ETAPA 1 BILBAO - VITORIA/GASTEIZ

75 kms. Etapa reina, para comenzar fuerte, con tres escaladas por los montes vizcaínos y vía verde en la llanada alavesa, en el tramo final.


El lugar elegido para dar la primera pedalada es la plaza dedicada al más insigne escritor bilbaíno, Unamuno. Desde allí nos dirigimos por la empedrada calle Somera, todavía vacía a esas horas tempranas. Una breve parada para tomarnos la foto inicial en el puente de San Antón, lugar de fundación de la ciudad hace ya más de 700 años, y unos de los iconos de la ciudad, y ya estamos listos para partir.
Desde el barrio de Atxuri sube una pendiente que nos lleva al parque de La Peña. La ría se convierte en río, tras un meandro, y el asfalto en piedra y luego en camino de tierra. Dado el interés por evitar al máximo la carretera salimos de la ciudad por un lugar poco conocido incluso por los lugareños, el parque de Montefuerte.
Las rampas se vuelven durísimas enseguida y prueban, ya desde los primeros kilómetros, el estado físico de los expedicionarios kangrenas. Dos kilómetros, entre pista y sendero, para llegar a la primera cota del día. Apenas 200 metros de altitud sufridos y sudados, más cuando la mayoría todavía no nos hemos hecho a la bicicleta con el lastre que supone el peso de las alforjas.
El día despejado nos permite ver el Cantábrico desde lejos. Observamos también el valle del Gran Bilbao, con sus poblaciones apiñadas ente la ría y las montañas, decreciendo en población e importancia desde hace más de 30 años y recordando glorias de hace más de un siglo.
La cuesta abajo es rápida. Una carreterita asfaltada, y un carril bici, nos llevan veloces hasta Arrigorriaga. Se destensa un poco el ambiente y disfrutamos de estos pocos kilómetros favorables.
Tenemos que tomar la carretera general durante un par de kilómetros para poder dejar atrás el valle del Nervión. Es una carretera con tráfico y sin arcén. Circulamos en pelotón. En mitad de la única subidita oigo un ruido. Se ha soltado una tuerca del transportin. Nada grave aunque por el sonido lo pareciera. A la entrada de Ugao nos detenemos y lo ajustamos convenientemente. Ya no nos dará la lata en todo el viaje.
Desde Ugao comienza una carretera pequeña que nos lleva por todo Zeberio hasta el valle de Arratia. Son diez kilómetros de falso llano cuesta arriba, muy cómodos de ciclar, con un paisaje plenamente de la Bizkaia verde y rural. Una ruta muy usada por los ciclistas, como pudimos descubrir rápidamente. Una grupetta de unos cincuenta se hace notar desde mucho antes que nos sobrepasara. La velocidad a la que circulan, con sus bicis de carretera, tan solo está al alcance de los canarios que se instalan en su seno por unos kilómetros, abandonando el fraccionado grupo kangrena. ¡En el fondo (muy en el fondo) desean ser vascos!
Una vez reagrupados pedaleamos el último tramo de ascenso y descendemos raudos hasta Artea.
Desde ese pequeño pueblo tomamos la carretera auxiliar que enlaza los pueblos del valle, apenas transitada. Nos detenemos a visitar la majestuosa plaza de Areatza con sus palacios blasonados en piedra, donde algunos todavía conservan espectaculares frescos, borrados en la mayoría de los casos por el clima y el tiempo.
Breve es el desplazamiento hasta Zeanuri. En su plaza nos detenemos. Algunos aprovechan para ajustar la bicicleta y el resto para almorzar tranquilamente al sol. Llega la parte más dura del día y hay que recargar fuerzas y ánimos.
Tras casi una hora, salimos de la plaza con el sol del mediodía en lo más alto. Retomamos la misma carretera que esta vez sube hasta llegar a la altura del pantano. En el cruce de Undurraga le hago caso al GPS, en vez de a la corazonada de Jesús, y tomamos el desvío a la izquierda. Cuando llegamos al cruce de la carretera general ya soy consciente de haberme equivocado. La falta de costumbre con el sistema de posición y la escasa información que reproduce el Garmin de muñeca hará que me equivoque varias veces antes de comprender su lógica.
Regresamos al cruce, tomamos la carretera a Ipiñaburu, pero todavía sigo desorientado. El asfalto pica hacia arriba sin remedio y me preocupa el tener que retomar otra vez el camino correcto si vuelvo a equivocarme. Paramos y confirmo la ruta con un sudamericano que está talando en un cobertizo. No se ve nadie más por allí. Amablemente nos indica que la pista que buscamos se toma en el cruce del hotel.
Seguimos un par de kilómetros ascendiendo por buena carretera. Encontramos a otros lugareños y confirmo la información sin bajarme de la bici. A esa velocidad que subimos se va a la par andando que ciclando.
Al fin damos con la pista y respiro un poco. A partir de aquí conozco más la ruta. Es una senda ancha con bastante piedra suelta y porcentajes altos. Quizás los tres kilómetros más exigentes que debamos afrontar en toda la semana. El grupo se va dispersando, cada uno asciende como puede, y decidimos quedar arriba. A esas horas no encontramos a nadie en nuestro camino, a pesar de ser una zona muy frecuentada por excursionistas amantes de la montaña. Un bosque de coníferas nos aporta algo de sombra, frente al sol del mediodía.  A nuestra derecha las peñas del monte Pagomakurre que van destapando, metro a metro de ascensión, la cumbre cónica del Gorbea. Un espectáculo visual que, como casi siempre, apenas oteamos centrados en las piedras del camino y el esfuerzo contra el manillar.
Llegamos bastante separados a la cima, pero todo el mundo satisfecho por no haber puesto pie a tierra.  El parking de Saldropo está lleno, como casi todos los fines de semana que el tiempo acompaña. Al pasar raudos percibimos los olores de las barbacoas y el hambre comienza a mandar señales a nuestros fatigados cuerpos. Continuamos por una pista de cemento que serpentea por el pinar. Cruce a la derecha y un terreno más favorable. Ya queda menos para el próximo pueblo donde quizás podamos descansar y avituallarnos.
Aún nos queda una subida pequeña, pero exigente, una vez superado un hayal enmarcado por el regato conocido como Zubizabal. Sin duda un bello paraje. En la cima de esta dura cuesta de apenas quinientos metros nos hallamos, por fin, en la divisoria de aguas. A partir de aquí todos los regatos y ríos se dirigirán al Ebro y al lejano Mediterráneo. Esto significa que estamos en la meseta y que el ascenso se ha acabado.
Abordamos el descenso por una ancha pista, alfombrada por agujas de pino, y en una curva sin aparente dificultad Jesús se cae. No parece que revista gravedad porque la velocidad no era muy alta y el lugar no era muy pedregoso. Los signos de dolor son evidentes pero el Doc monta en su bici y continúa la marcha hacia Ubidea.
Es preciosa la carreterita que lleva hasta el último pueblo vizcaíno de nuestra ruta. Las campas, colmadas de hierba, van abriéndose paso entre el bosque. El riachuelo ofrece estampas de recodos de roca y musgo en algunos sombríos. Un espectáculo visual sobre todo para los kangrenas más sureños.
Ubidea es otro pueblo con grandes casas construidas con enormes bloques de piedra gris, donde los líquenes han anidado gracias a la alta humedad del ambiente todo el año. Preguntamos en uno de los pocos bares que tiene el pueblo y nos ofrecen un menú demasiado caro para nuestro presupuesto, así que decidimos acercarnos hasta Legutio, nueva patria chica del ausente Xabi, que nos ha recomendado un bar más ajustado a nuestras necesidades
Para poder llegar escogemos circular por la carretera N-240, que tiene un arcén ancho y apenas tiene trafico a esas horas del mediodía. El trayecto es corto y rápido, ya que la vía nos favorece. Días antes buscamos una alternativa a la carretera pero el GR era poco ciclable y se desviaba bastante, así que decidimos coger el camino más sencillo.
Lo primero que había que hacer en Legutiano lo hicimos nada más llegar: tratar de asaltar la casa de veraneo de los Ylzarbe, aunque no conseguimos nada ya que había dejado el muy zorro todo bien cerrado. Para recuperarnos de ese fracaso nos instalamos en la plaza del pueblo a comer, relajadamente a la sombra.

TABERNA DOVELA (Legutio): local de bocadillos, platos combinados y menú del día. Servicio rápido, amable, paciente y competente. Euskal musika a todo meter en la terraza exterior. Comida decente y jarras de cerveza copiosas. Ideal para saciar el hambre que entra con el segundo katxi y el tercer peta. 0 CHICOTES









Bien comidos y bebidos salimos por la carretera hacia nuestro destino, Vitoria. Nada más dejar el pueblo tomamos un camino a la izquierda que nos lleva por una carretera vecinal dirección al campo de golf de Larrabea. Luego de dudar un par de veces y de precipitarme, saliendo antes de lo que tocaba en Landa, logramos dar con la vía verde que nos llevará hasta el centro de la capital vasca.
El paisaje ha cambiado notablemente, el horizonte se ha agrandado y las montañas boscosas enmarcan el cuadro a lo lejos. Circulamos muy rápido, con fuerzas todavía pero con ganas de descansar de este primer día agotador. Entramos a Gasteiz desde el Buesa Arena y enfilamos hacia el centro, donde nos alojaremos.
En la puerta del hotel nos espera Carolina. Equivocó el día de viaje y tuvo que venir desde Bilbao en autobús. Encima le han dado una bicicleta eléctrica en la tienda donde había alquilado por internet. Veremos cómo se comportan maquina y piloto.
Nos duchamos, vestimos, visitamos al mecánico, al banco, Luis aligera en gran medida sus pesadas alforjas, etc... Una vez terminados todos los recados paseamos relajadamente por la bella parte vieja vitoriana, muy concurrida ese sábado primaveral. La Catedral vieja, la Virgen Blanca, la Catedral Nueva…. Una ruta guiada bastante completa. En la esquina de la calle Dato nos encontramos con Jesús. Fue al hospital a hacerse pruebas y trae malas noticas, que constatan sus temores. Una fractura costal le obliga a retirarse, paradójicamente en la ciudad donde nació. Así son las casualidades, sobre todo las malas. Lo sentimos mucho por él, y también por el grupo que notará su baja.


CICLOS SPORT (Vitoria): no he conseguido recoger referencias, así que aprobado al menos.








TABERNA EN CALLE KUTXI (Vitoria): local de bebidas donde sirven sándwiches, hamburguesas, etc.. en las mesas del fondo. Servicio rápido, amable y competente. Comida decente, aunque las raciones un tanto escasas. Un tanto ruidoso, aunque para ser sábado y estar en la zona más popular no nos esperábamos otra cosa. Ideal para invitar a cenar a tu nueva novieta borroka y hablar del cambio climático.








PENSIÓN EGUILETA (Vitoria): sucursal low coast del “afamado” hotel Desiderio.  La ubicación en una de las más conocidas calles del centro histórico vitoriano, más el exiguo precio, y la nota exótica del lavabo al pie de la cama, dejan a las claras cual ha sido la función de las vetustas habitaciones, no demasiado bien preparadas para disfrutar de ellas más allá de una hora. Una sola ducha para todos, y con el mango estropeado. Algo de ruido nocturno, y ningún lujo extra, es justo lo que nos habían ofrecido por teléfono y de lo que dispusimos. Ideal para breves pero intensas estancias.



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