos hasta llegar a Tafalla.
Al llegar a la ciudad navarra aprovechamos para detenernos
en la Plaza de los Fueros y tomar un tentempié, hacer algunas compras y visitar
al mecánico local. La intención es llegar a San Martín de Unx para comer.
CICLOS
CARLOS (Tafalla): pequeño taller local. No había gente y nos atendió
amablemente y con premura, ya que se acercaba la hora del cierre de mediodía.
Eso sí el tal Carlos hizo honor a la fama de los navarros: Seco, muy seco.
La salida la realizamos por la misma carretera que traíamos.
Tenemos que subir una pequeña cuesta para sobrepasar la calzada de la autovía
de Navarra. A esa hora el sol comienza a golpear fuerte, aunque la velocidad
permite algo de viento, lo que nos reconforta. Encontramos fácilmente la pista
a la derecha que nos permite abandonar el asfalto. Cruzamos varias granjas con enormes
perros guardianes, ladrando desesperados ante tal cantidad de desconocidos
amenazantes.
Un par de kilómetros más adelante salimos de nuevo a la
carretera. El camino entra hacia la izquierda y va subiendo una pequeña sierra
con caminos apenas marcados. El grupo decide seguir por la carretera y así
coronar el cerro, de apenas un kilómetro. A esta cuesta le sigue un rápido
descenso hasta los pies del altozano donde se sitúa San Martín de Unx. Si nos
hubiéramos decidido por la pista nos hubiera retrasado más de media hora y ya
los cuerpos piden insistentemente el almuerzo.
Para llegar hasta la iglesia local hay que ascender más de
un kilometro de dura pendiente. Al llegar a la cima observamos que los bares y
restaurantes están todos cerrados, así que compramos algo (bastante la verdad)
de comida en una tienda y la devoramos sentados en la misma puerta, descansando
a la sombra.
Más de una hora de relax provocó que la pereza se adueñara
de nuestros cuerpos. Esa pereza, más el calor de la tarde nos acompaña en el
ascenso de cinco kilómetros que hay a la salida del pueblo: el alto de Lerga.
El grupo se va rompiendo desde la primera rampa y cada uno sube con la fuerza
que posee. Yo subo con Aythami y la “Electric Woman” , la única a la que la
cuesta no la hace mella.
Coronamos y esperamos bajo un depósito de sal para limpiar
la nieve de la carretera. Los kangrenas
van llegando con el esfuerzo marcado en el rostro, pero a los últimos no les
dejamos descansar. La larga cuesta abajo les permitirá recuperar sin tener que
perder más tiempo en un lugar tan poco interesante.
El descenso es rápido con una carretera muy favorable. El
viento entra de frente al sobrepasar Lerga y, aunque el terreno es muy
favorable, los que tienen menos fuerza se van rezagando y quedan cortados, sin
rueda que les proteja del viento. Tratamos de reagrupar mientras rodamos y cada
vez los grupettos se van haciendo más grandes.
La misma carretera que hemos estado esquivando y
compartiendo todo el día, la NA-132, nos lleva hasta la entrada misma de
nuestro destino. Cruzando su impresionante puente de hierro entramos en
Sangüesa.
Después de acreditarnos en el albergue, limpiar las
bicicletas, ducharnos, etc , salimos a dar una vuelta por esta ciudad
monumental, descubriendo lugares como el palacio del Príncipe de Viana y la
iglesia de Santa María la Real. Muy recomendable visita turística. En el
albergue nos encontramos con una fauna muy variada, a pesar del escaso número. Un
catalán con algún tipo de comprensión verbal, y que iba a su rollo; y un ciclista
sudamericano que no disponía de casi nada, a pesar de llevar un equipaje que
doblaba su escasa altura. Este último salió muy bien parado al regalarle Isidro
un culotte que le sobraba dos o tres
tallas. No cabía en sí de felicidad a pesar de las rozaduras que le depararía,
con toda seguridad, en el futuro
BAR
RESTAURANTE 1920 (Sangüesa): típico lugar de menú del día que se nota que se
llena a diario. Como fuimos a la tarde no había de todo lo que ofertaba el
tablón de la entrada, pero en general la comida era bastante aceptable en el
ratio calidad-precio. Poco malo y poco excelente en un local con platos
bastante locales correctamente elaborados que aprobaríamos si no fuera por su
chillona decoración, totalmente fuera de lugar, tiempo y moda. Ideal
para disfrutar de platos grises y paredes ostentosas.ALBERGUE SANGÜESA: una sola habitación para unos 10 peregrinos con camas decentes. Tan solo un baño con ducha para hombres y otro para mujeres, aunque bastante nuevos, es una de los debes principales. Funcional y medianamente nuevo, sin ninguna alegría decorativa o en cuanto a comodidad. Ideal para descubrir que tus compañeros de aventura roncan y huelen como osos pardos





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