La fría mañana burgalesa saluda el reencuentro entre los diferentes grupos kangrenas. Poco a poco van llegando al Albergue municipal de peregrinos. Allí el calor reconforta aún más los cuerpos, abrazados como señal de alegría y de cariño fraternal. Caras de sueño, pero sobre todo de ilusión, emoción y esperanza por los kilómetros de experiencias por venir. El hospitalero rompe el momento. La puerta se ha de cerrar. Es estricto hasta un limite poco humanitario. Expulsa a los últimos rezagados al inhumano frío del Camino. Como siempre en el Francés decenas de caras extrañas, de lenguas, de motivaciones. Burgos es un punto obligado donde empezar, acabar, o reflexionar sobre la conveniencia de seguir. Pero nosotros no recorreremos con ellos el páramo que lleva a Ontanas. Hoy no.
Este año nuestra ruta es diferente, menos populosa y menos mágica, pero quizás más interesante.
Nos despide Burgos casi en la clandestinidad. Una foto difícil de encuadrar en el monumento a Rodrigo Diaz de Vivar, una calle desierta, una carretera con poco trafico, una rotonda vacía y ya a lo lejos nos despedimos del burgo. No nos espera el destierro, solo Valencia, y mucho más.
Martín Antolínez se vuelve a la ciudad.
Con mucho dolor se arranca el Campeador de allá.
Las riendas soltaron todos, empiezan a cabalgar
Las primeras perezosas pedaladas se acompañan de decenas de conversaciones, hay que ponerse al día sobre familia, trabajo y hobbies. Estos temas, que todavía están en la epidermis de todos nosotros, pronto quedaran ocultos tras la maravillosa rutina en el día a día que marca la ruta.
En breve la sierra nos saluda. La carretera discurre tranquila, ascendiendo poco a poco, sin apenas trafico. Al rato descubrimos el cartel que indica el desvío de San Pedro de Cardeña. La abundante fronda no nos permiten vislumbrar, a lo lejos, en una baguada, el lugar donde quedó Doña Ximena.
Algunos, los pragmáticos, prefieren el refugio que da la taberna local. Hacía allá se dirigen, dando la espalda al monasterio para abrazar la posibilidad de la lumbre,el cafe caliente y quizás algo con lo que romper el ayuno matutino.Otros, tal vez los más romanticos, tal vez los más enterados de los ecretos que esconde, se encaminan a conocer el monasterio, y de paso estampar su sello en el inmaculado salvoconducto.
Los monjes de Cardeña reciben al Cid.
Jimena y sus hijas llegan ante el desterrado.
A la puerta llaman; todos saben que el Cid ha llegado.
¡Dios, qué alegre que se ha puesto ese buen abad don Sancho!
Con luces y con candelas los monjes salen al patio.
"Gracias a Dios, Mío Cid, le dijo el abad don Sancho,
puesto que os tengo aquí, por mí seréis hospedado."
Reconfortados por el desayuno, y con la esperanza de una mañana clara de primavera , dejamos el refugio de Cardeña para adentrarnos en la Sierra de Demanda. Una agradable carretera comarcal con pequeños subebajas, y rodeada de bajo bosque, nos acompañara en un trayecto sin descansos en busca de nuestro destino. La fatiga por un viaje largo y pesado, para alguno de los kangrenas, hace que queramos llegar cuanto antes a Covarrubias.
Rayando el mediodía cruzamos la puerta amurallada de Covarrubias para detenernos en su plaza porticada. Allí desmontamos para asearnos, avituallarnos y descansar hasta el día siguiente en la Casa Galín, donde fuimos tratados como caballeros, y damas, por supuesto.
Por una vez la tarde entera nos pertenece, así que deambulamos una y mil veces por las calles de la localidad, pudiendo apreciar su torre, recorrer su bello paseo de ronda junto al Arlanza, admirar su colegiata, y sentir la advocación a su princesa noruega, la bella Kristín, hija de Haakon.
Como colofón a tan esperado día, risas, futbol y bocadillos de morcilla. Después, con el sol todavía escondiéndose, nos dirigimos a nuestros aposentos. Hay que reponer fuerzas. La ruta del destierro no ha hecho más que comenzar.
Ya se va acabando el día, la noche quería entrar,
a todos sus caballeros el Cid los manda juntar(...)
Este año nuestra ruta es diferente, menos populosa y menos mágica, pero quizás más interesante.
Nos despide Burgos casi en la clandestinidad. Una foto difícil de encuadrar en el monumento a Rodrigo Diaz de Vivar, una calle desierta, una carretera con poco trafico, una rotonda vacía y ya a lo lejos nos despedimos del burgo. No nos espera el destierro, solo Valencia, y mucho más.
Martín Antolínez se vuelve a la ciudad.
Con mucho dolor se arranca el Campeador de allá.
Las riendas soltaron todos, empiezan a cabalgar
Las primeras perezosas pedaladas se acompañan de decenas de conversaciones, hay que ponerse al día sobre familia, trabajo y hobbies. Estos temas, que todavía están en la epidermis de todos nosotros, pronto quedaran ocultos tras la maravillosa rutina en el día a día que marca la ruta.
En breve la sierra nos saluda. La carretera discurre tranquila, ascendiendo poco a poco, sin apenas trafico. Al rato descubrimos el cartel que indica el desvío de San Pedro de Cardeña. La abundante fronda no nos permiten vislumbrar, a lo lejos, en una baguada, el lugar donde quedó Doña Ximena.
Algunos, los pragmáticos, prefieren el refugio que da la taberna local. Hacía allá se dirigen, dando la espalda al monasterio para abrazar la posibilidad de la lumbre,el cafe caliente y quizás algo con lo que romper el ayuno matutino.Otros, tal vez los más romanticos, tal vez los más enterados de los ecretos que esconde, se encaminan a conocer el monasterio, y de paso estampar su sello en el inmaculado salvoconducto.
Los monjes de Cardeña reciben al Cid.
Jimena y sus hijas llegan ante el desterrado.
A la puerta llaman; todos saben que el Cid ha llegado.
¡Dios, qué alegre que se ha puesto ese buen abad don Sancho!
Con luces y con candelas los monjes salen al patio.
"Gracias a Dios, Mío Cid, le dijo el abad don Sancho,
puesto que os tengo aquí, por mí seréis hospedado."
Reconfortados por el desayuno, y con la esperanza de una mañana clara de primavera , dejamos el refugio de Cardeña para adentrarnos en la Sierra de Demanda. Una agradable carretera comarcal con pequeños subebajas, y rodeada de bajo bosque, nos acompañara en un trayecto sin descansos en busca de nuestro destino. La fatiga por un viaje largo y pesado, para alguno de los kangrenas, hace que queramos llegar cuanto antes a Covarrubias.
Rayando el mediodía cruzamos la puerta amurallada de Covarrubias para detenernos en su plaza porticada. Allí desmontamos para asearnos, avituallarnos y descansar hasta el día siguiente en la Casa Galín, donde fuimos tratados como caballeros, y damas, por supuesto.
Por una vez la tarde entera nos pertenece, así que deambulamos una y mil veces por las calles de la localidad, pudiendo apreciar su torre, recorrer su bello paseo de ronda junto al Arlanza, admirar su colegiata, y sentir la advocación a su princesa noruega, la bella Kristín, hija de Haakon.
Como colofón a tan esperado día, risas, futbol y bocadillos de morcilla. Después, con el sol todavía escondiéndose, nos dirigimos a nuestros aposentos. Hay que reponer fuerzas. La ruta del destierro no ha hecho más que comenzar.
Ya se va acabando el día, la noche quería entrar,
a todos sus caballeros el Cid los manda juntar(...)
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