CRÓNICA TRANSANDALUS ETAPA 6

Como ya habíamos observado la tarde anterior, la etapa "reina" de la TransAndalus´14 comenzaría con una subida nada más arrancar desde el camping de Jimera. Poco podríamos haber pensado que, aparte de la cuesta inicial, otros problemas más importantes nos harían la etapa bastante cuesta arriba.
Como decía seis kilómetros de subida, con las piernas frías y el estomago caliente, no agradan a nadie. Pero quizás este era el mal menor teniendo en cuenta que el camino del GR discurría más abajo, asomándose continuamente a un abismo hacia el cauce del río Guadiaro. Nosotros circulábamos por la carretera, rodeados de magnificas paredes calcáreas, remontando la sierra. Cada uno como pudo logró llegar al paso elevado, incluso alguno llegó más arriba hasta la entrada a la cueva de la Pileta, famosa por su arte parietal prehistórico.
En la localidad de Benaoján parada para reagrupar y salida, después de una fuerte pendiente, hacia la carretera que nos llevaría a Ronda. Esta vía si que estaba más transitada, con largas rectas, lo que permitía a los coches coger altas velocidades. Nosotros, pegados al arcén, pedaleábamos en un continuo sube baja, que si no hubiera sido por el trafico habríamos disfrutado mas.
El Puerto de las Muelas es la entrada a la ciudad de Ronda. Por la carretera que viene de Benaoján apenas dos kilómetros de cuesta, bastante tendida, a los que hay que sumar otros dos tras tomar un desvío a la derecha para pisar la A-374. El peor tramo es casi al final de la subida cuando hay que circular por un pasillo sin arcén, horadado a la montaña, en una vía de alta ocupación.
Lo que para la mayoría fue un tramo engorroso para algún kangrena se le convirtió en un suplicio. Espe apenas podía avanzar y parecía imposible que no perdiera el equilibrio a tan baja velocidad. Desde aquel momento fue investida con Espe la "equilibrista".
A la entrada de Ronda nos encontramos con un ciclista. El sujeto era muy locuaz y trataba de darnos todas las indicaciones posibles, para llegar al Chorro, de manera atropellada, embrollada y con un acento muy cerrado, lo que hacia imposible su aprehensión. Su "parloteo", como diría Salva, nos dejó en una situación aun mas confusa por lo que seguimos con el plan inicial y nos acercamos, callejeando, hasta "El Tajo".
Quien ha visitado Ronda jamas la olvida. Su espectacular ubicación, su monumental patrimonio, su peculiar atmósfera. Y sus mujeres morenas, que cortan la respiración, mientras graciosamente atraviesan un paso de cebra, impertérritas ante los piropos.
Fotos en el puente sobre el tajo del Guadalevín, un refresco para apaciguar la sed y un anuncio. JP y Espe deciden llegarse al Chorro en tren, ya que ven los kilómetros que quedan como una prueba, quizás, demasiado dura. JP me traspasa los bártulos, los mapas, dandome la alternativa con la rondeña plaza de toros como testigo.
Antes de partir decidimos retomar el camino original en dirección a El Burgo. Para llegar al punto donde seguía la ruta, en vez de desandar las calles, bajamos y rodamos por la circunvalación de Ronda. En cuanto doblamos a la derecha en una rotonda el track del GPS y los planos se descuadran. Decidimos detenernos para considerar las posibilidades cuando Juanjo se queda clavado. Su castigada espalda dice "hasta aquí" y se queda rígida. Observamos que un coche patrulla de la policía municipal se encuentra estacionado justo al lado, lo cual puede ser una ayuda. Pero lo más sorprendente es cuando nos damos cuenta que el lugar que escogimos para parar es justamente la entrada al hospital de Ronda.
Nos ponemos manos a la obra. Con cuidado logramos sacarlo de la bicicleta. Los amables policías le transportan hasta la entrada de urgencias hospitalarias. Algunos se quedan allí mismo departiendo con municipales y alumnos de seguridad vial que se afanan por parecer cívicos, en una aburrida pista de karts mientras sueñan con jugar como si fuera un circuito de Formula1 o al menos una pista de autos de choque.
Atienden a Juanjo rápido en urgencias pero las noticias no son buenas del todo. No se quedará ingresado, al no ser un problema grave, pero el camino kangrena se acabará por este año. Imposible recuperarse y seguir. Le vendrán a buscar desde Madrid.
Ya son mas de las dos del mediodía, no hemos comido, y todavía nos espera por delante casi sesenta kilómetros con un puerto, el más alto de la ruta, en medio. Nos reunimos, decidimos seguir por la carretera y nos alentamos para conseguir llegar al Chorro antes de que la oscuridad nos alcance.
De momento lo que tenemos por delante es el Puerto del Viento de 1190m de altura, once kilómetros de ascensión, con un calor que derrite el asfalto.
Comenzamos animosos y, como siempre que la carretera se inclina, cada uno pone su marcha, fragmentando totalmente el grupo. El puerto es bastante constante, sin grandes desniveles. A mitad de subida se abre un enorme plateau, que permite ver el paso del alto de montaña desde bien lejos. Una hermosa subida, con el objetivo final siempre a la vista después de las ultimas revueltas. Un par de galletas son el escaso premio para los que rebasan el cartel del puerto de montaña.
Todos juntos nos lanzamos cuesta abajo por una carretera rápida, recién asfaltada, que no aplanada, lo que siempre alegra el animo del pelotón. Pero en todo descenso siempre hay una trampa. Una fuerte cuesta que te coge despistado, con el desarrollo valiente y las piernas frías. Esta, más que una cuesta, se asemeja a un muur de Flandes. Dos kilómetros mas de cuesta arriba, entre enormes bloques calizos, para llegar al parque natural de la Sierra de las Nieves. Ya en la cumbre Auxi se toma su pequeña venganza y empuja a Isidro unos metros provocando enormes carcajadas que ayudan a destensar los músculos.
Ahora sí comienza el verdadero descenso, con curvas cerradas y con mucho talud. Muy técnico, rapidísimo y divertido. Una gozada que se come rápidamente los kilómetros, dejandonos en El Burgo.




CRÍTICA CHICOTERA: Bar Casa Pepe (El Burgo) después de una mañana accidentada y de subir el puerto del Viento a toda mecha, bien nos merecíamos los supervivientes un homenaje gastronómico. Nada más entrar en el pueblo descubrimos la terraza exterior del local, y allí decidimos aparcar nuestras bicis.
Comida casera, con un menú apañado, en precio y forma, y servido con diligencia, ¿qué más se puede pedir?.
En casa Pepe descubrimos que allí al salmorejo le llaman porra, y la verdad es que estaba sublime. La mayoría nos decantamos por cazón en adobo, y la verdad es que estaba realmente bueno.
Pepepepepepepepepe.......:
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La comida no fue la misma sin Juanjo. Tocó a más comida y bebimos alguna cerveza de menos. O no. El calor era sofocante y la tarde venía movida, 33 kilómetros al Chorro. El grupo estaba de buen humor, incluso un poco juguetón e infantil, metiéndose con el Payi que estaba muy serio en su nuevo rol de macho alfa.
Salimos del Burgo por una pequeña carretera, paralela al río, con vides en todo el margen. La verdad es que el escenario poco tenía que ver con lo visto hasta entonces y más se semejaba a una etapa riojana del Camino Francés. Rodábamos rápido, tratando de mantener el grupo y proteger a los más lentos del viento. Cuando llegaba una cuesta pronunciada nos dispersábamos, pero con el esfuerzo de los últimos reagrupábamos sin necesidad de detener la marcha.
Desde uno de esos repechos pudimos observar como se acercaba el pueblo de Ardales, con el embalse a su espalda. Hermosa vista sin duda.
En la entrada del pueblo preguntamos a un lugareño como callejear para salir rápidamente del pueblo. Una vez más el marcado acento hizo incomprensible su indicación, así que casi nos equivocamos si no es porque el hombre nos corrigió a voz en grito.
Es Ardales un pueblo de calles peatonales, recientemente empedradas, de calles estrechas y de plaza con fuente, que le dan ese carácter sureño tan peculiar. Eso es al menos lo poco que pudimos intuir en nuestro rápido transitar.
La carretera que recorre la margen derecha del embalse del Guadalhorce, juega con las revueltas y los desniveles pero de una manera tenue. La belleza del lugar se intensificaba con la luz del sol reflejada en el agua. Nos queda poco y lo sabemos. Poco para llegar al Chorro y poco para acabar nuestro viaje en Málaga. Tratamos de disfrutar cada instante.
Tomamos un desvío a la derecha, perdiendo de vista el embalse, y nos adentramos en un nuevo escenario. Cinco kilómetros de descenso sinuoso, enmarcado por enormes bloques calizos, salpicados aquí y allá por algunos pinos. Bellisimo epilogo a la etapa.
Tras la última curva aparece, entre las enormes moles, el Desfiladero de los Gaitanes y su archifamosa vía ferrata, conocida como "El Caminito del Rey". La estrechisima grieta entre las enormes paredes no parece suficiente para llenar el embalse del Chorro.
Alcanzamos la meta con una sonrisa de satisfacción por lo bien que hemos rodado y por el gran espíritu de grupo reinante. Espe y JP acaban de llegar y nos esperan para felicitarnos por ello.


Este post está dedicado a la memoria de Juanjo. Los Kangrenas no te olvidamos





CRÍTICA CHICOTERA: Bar Camping El Chorro (El Chorro) ¿un bar de camping, en una remota garganta de la sierra malacitana, con un chef/maitre/camarero/dueño argentino?. Sin duda una curiosa apuesta.
El restaurante del local no parecía ser muy frecuentado, y a primera vista no parecía un lugar demasiado acogedor.
La carta era extensa, pero desde la cartulina brillaba con luz propia una palabra que hizo que a la mayoría de nosotros se nos empezaran a alterar los jugos gástricos: Biffe
El precio del corte argentino no presagiaba nada espectacular, pero el amable señor, nos lo vendió bien, con patatas y ensalada, lo que se podía adivinar como una apetitosa cena.
Los que osaron pedir pasta se llevaron una sosa impresión del chef, así como los primeros recepctores del entrecorte pampero. En la eterna diatriba entre el punto de la carne argentina y el español, el señor decidió abrasar los primeros, para aceptar las sugerencias y acabar sirviendo una carne sabrosa con un punto de asado muy apetecible. Las patatas fritas estaban deliciosas y se dejaron devorar platos y platos.
Tan agradable fue la cena que, con el espíritu del final de la aventura cercano, la sobremesa fue duradera y digestiva, gracias al poder del orujo de hierbas.
Che, te lo ganaste:
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CRÍTICA CHICOTERA: Albergue Camping El Chorro (El Chorro) situado en un paraje insólito: con las calizas paredes del Desfiladero de los Gaitanes, y el agua remansada del embalse, rodeándolo se encuentra este tranquilo camping. La peculiar ubicación le confiere una estructura de empinadas cuestas. Y en una de las terrazas artificiales habilitadas se encontraban nuestros bungalows.
De estilo alpino, en madera, eran bastante funcionales y servían bien para nuestros intereses. El más grande tenía dividió los espacios, estando la habitación en un sobrepiso al que se accedía a través de una empinada escalera, peligrosa para torpes con problemas de visión nocturna. 
Lo peor, aparte de la empinada cuesta para acceder a los mismos, fue la aglomeración de cabañas. La gran mayoría estaba vacía pero en temporada alta, desde el porche se puede acceder a la vida privada de todos los vecinos, sin necesidad de ser agregado a su red social.
De churro, el Chorro:
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